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08.jun.2025

¿Interconexión? Mejor dicho, desconexión

Las mal llamadas “interconexiones” viales propuestas entre San Pedro y Monterrey están completamente desconectadas de las necesidades de movilidad de la gente.

POR j. zertuche / Lectura de 8 min.

Las mal llamadas “interconexiones” viales propuestas entre San Pedro y Monterrey están completamente desconectadas de las necesidades de movilidad de la gente.

Lectura de 8 min.

Con la mancuerna metropolitana, regresiva y cortoplacista, entre Adrián de la Garza y Mauricio Fernández, se confirma la claudicación absoluta de todo esbozo de ciudad que se atreve siquiera a imaginar una movilidad distinta. Se acabó, ganó el automóvil. Nunca estuvo ni cerquita otra opción. Monterrey, pensado como esa plasta de concreto que se extiende por todo el área metropolitana, es y seguirá siendo una ciudad diseñada para sufrirse a bordo del vehículo más estúpidamente ineficiente y egoísta de todos.

Tiene sentido. De entrada, porque los proyectos de “interconexiones” viales se están planteando desde San Pedro Garza García, el mini-municipio en donde desfilan más automóviles que personas; el lugar menos indicado para implementar cambios de hábitos tan “radicales” como esperar que sus habitantes usen el [malo e insuficiente] transporte público o, god forbid, caminar o moverse en bici.

No nos hagamos. Las tres propuestas de “interconexión” de la administración de Mauricio tienen como objetivo otro tipo de blindaje: en este caso, se trata de la absurda idea de desviar de San Pedro los vehículos “ajenos” o “foráneos” que circulan por las arterias metropolitanas que lo conectan con Monterrey, todo para dar la falsa impresión de un flujo vehicular constante [ya saben, semáforos sincronizados y así].

Pero esto no es nuevo. Incluso durante los primeros meses de la primera administración independiente de Miguel Treviño, circuló la idea de habilitar estacionamientos “remotos” en centros comerciales subutilizados para propiciar la cultura peatonal, el auto compartido o los transportes corporativos. Es decir: dejarle a quienes no viven en San Pedro —pero trabajan ahí— la responsabilidad de practicar una movilidad alternativa al auto.

Pero también hace sentido porque el egoísmo es una de las cualidades regiomontanas más descaradas y predominantes entre quienes ostentan el poder político, económico y mediático. Aunque se intente enjuagar con filantropía y patronazgo humanista, el talante “industrial” y “emprendedor” del mito regiomontano no se puede dar el lujo de abrazar los intereses de lo colectivo. La colectividad solo se invoca [mañosamente] en tanto se alinee a los intereses de quienes tienen ese poder.

Lo curioso es que la colectividad de los automovilistas no se explica por una cuestión de clase, pues en este grupo conviven todo tipo de perfiles socioeconómicos. La alianza automovilista solo puedo explicármela como una defensa “colectiva” de una especie de comodidad climatológica compartida. Es decir, están unidos en la defensa de todo aquello que haga aún más cómodo su trayecto dentro de la burbuja de su auto. De ahí que cualquier intento por reducir espacios [estacionamiento, carriles] o compartir la calle con otros modos de transporte les irrita colectivamente. La división está entre quienes pueden esquivar el calor de esta ciudad y quienes no; entre quienes pueden moverse de forma individual y quienes tienen que compartir su trayecto, apretadamente, en el transporte urbano.

Olvidémonos por un momento de los [muy válidos] argumentos de siempre en contra de la expansión de la infraestructura del auto: el tráfico, el tiempo que se pierde en él y las fuentes contaminantes que emanan de estos vehículos. En cambio, propongo que la crítica se aleje de lo técnico-urbanístico y se articule desde un lugar más cotidiano y crudo: el sufrimiento físico. Seguir privilegiando la infraestructura del automóvil es seguir castigando los cuerpos de quienes tienen que caminar bajo el sol y el asfixiante calor asfáltico para hacer fila y compartir su trayecto en un camión apretado.

Seguir invirtiendo [a lo imbécil] en interconexiones, vialidades, pasos elevados, gazas, carriles y asfalto es seguir invirtiendo en hacer de esta ciudad un lugar aún más inhóspito de lo que ya es. Y eso no es muy filantrópico ni humanista de su parte.

Tampoco es muy periodístico que El Norte titule su nota al respecto como si fuera una verdad oficial: «Dará interconexión alivio a 40 mil autos». [Por cierto, qué penita que tengan que ser cuentas anónimas en Instagram las que sí estén haciendo reflexiones importantes sobre temas de la ciudad, y no las páginas del periódico más importante de la ciudad.]

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Supongamos que sí, que esos mil 200 millones de pesos servirán para “aliviar” a 40 mil vehículos diarios del tráfico en ese tramito entre Lázaro Cárdenas – Gómez Morín. [Y digo tramito porque ya estuvo bueno de elevar rimbombantemente a “interconexión” esta tontería. Lo que realmente veo aquí es un intento descarado —tanto de las autoridades como del periódico— por suavizar el concepto de “interconexión”, sobre todo de cara al proyecto más cuestionable de todos: el que están planeando que cruce por la Col. Independencia].

La cosa es que esos mismos 40 mil vehículos se van a volver a des-aliviar cuando desemboquen en Morones Prieto. Y pues ponle que mil 200 millones de pesos justifiquen la “emoción” de poder pisarle a 80 km/h ese tramo... Supongo que eso es más emocionante que invertir en comprar, no sé, unos 150 camiones urbanos nuevos, climatizados, para realmente “aliviar” a unas ¿300 mil personas diarias? O incluso más emocionante que arborizar las calles para hacerlas tantito menos calientes y asfixiantes de lo que son [pero arborizar de verdad, no esa farsa llamada Reforestación Extrema].

A los gobiernos de Monterrey y San Pedro [de ayer, hoy y mañana] les importa poco o nada que usuarios de transporte público pasen tiempo bajo el sol. Les importa un carajo si hacen una, dos o hasta cuatro horas diarias para moverse por el área metropolitana. Les importa un carajo si la banqueta está bien hecha o si tiene sombra. Se hacen los que no saben de lógicas urbanas, porque sinceramente no es un misterio cuántico: construir más carriles induce mayor uso del automóvil y, por ende, más tráfico vehicular. Lo único que pretenden con sus proyectos de gazas, “interconexiones”, pasos elevados y demás soluciones pseudo-ingenieriles es dar la impresión de “continuidad” y “flujo constante” de circulación vehicular. Si esa es la métrica con la que miden sus logros de movilidad, pues felicidades.

Con Adrián y Mauricio gobernando, otra vez se nos va la oportunidad para implementar una respuesta ejemplar a nivel municipal al desorden estatal de la movilidad. Las “interconexiones” propuestas [no una ni dos, sino tres], están completamente desconectadas de las necesidades reales de movilidad de la gente. Se están desaprovechando otros tantos miles de millones de pesos en construir tramitos de vialidades que apenas dan la impresión de desfogar tantito el tráfico, y que bien pudieron haberse invertido en aliviar un poco el castigo físico, mental y emocional de quienes se mueven todos los días por el lamentable sistema de transporte urbano de la metrópoli.

La desconexión es brutal.

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¿Interconexión? Mejor dicho, desconexión

Escrito Por

j. zertuche Fundador y editor de «contextual». Anteriormente: Residente Monterrey, en su última etapa bajo el lema “Acciones para una ciudad mejor”.

Fecha

08.jun.25

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