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24.oct.2023

Metrópoli regia ‘al borde de un ataque de nervios’

La Zona Metropolitana de Monterrey atraviesa por un proceso urbano traumático: la otrora ciudad provinciana mediana, ahora es la segunda metrópoli más grande de México y con un potencial de crecimiento que gusta pero asusta.

POR j. zertuche / Lectura de 18 min.

La Zona Metropolitana de Monterrey atraviesa por un proceso urbano traumático: la otrora ciudad provinciana mediana, ahora es la segunda metrópoli más grande de México y con un potencial de crecimiento que gusta pero asusta.

Lectura de 18 min.

Sinceramente no sabía cómo comenzar este texto. Llevaba semanas sin poder articular una sensación extraña, casi de angustia e inquietud. Por un momento pensé que era parte del precio que hay que pagar por estar medio enterado de las noticias y consumir información a diario, pero esta sensación era distinta a la típica pesadumbre noticiosa. Más bien era una especie de anticipación de que algo está por salir mal, una expresión que en inglés se sintetiza mejor como "dread".

Aún más difícil tratar de asociar, explicar y justificar esta sensación al "ambiente" o "ánimo" que percibo se vive en la ciudad [y por "ciudad" me refiero al imaginario más desparramado de la zona metropolitana regiomontana]. De un tiempo a la fecha, a Monterrey la encuentro cambiada [pun intended], la siento asfixiante, exasperante e insoportable, pero de una manera distinta al estrés habitual urbano; diferente también al saludable amorodio que infunde esta horrible ciudad hermosa, como dirían en el podcast Urbagos [saludos cordiales].

Lo fácil sería atribuirle esta inquietud exclusivamente a los despliegues de violencia más recientes —y visibles— del crimen organizado en Nuevo León. Claro que el déjà vu traumático de bloqueos, balaceras, narcomantas y la aparición de cuerpos mutilados en distintas zonas de la ciudad, contribuye al enrarecimiento del ambiente. Es parte de, pero esta sensación no se explica únicamente por la inseguridad y violencia.

Fue hasta que el algoritmo me sugirió un video de David Foster Wallace que me atreví a pasar de la hoja en blanco y aquí estoy, tratando de aterrizarlo de manera escrita. Una parte de esa entrevista me hizo click, cuando el autor describe su sentir en relación a la sociedad, los medios y el entretenimiento estadounidense, en el contexto muy particular post 9/11. Entre otras cosas, DFW confiesa [muy a contracorriente del pensamiento mainstream de la época]: "le temo más a nosotros mismos que a cualquier otro", lo dice en relación al latente miedo al otro, al musulmán pues, con el que vivía la sociedad estadounidense en la primera mitad de los 2000s. También, y casi de manera premonitoria, DFW reflexiona sobre el sentir colectivo y ahí esboza su propio temor:

"Creo que la hemos tenido bastante fácil durante mucho tiempo en términos materiales, pero hemos recibido muy poca ayuda para comprender las cosas importantes más allá de estar cómodos. No creo que nadie sepa cómo reaccionaremos si las cosas se ponen realmente difíciles aquí (...) Me parece que, actualmente, la reacción del país ante el miedo e inseguridad es comprar vehículos utilitarios deportivos que son grandes, masivos y parecen tanques, lo que hace que las personas se sientan más seguras de manera individual (...) Pero el hecho de que nadie aquí esté hablando de la conexión entre cómo vivimos, lo que conducimos y las cosas que están ocurriendo (...)" [y cierra con una mueca desaprobatoria].

La reflexión de DFW resonó con ese algo que no sabía cómo expresar. Si bien no partimos de un evento traumático específico [como el 9/11 en los dichos de DFW], sí creo que estamos viviendo un proceso traumático, aunque uno de carácter urbano: Nuevo León, Monterrey pues, o lo que conocemos como la zona metropolitana ampliada, está transitando de ser una capital provinciana mediana [si, si, si, industrial pero igual era mediana] y se está convirtiendo en una gran metrópoli, con todo lo que ello implica. Estamos ante un escenario de crecimiento macro [es decir, a lo güey, crecer por crecer], impulsado por un gobernador que se la vive vendiendo a Nuevo León a empresas globales para que aprovechen el estado en la era del nearshoring. Happy problems que representan grandes oportunidades, pero temo que no estamos preparados para afrontar la otra cara de la moneda, los grandes problemas que este crecimiento conlleva.

En lo que trataba de darle sentido a esto, se publicó el documento "Metrópolis de México 2020", «una exhaustiva reflexión sobre la realidad metropolitana del país», elaborado entre el Consejo Nacional de Población (CONAPO), el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu). El documento ofrece una actualización sobre las zonas metropolitanas de México, y ubica a la de Monterrey [ZMM] con un total de 16 municipios [12 "centrales" y 4 "exteriores"], dos municipios menos que en 2015 [se desincorporaron Abasolo e Hidalgo]. No obstante esta reducción, Monterrey es la zona metropolitana del país con mayor proporción de población urbana [98.6%] y con una superficie total incluso mayor a la de Ciudad de México, aunque con mucho menor porcentaje de superficie urbana y de ocupación [ver tabla]. El documento hace una distinción entre superficie total y superficie urbana, a las cuales se les asignan porcentajes de ocupación para dimensionar la distribución territorial en las metrópolis, pero lo que llama la atención es que Monterrey tenga tanto margen de crecimiento en comparación con la CDMX o Guadalajara: de las 744 mil hectáreas de superficie total, la Zona Metropolitana de Monterrey apenas ocupa el 15%; y de sus 93 mil 759 hectáreas de superficie urbana, se ocupa el 83.8%, un porcentaje que aunque está por encima de la media nacional [82.1], se queda muy abajo de la CDMX [92.5%] y Guadalajara [91.5%].

Es decir, hay espacio para seguir creciendo en Monterrey.

Con los datos ahí consultados, y al tropicalizar y adaptar la reflexión de David Foster Wallace con lo que sucede aquí, llegué a la siguiente suposición. Creo que no sabemos ser metrópoli en Monterrey. No sabemos cómo se debe comportar ni desenvolver la ciudad para poder soportar esa responsabilidad. Tan no sabemos que en lugar de compactarnos nos hemos ensanchado. Además, la psique ciudadana se bifurca cada vez más entre traer carro o no, vivir cerca del trabajo o no, tener tiempo para disfrutar o no, tener los recursos para divertirse o no. Y puede que esta cantaleta ya esté agotada en un espacio como éste, el de «contextual», porque vaya que hemos señalado críticamente estas incongruencias e [i]lógicas en varios artículos a lo largo de los años. Pero en el marco del "nuevo Nuevo León", con una agenda de crecimiento acelerada por el nearshoring y con múltiples inversiones extranjeras encabezadas por el bombazo de Tesla, le temo más a nosotros mismos que a cualquier otro.

Aquí me permito hacer una pausa y me adelanto a la contra-réplica lógica, positiva, casi oficial, a este planteamiento un tanto pesimista: "bueno, ¿y en dónde sí están preparados para esto? En ningún lugar. Se aprende en el camino", podrán pensar algunos. Va, puede ser, pero ante el desbordado entusiasmo oficialista, vale la pena una voz de cautela... otra voz pues, porque si bien periódicos como El Norte plantean sus reservas ante el "nuevo Nuevo León", lo hacen desde el pragmatismo empresarial de la vieja guardia con tintes humanistas de filantropía regiomontana, rayando en el populismo empresarial en sus editoriales anónimas. Allá también se desbordaron con entusiasmo con el anuncio de la llegada de Tesla, después matizaron cuando la cosa no iba tan acelerada como parecía y ahora ya están en franca crítica porque ya no se ve para cuándo. Es muy de empresa celebrar numeritos positivos, que vengan las inversiones, que se instalen las empresas, que el Estado les provea todo lo necesario para que operen, que los exenten de impuestos, es más, que les den el terreno; ya luego vemos cómo le hacemos para que los trabajadores lleguen a su trabajo o que les paguen decente, ya luego vemos el impacto ambiental y urbano, la infraestructura que se va a necesitar [más allá de la del automóvil] para acoger a foráneos y migrantes que ven en Monterrey una oportunidad de vida, por lo pronto en la tabla de Excel se ve un incremento en la celda de inversión de un año para otro y eso es de celebrarse, ¿no?

En fin. Esta transición de ciudad mediana a gran metrópoli por supuesto que no se dio de la noche a la mañana, ha sido un proceso paulatino —sumamente desordenado— de incremento de población, ensanchamiento de la mancha urbana y, sobre todo, el crecimiento exponencial de municipios ahora industriales en la periferia: Pesquería, El Carmen, Ciénega de Flores, García, Salinas Victoria, General Zuazua y Juárez [ver tabla]. Recordemos el dato, la Zona Metropolitana de Monterrey apenas ocupa el 83.8% de su superficie urbana y todo indica que, con el "Momento de Nuevo León" [como llama el actual gobernador al panorama de inversiones], la población actual de 5.3 millones de personas seguirá creciendo y con ella los retos del agua, movilidad, calidad del aire que respiramos y acceso a vivienda [un tema nulo en la discusión pública, aunque en auge en la publicidad y mercadotecnia inmobiliaria] y migración, por mencionar los más urgentes.

Pero esperen... estos retos ya están más que superados, a juzgar por la intentona política de Samuel García, pues ya solicitó oficialmente licencia para participar en el proceso de selección de candidato a presidente de su partido, Movimiento Ciudadano. Al cumplir apenas dos años como gobernador del estado, dice que ve «la necesidad urgente de construir algo nuevo para México», como si aquí ya lo hubiera construido. En el Nuevo León renderizado que vive en su cabeza y en sus aspiraciones políticas personales, ya está construida y en operaciones la planta de Tesla, empleando a decenas de miles de personas que optan por trasladarse en metro a su trabajo; ya está operando el segundo piso de Morones Prieto, desfogando la circulación de una de las arterias más congestionadas de la metrópoli y con conductores felices que pagan por una vista más panorámica de la congestión vehicular; millones de personas usan las tres nuevas líneas de metro, inaugurando una nueva etapa de cultura de la movilidad en Nuevo León; miles de personas caminan y se mueven en bicicleta por las calles completas y corredores verdes que conectan a los grandes parques de la ciudad; las nuevas unidades de camiones urbanos "ecológicos" mueven puntualmente a usuarios que esperan dignamente en las paradas de camión de primer mundo por toda la metrópoli; el Yellowstone regiomontano recibe a miles de visitantes para admirar de forma responsable el paisaje de la Huasteca; los 200 mil árboles que plantó y cuidó Reforestación Extrema están frondosos, aportando sombra y pulmones verdes por toda la metrópoli; el Black Hawk sobrevuela día y noche disipando "situaciones de riesgo" hacia Coahuila y Tamaulipas, velando así por la seguridad de todo el estado; está garantizado el suministro de agua de aquí al año que quieran, llueva o no, así como la resiliencia ante huracanes con la construcción de nuevas presas Rompepicos que mantienen con agua al Río Santa Catarina; la Agencia de Calidad del Aire afila los dientes y cierra industrias contaminantes en el estado, aplicando todo el peso de la ley en beneficio del aire limpio para todas y todos. Entre otros escenarios idílicos que viven, por lo pronto, en slides de una PowerPoint.

Planes, anuncios y estrategias que están muy bien, ya hacían falta y abonan a darle otra dinámica a la metrópoli regiomontana. Incluso suponiendo que el segundo piso de Morones Prieto sí lleve su corredor peatonal, con ciclovía y camino arbolado, y suponiendo también que su construcción no afectaría al lecho del Río Santa Catarina; quien quiera pagar por irse manejando por allá arriba, que lo haga [porque, claro, ya es hora de cobrarle al automóvil sus carriles adicionales para mantenerlos en la ilusión de flujo continuo vehicular, y como quiera van a tener que enfrentarse a un tráfico de un tipo]. Sin embargo, falta que se hagan.

Mientras tanto, el ambiente de la ciudad se siente hostil, al borde de un ataque de nervios. En el tráfico, a vuelta de rueda, ni se diga; lo peor, cada uno de los que están ahí sufriendo son parte del problema y lo son ya sea por opción o por necesidad; y son parte del problema porque tampoco hay solución. Lejos quedaron los años del Monterrey mediano, con avenidas "libres" para ir de aquí para allá en cuestión de unos cuántos minutos. La habíamos tenido bastante fácil durante mucho tiempo, con una población totalmente manejable al cambio de milenio de unos 3.4 millones de habitantes en la ZMM. "Nadie" nos avisó que esto se desbordaría así, y los que sí sabían o tenían las herramientas para saberlo, no hicieron nada para prepararnos para esto. Al contrario, se hicieron apenas unos parches: se incrementaron carriles, se redujo la flota de camiones urbanos, no se construyeron más líneas de metro, las políticas de desarrollo y ordenamiento urbano se quedaron en papel, se aprobaron fraccionamientos de hileras e hileras de "casitas" en la periferia, no se hizo nada en cuestión de vivienda desde una perspectiva pública, es decir, sólo se administró la decadencia.

Estábamos más ocupados en vivir cómodamente aislados, cada quien haciendo su vida en su propio municipio o conurbaciones cercanas. Y de hecho más o menos se ha mantenido así en los municipios metropolitanos "insignia" del imaginario regiomontano, con una tasa de crecimiento poblacional en la última década contabilizada [2010-2020] que está por debajo del 1% en Monterrey [0.1%], Guadalupe [-0.5%], San Nicolás [-0.7%] y San Pedro [0.7%]. Quizás de ahí viene esa obstinada, anacrónica y discriminatoria costumbre regia de señalar lo foráneo, lo que no es de aquí, con una xenofobia y racismo que están al alza. Y luego por eso no sorprende que mamás sampetrinas le expliquen a sus hijas adolescentes que las quinceañeras de Fashion Drive "vienen aquí para salirse de donde viven, ¿sacas?, y tipo y vienen y como que disfrutan un día una vida que no tienen". No lo digo yo, lo dice la historia.

A veces Monterrey se siente como un Dubai latinoamericano y otras veces no hay agua. A veces desfilan modelos de Tesla que son grandes, masivos y parecen tanques, otras veces se ven indignas filas larguísimas de cientos de personas que esperan el camión urbano en varios puntos de la metrópoli. A veces está chido y otras asfixiante, exasperante e insoportable. Y en lo que lidiamos con esta crisis de identidad y nos acercamos al borde de un ataque de nervios, Monterrey va a seguir creciendo con o sin orden.

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Metrópoli regia ‘al borde de un ataque de nervios’

Escrito Por

j. zertuche Fundador y editor de «contextual». Anteriormente: Residente Monterrey, en su última etapa bajo el lema “Acciones para una ciudad mejor”.

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24.oct.23

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