Sinceramente no sabía cómo comenzar este texto. Llevaba semanas sin poder articular una sensación extraña, casi de angustia e inquietud. Por un momento pensé que era parte del precio que hay que pagar por estar medio enterado de las noticias y consumir información a diario, pero esta sensación era distinta a la típica pesadumbre noticiosa. Más bien era una especie de anticipación de que algo está por salir mal, una expresión que en inglés se sintetiza mejor como "dread".
Aún más difícil tratar de asociar, explicar y justificar esta sensación al "ambiente" o "ánimo" que percibo se vive en la ciudad [y por "ciudad" me refiero al imaginario más desparramado de la zona metropolitana regiomontana]. De un tiempo a la fecha, a Monterrey la encuentro cambiada [pun intended], la siento asfixiante, exasperante e insoportable, pero de una manera distinta al estrés habitual urbano; diferente también al saludable amorodio que infunde esta horrible ciudad hermosa, como dirían en el podcast Urbagos [saludos cordiales].
Lo fácil sería atribuirle esta inquietud exclusivamente a los despliegues de violencia más recientes —y visibles— del crimen organizado en Nuevo León. Claro que el déjà vu traumático de bloqueos, balaceras, narcomantas y la aparición de cuerpos mutilados en distintas zonas de la ciudad, contribuye al enrarecimiento del ambiente. Es parte de, pero esta sensación no se explica únicamente por la inseguridad y violencia.
Fue hasta que el algoritmo me sugirió un video de David Foster Wallace que me atreví a pasar de la hoja en blanco y aquí estoy, tratando de aterrizarlo de manera escrita. Una parte de esa entrevista me hizo click, cuando el autor describe su sentir en relación a la sociedad, los medios y el entretenimiento estadounidense, en el contexto muy particular post 9/11. Entre otras cosas, DFW confiesa [muy a contracorriente del pensamiento mainstream de la época]: "le temo más a nosotros mismos que a cualquier otro", lo dice en relación al latente miedo al otro, al musulmán pues, con el que vivía la sociedad estadounidense en la primera mitad de los 2000s. También, y casi de manera premonitoria, DFW reflexiona sobre el sentir colectivo y ahí esboza su propio temor:
"Creo que la hemos tenido bastante fácil durante mucho tiempo en términos materiales, pero hemos recibido muy poca ayuda para comprender las cosas importantes más allá de estar cómodos. No creo que nadie sepa cómo reaccionaremos si las cosas se ponen realmente difíciles aquí (...) Me parece que, actualmente, la reacción del país ante el miedo e inseguridad es comprar vehículos utilitarios deportivos que son grandes, masivos y parecen tanques, lo que hace que las personas se sientan más seguras de manera individual (...) Pero el hecho de que nadie aquí esté hablando de la conexión entre cómo vivimos, lo que conducimos y las cosas que están ocurriendo (...)" [y cierra con una mueca desaprobatoria].
La reflexión de DFW resonó con ese algo que no sabía cómo expresar. Si bien no partimos de un evento traumático específico [como el 9/11 en los dichos de DFW], sí creo que estamos viviendo un proceso traumático, aunque uno de carácter urbano: Nuevo León, Monterrey pues, o lo que conocemos como la zona metropolitana ampliada, está transitando de ser una capital provinciana mediana [si, si, si, industrial pero igual era mediana] y se está convirtiendo en una gran metrópoli, con todo lo que ello implica. Estamos ante un escenario de crecimiento macro [es decir, a lo güey, crecer por crecer], impulsado por un gobernador que se la vive vendiendo a Nuevo León a empresas globales para que aprovechen el estado en la era del nearshoring. Happy problems que representan grandes oportunidades, pero temo que no estamos preparados para afrontar la otra cara de la moneda, los grandes problemas que este crecimiento conlleva.
En lo que trataba de darle sentido a esto, se publicó el documento "Metrópolis de México 2020", «una exhaustiva reflexión sobre la realidad metropolitana del país», elaborado entre el Consejo Nacional de Población (CONAPO), el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu). El documento ofrece una actualización sobre las zonas metropolitanas de México, y ubica a la de Monterrey [ZMM] con un total de 16 municipios [12 "centrales" y 4 "exteriores"], dos municipios menos que en 2015 [se desincorporaron Abasolo e Hidalgo]. No obstante esta reducción, Monterrey es la zona metropolitana del país con mayor proporción de población urbana [98.6%] y con una superficie total incluso mayor a la de Ciudad de México, aunque con mucho menor porcentaje de superficie urbana y de ocupación [ver tabla]. El documento hace una distinción entre superficie total y superficie urbana, a las cuales se les asignan porcentajes de ocupación para dimensionar la distribución territorial en las metrópolis, pero lo que llama la atención es que Monterrey tenga tanto margen de crecimiento en comparación con la CDMX o Guadalajara: de las 744 mil hectáreas de superficie total, la Zona Metropolitana de Monterrey apenas ocupa el 15%; y de sus 93 mil 759 hectáreas de superficie urbana, se ocupa el 83.8%, un porcentaje que aunque está por encima de la media nacional [82.1], se queda muy abajo de la CDMX [92.5%] y Guadalajara [91.5%].
Es decir, hay espacio para seguir creciendo en Monterrey.