Los álbums, tracks y momentos sonoros favoritos que marcaron este 2024.
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Un año más que se nos va casi en un suspiro. En un abrir y cerrar de ojos, 2024 está a punto de extinguirse. Increíble pensar que sobrevivimos no uno sino dos procesos electorales [México-USA] que consumieron buena parte de nuestro tiempo, neuronas y energías. No sé ustedes, pero sin [nueva] música yo no sabría cómo hacerle para pasar horas frente a una pantalla, consumiendo el torrente mediático o trabajando caracteres. Compadezco a quienes quieren pero no pueden dejar correr un disco sin interrupciones por el ajetreo del día a día; y, al mismo tiempo, me asombro de quienes pueden pero no quieren escuchar [nueva] música. En fin, más allá de los hábitos de cada quien, la música siempre está ahí para celebrar momentos o, en particular, para sobrellevar el desgaste de la realidad, los ciclos informativos e incluso la pérdida. Ya sea de fondo, debajo de un par de auriculares, frente a un bocinón, en solitario, caminando, esperando, acompañados o codo a codo en un mar de gente [si los precios desorbitados de festivales y conciertos lo permiten], la música se convierte en ese ritual, individual o colectivo, que está ahí para rescatarnos y sacarnos de esos lugares.
En esta tercera entrega de la Degustación Sonora intentaré hacer un recorrido por las músicas favoritas que, desde un punto de vista muy particular [el mío], me marcaron este año y no necesariamente por su popularidad o alcance masivo; aunque entiendo que el pop atraviesa un momento de experimentación interesante con variaciones maximalistas e incluso el pop-sicionamiento global del Regional Mexicano, aquí no van a encontrar mucho de eso. Aclaro que no es por puro esnobismo, sino simplemente por una falta de conexión personal, además de un ánimo por presentar otros sonidos que van más allá del Wrapped homogeneizado.
Para quienes están leyendo por primera vez algo relacionado a música en «contextual», un disclaimer: mucho antes de concentrarnos en la crítica de ciudad o de vapulear cada tanto la editorial de El Norte, este espacio nació con artículos sobre música [pocos, pero significativos para nosotros] que podríamos englobar como leftfield, esa que no figura en los charts o rara vez logra ser indexada por el algoritmo [sobre todo si no le das indicios de que quieres descubrir algo más allá de tus favoritas habituales]. Además, quienes comenzamos este espacio previamente nos dedicábamos profesionalmente al periodismo cultural-musical, entre otras verticales [como se le conoce en el argot mediático a las secciones de un periódico o website]. La idea de iniciar «contextual» era [y sigue siendo], como nuestro nombre indica, posicionar el análisis y/o la crítica de un tema en un contexto más amplio del que las prisas editoriales, las directrices internas o los compromisos con los espacios publicitarios nos permitían en una organización periodística tradicional.
Desde entonces, hemos visto cómo el análisis y la curaduría musical ha migrado del dominio de las páginas de revistas, programas de radio y blogs especializados hacia formatos de textos breves y clips de video cortos en plataformas de redes sociales. Este último formato, especialmente a través de Reels o videos en TikTok, me resulta muy curioso: aplaudo a quienes han logrado reunir decenas o incluso cientos de miles de seguidores gracias a un genuino interés por darle una plataforma más amplia a bandas, artistas o proyectos under, e incluso por recontextualizar lanzamientos del pasado, pese a las restricciones legales que limitan a solo 15 segundos los clips permitidos. Sin embargo, a mí me sigue resultando mucho más atractivo dejar correr 180 minutos de curaduría de Gilles Peterson en BBC6, escuchar lo que tenga que decir al presentar cada canción y Shazamear los tracks que me parecen más interesantes. ¿Síntoma de mi generación? Puede ser.
Por otro lado y aunque más arraigado en la tradición anglo, lo mismo ha ocurrido con las publicaciones sobre “lo mejor” del año, que se han reducido a simples listas, playlists y su mejor-peor sustituto: la personalización algorítmica del Wrapped, dejando fuera propuestas que no se alinean con el gusto popular o que difícilmente logran colarse al stream. También estoy consciente que es todo un lujo darse el tiempo para buscar y descubrir nueva música. Si antes confiábamos en la curaduría de un blog o una revista o una estación de radio, hoy esa “labor” la realizan 0s y 1s con resultados que amplían diagonalmente los gustos preestablecidos; rara es la vez que la recomendación no-humana te presenta algo que te rompe la cabeza y te abre el camino hacia otros sonidos. Y de lo poco que queda en el ecosistema de reseñas escritas [¿cuándo fue la última vez que leíste un review de un disco?], dudo que esa actividad figure entre los hábitos de consumo de contenido, incluso entre fans de música. La dinámica me recuerda mucho a la de la opinología: tengo la impresión de que, así como los verdaderos lectores de columnas de opinión suelen ser otros opinólogos, los reviewers son quienes leen las reseñas de música.
Ahora, toda lista, por más respaldada que esté por alguna publicación de renombre o un pool de críticos, es subjetiva. Es imposible encapsular objetivamente “Lo Mejor del Año” en un Top, y esta no es la excepción. Por eso, creo más atinado llamarla la Música Favorita del Año, con álbums y tracks que destacan sobre otros lanzamientos, más por cuestiones de gusto personal y un historial de afinidades musicales que por criterios estrictamente técnicos. Además, como soundtrack de vida, estoy convencido de que ciertos estilos, ritmos e intenciones musicales logran marcar y acompañar el estado de ánimo de quienes se aventuran a realizar este asfixiante pero gratificante ejercicio de repaso anual. Por ello, considero relevante compartir y revelar un poco de ese ánimo, como una forma de transparentar esta selección.
Sin entrar en demasiados detalles, mi año se dividió prácticamente en dos: una primera mitad de regodeo y regocijo, y una segunda de duelo e introspección. Ese contraste y altibajo se refleja en gran medida en la selección de esta lista. Desde ritmos upbeat que van de lo fiestero a lo agresivo e industrial; ambient denso y nebuloso, pero también suave y despejado; post-punk serio y estructurado, pero también divertido y más libre; del dreampop al metal-progresivo, pasando por la favela funk y el kuduro, sonidos retro y hasta exploraciones futuristas, folk sentido, pastiches regionales e indie-pop nostalgioso [nostálgico + pegajoso].
Con sus tonos e intenciones, la música tiene la capacidad de sorprendernos, tocarnos profundamente, transportarnos y situarnos en un estado mental y emocional diferente al que nos encontrábamos al comenzar a escucharla. En lo personal, esa sensación es mi favorita: ponerme los audífonos, escuchar un álbum por primera vez y, de repente, detener lo que estoy haciendo, regresar la canción que detonó algo, prestar atención, asentir y dejarme llevar. Pero también la música es un recurso al que podemos recurrir a placer, ya sea para acompañar o romper con la vibra emocional que llevemos encima. Puede ser un bálsamo que abraza, un espejo que confronta y juzga, o un escape que distrae y libera.
Para este recorrido, separé los 5 Álbums [más] Favoritos de 2024 para dedicarles un poco más de espacio y hablar de ellos; después, escribo algunos apuntes sobre otros discos y canciones favoritas, siguiendo ninguna estructura. Al final, pueden consultar el listado en orden de los Álbums Favoritos de 2024, son 40 [pudieron ser 100, pero nunca hubiera acabado de acomodarlos]. Siento que este fue un año de mucha y muy buena música; perdón por caer en la falacia de sentir, pero llevo haciendo este ejercicio casi 20 años y en este 2024 noté que agregué significativamente más discos y tracks a la playlist que suelo crear para separar lo favorito del resto. Entre tanto material, la verdad es que cada vez se vuelve más difícil el acomodo. Pero con suerte, algunas descripciones y previews lograrán motivarlos a descubrir y agregar artistas, bandas o DJs que quizá desconocían.
« Los Más Favoritos del Año »
Parece que Pitchfork decidió hacer una especie de comeback a sus raíces indie al detonar el buzz alrededor de Diamond Jubilee de Cindy Lee: la antítesis de disco del año. La mística del sitio se había perdido con la venta al gigante Condé Nast en 2015, pero se exacerbó con la crisis de identidad que empató con el dominio cultural brutal del pop de la última década [que, ojo, no está mal, pero esa línea se cruzaba tenue e interesantemente durante sus años dorados cuando lo dirigía Ryan Schreiber]. Todo indicaba que la agonía de esa deriva conceptual iba a empeorar en 2024 cuando anunciaron que se integrarían como vertical en GQ para recortar gastos y personal, generando todo un debate sobre el estado del periodismo musical independiente a nivel global. Y no obstante, el reducido equipo editorial de Pitchfork cierra este 2024 ubicando al de Cindy Lee como “mejor álbum” por encima de los lanzados por Charlie XCX, Beyoncé, Billie Eilish o Kendrick Lamar, entre otros nombres dominantes; lo increíble es que lo acompañaron, además, de una selección de 50 discos que, francamente y como ex-lector, parecen más un statement de su regreso como taste-makers que una radiografía del momento cultural.
Lo masivo del Diamond Jubilee y sus dos horas de maquetas lo-fi, amplificadas por una indescifrable guitarra que se desliza entre lamentos íntimos y se ahoga en una nostalgia cadenciosa, se abrió paso como un glitch en un año dominado por el maximalismo pop. Una anomalía de 32 tracks descargables desde su sitio alojado en Geocities [al momento de editar esto, acabo de descubrir que por fin está disponible en tu Spotify o Apple Music de confianza; al momento de reeditar esto, siempre no, ya lo bajó, lo cual me genera mucha risa]. Leer la reseña, descargar el archivo, anotar la metadata de los tracks, escucharlo primero en audífonos y luego a todo volumen en bocinas ha sido, por mucho, la experiencia sonora más memorable de este año [y todavía me falta atreverme a pedir la versión de disco triple en vinilo]. Es fecha en que sigo haciendo la misma expresión [apretar los ojos y la boca en modo wtf is this? + cabeza asintiendo rítmicamente] cada vez que truena en mis audífonos “Dracula” y “Lockstepp”.
“Dracula” es la canción más hipnotizante del año, con un bajo que va y viene, acompañado de un rasgueo incesante de guitarra, solos embrujados y la voz mal grabada de Patrick Flegel, canalizando su alter ego drag que parece lamentarse desde un cuarto con demasiado eco. “Lockstepp” le sigue inmediatamente después, confirmando a Flegel como uno de los guitarristas más interesantes en un track que evoca una versión rebajada y aún más retorcida de “Rock and Roll” de Gary Glitter.
Diamond Jubilee es un disco “after hours” bien entrados en la madrugada, de tragos y luces rojas, de nostalgias inexplicables y de una estética sonora retro que, contradictoriamente, define a este 2024.
El sello ugandés Nyege Nyege Tapes se ha encargado de llevar los sonidos globales más underground a los oídos de la crítica occidental de nicho, alimentando la mitificación y fascinación por “nuevos” artistas en los márgenes. Este año, desde las calles de Belo Horizonte presentaron Queridão de DJ Anderson do Paraíso, un álbum vuela-cabezas con la versión más deconstruida del favela funk: espaciado, minimalista y desprovisto de fiesta. En cambio, Queridão explora tétricamente los beats más esenciales y le agrega una nueva dimensión de posibilidades al nuevo funk carioca, jugando con la expectativa de una explosión que nunca llega, manteniéndonos en un estado de tensa anticipación. Por si fuera poco, DJ Anderson do Paraíso acompañó este release de una secuela igual de tétrica, apropiadamente titulado Paraiso Sombrio. Ambos posicionan al joven DJ brasileño más allá de la vanguardia del funk carioca: esto es, en sí mismo, la vertiente de un nuevo género que seguramente será copiado y empaquetado para las masas [algo así como lo que le sucedió al amapiano sudafricano].
Entre la neblina, Actress se encargó de densificar el ambiente con un par de releases que ya figuran entre lo mejor de su prolífico catálogo: el álbum Statik, con una estructura más “tradicional” de tracklist; y otro que lleva su nombre [Darren J. Cunningham] en ucraniano, una sesión continua de 54 minutos originalmente concebida como mixtape para Resident Advisor y que, por la magnitud de lo que ahí se escucha, su nuevo label Smalltown Supersound acertó en lanzar oficialmente. En total, 101 minutos de lo mejor de Actress para este 2024, que ya es decir mucho. Escúchenlo si traen ganas de ponerse en modo numb, con la mirada perdida en los sonidos más ambient que ha producido Actress.
La septuagenaria [¡!] favorita del noise rock lanzó este año el disco que ya quisiera haber grabado cualquier morra hip del momento. The Collective es un vehículo de observación, crítica y mofa sociocultural en el que Kim Gordon presta su monocromática voz para destrozar, de la mejor manera posible, los beats proporcionados por Justin Raisen. La anécdota que mejor encapsula este caos es que el beat de “BYE BYE”, el track que abre y sienta el tono del álbum, originalmente estaba planeado para Playboi Carti. Sin embargo, Raisen lo guardó porque Kim quería hacer una secuela más rítmica de “No Home Record” [2019], su primer álbum en solitario y más noisy. El resultado es un quimera de noise-industrial-trap con momentos tanto para el cabeceo bounce como para taparse los oídos.
Esta lista no podía ser lista sin la presencia multitudinaria de Valentina Magaletti, la baterista italiana cuyo portafolio es tan ridículamente amplio y prolífico que solo atino a decir que ella es, indudablemente, la artista del año. En esta primera intervención, Valentina Magaletti aparece como parte de Moin, banda que comparte con Joe Andrews y Tom Halstead [Raime]. Con You Never End, un álbum aparentemente modesto, logran encapsular el desdén y la desesperanza que definen tiempos tan convulsos como los actuales. Más que una banda, Moin es un proyecto sónico, una plataforma donde sus tres integrantes experimentan y expanden las posibilidades de un género que, en ocasiones, puede sentirse acartonado: el rock. La buena noticia es que, indirectamente, están influenciando a una oleada de bandas de rock obtuso que también figuran en esta lista, como LICE y, especialmente, Still House Plants.
Apuntes varios →
Oficialmente, este ha sido el año en que más lágrimas he derramado. Para reconfortarme o abrir aún más la válvula del lagrimeo, acudí a interpretaciones despojadas, al folk acústico, al dream-pop melancólico e incluso al ambient, géneros que me acompañaron en el sentimiento de pérdida e introspección. Aunque sumergido en nostalgia y melancolía, el álbum más expansivo y elegante en estos menesteres del acompañamiento sentimental fue, sin duda, Leave Another Day de Milan W., lanzado apropiadamente por el sello belga de culto STROOM [culpables de publicar las rarezas de Voice Actor]. Leave Another Day no es un álbum que invoque al llanto, pero sí uno que ayuda a mantenerse en un estado de entumecimiento.
Ya de plano para andar en modo kleenex y soltar el llanto, LA NUBE EN EL JARDIN de Ed Maverick: el de Delicias graba una sesión en cinta que se siente íntima y cruda, se las avienta de corrido [una pista continua de 12 canciones], con guitarra acústica, uno que otro efecto y letras que a veces se atropellan y entran con calzador, pero, como diría el propio Eduardo: «Y si no se puede, no hay problema». Los gritos en “No Hay Problema” desgarran y ya para cuando sale “Nadie va a pensar en ti mejor que yo”, es mejor que estén preparados con alcoholes fuertes. Un discazo que llegó en el ocaso de 2024 y que si no fuera porque vivimos en un mundo mediático musical francamente deplorable, mediocre y envuelto en clickbaits de chisme, estaríamos celebrando por todo lo alto esta nueva producción de Eduardo.
En la misma línea folky intérprete, Adrianne Lenker [Big Thief] lanzó a inicios de año Bright Future, otro disco en solitario sutilmente saca-lágrimas. Aquí sí, la lírica es de un nivel superlativo y la distintiva voz de Lenker eleva la melancolía hacia planos francamente celestiales.
Pero bueno, pasando a otros ritmos y controversias, Callahan & Witscher lanzaron el disco conceptual más cómicamente serio del año con Think Different. En los circuitos de la intelectualidad musical, este release fue motivo de amodio: hay quienes lo consideran la cosa más hipster y Williamsburg-blanca que jamás se ha producido, mientras que otros lo ven como el comentario más atinado sobre el estado actual de la industria musical. Yo me inclino más por lo interesante de recurrir al pegajoso pastiche sonoro del rock alternativo de finales de los 90s e inicios de los 00s, una decisión bastante liberadora, especialmente considerando que ambos provienen de nichos ambient y experimentales que suelen tomarse todo demasiado en serio. Tim & Eric estarían orgullosos de escuchar “Boiler Room”, que más que una canción es anécdota. Para más info, recomiendo leer lo que Balmori escribió sobre el álbum.
Ahora quiero detenerme en dos de las canciones que considero las más favoritas de este año. Primero, aplausos para Noah Lennox por haber superado su cuestionable selección de colaboración con el Mariachi 2000 de Cutberto Pérez, que aparece en un curioso EP de Panda Bear que naufragó en este 2024; acto seguido, lanza el teaser más filoso que pudo haber publicado de lo que será Sinister Grift, el nuevo disco de Panda Bear en 2025. “Defense” es el primer sencillo, que además es el track de cierre del álbum y una colaboración que no sabíamos que necesitábamos con Cindy Lee en la guitarra. Lennox atinó en incluir el rasgado de guitarra de Patrick Flegel para darle el toque final a una canción que, perdón, también te puede sacar la lágrima cuando menos te lo esperes. A lo mejor peco aquí por entrar a terrenos de fandom que no me corresponden, pero desde el Merriweather Post Pavilion no coreaba con tanto feeling una canción junto a la voz de Lennox. Canción del año...
…que comparte con un himno de avant-garde synth pop cortesía de Mary Ocher. El simple hecho de que exista “Sympathize” ya es un logro digno de celebración, especialmente considerando las dificultades de sobrevivir como artista indies economy; de esto se ha encargado de escribir Ocher en su álbum-manifiesto, con una guía para sobrevivir radicalmente en un panorama que siempre es cuesta arriba para bandas y artistas en los márgenes.
Anteriormente había comentado del deplorable estado del periodismo musical, bueno, esto no es exclusivo del ecosistema nacional. Me da mucho gusto culposo que Major Lazer haya lanzado el breve track olvidado “Where’s the Daddy?” con MIA. Y me da gusto después de haber desperdiciado 10 minutos de mi vida leyendo uno de los artículos que más me hicieron voltear los ojos, cortesía de la vertical ICON de El País: “Cómo cayó M.I.A.: crónica de la artista comprometida y radical que acabó apoyando a Trump y los antivacunas”, ajá, ¿a quién le importa? A nadie. Súbele al volumen, twerkea y déjate de ángulos oportunistas. Qué flojera andar auditando a músicos por sus posturas políticas. Tenía que decirlo [cobertura de] MIA para que me entienda [la cobertura de] Thom Yorke.
Fue un año lleno de rock obtuso [Moin, Still House Plants, LICE], ambient raro [Actress, Carmen Villain, Rafael Toral, Skee Mask], techno raro [Shinichi Atobe, Loidis, Verraco], pop raro [Mabe Fratti, Kim Gordon, Milan W., Mary Ocher], funk carioca [vía la compilación funk.br - São Paulo] y kuduro portugués [vía todo lo que sacó Príncipe]. Un año de ver mucho documental musical, entre ellos por primera vez el Instrument [1999] de Fugazi [shoutout al Cartel Cinema]. Según mi Replay de Apple Music, al parecer también fueron 12 meses repletos de Burial [siempre pasa] y hasta de Boards of Canada, Leonard Cohen [muy ad hoc] y Bill Callahan. Lo que lanzó Callahan este año con Resuscitate! [vía Drag City] ya califica como uno de los mejores discos en vivo de la década: un viaje sonoro que exige ser escuchado de una sentada, acompañado por una botella de whiskey. Ovación de pie a la decisión de publicar la versión en vivo de “Coyotes” con un video de nubes vistas desde un avión, porque precisamente esa es la sensación que transmite la tremenda sesión de Callahan con su banda.
Pero también fue un año de Valentina Magaletti, con una serie de lanzamientos inconmensurable: sacó discos con Moin, V/Z [junto a Zongamin], Holy Tongue [en colaboración con Shackleton], el Estradas con Nídia [la estrella del label portugués Príncipe], su EP Lucha Libre y estoy seguro que se me están escapando un par de releases más [nada más le faltó revivir a Tomaga y Better Corners para ser un año imposible].
Es difícil explicarse cómo una baterista que no es de “sesión” logra imprimirle una mística sonora a cada proyecto en el que se involucra. Desde Moin hasta la aventura colaborativa con Nidia, la batería destaca, y no como el cliché que unifica y marca el ritmo de un track, sino por su esencia misma: a veces, como elemento central, y otras, como la encarnación de la corporalidad y fisicalidad de un mantra. Aquí tres ejemplos: NOIAZ, Rapido y Tobu.
Podría seguir, pero esto terminaría publicándose en el primer trimestre de 2025. En retrospectiva, 2024 ofreció mucho, muchísimo más que el pop-popular que inunda por todos lados. Volver a un festival grande creo que será una buena idea para el próximo verano. Por lo pronto, aquí dejo el listado de mis álbums favoritos y una playlist con los tracks que más me resonaron.
Hasta la próxima Degustación Sonora.
« Álbums Favoritos 2024 »
1. Diamond Jubilee – Cindy Lee [Self–Released]
2. Queridão – Dj Anderson do Paraiso [Nyege Nyege Tapes]
+ Paraiso Sombrio – Dj Anderson do Paraiso [Nyege Nyege Tapes]
3. Statik – Actress [Smalltown Supersound]
+ Даррен Дж. Каннінгем – Actress [Smalltown Supersound]
4. The Collective – Kim Gordon [Matador Records]
5. You Never End – Moin [AD 93]
6. Sai do Coração – Nuno Beats [Príncipe]
7. Discipline – Shiniche Atobe [DDS]
8. Resuscitate! – Bill Callahan [Drag City]
9. Tristwch Y Fenywod – Tristwch Y Fenywod [Night School]
10. Think Different – Callahan & Witscher [Post Present Medium]
11. If I Don’t Make It, I Love U – Still House Plants [Bison Records]
12. The New Sound – Geordie Greep [Rough Trade]
13. Resort – Skee Mask [Ilian Tape]
14. Slay Tracks – Andre Bratten [Smalltown Supersound]
15. Forgiveness Is Yours – The Fat White Family [Domino]
16. Verdadeiro EP – DJ Kolt [Príncipe]
17. Leave Another Day – Milan W. [STROOM]
18. Wall of Eyes – The Smile [XL]
19. Songs Of A Lost World – The Cure [Polydor]
20. >>>> – Beak> [Temporary Residence Ltd.]
21. Sentir Que No Sabes – Mabe Fratti [Unheard of Hope]
22. LA NUBE EN EL JARDIN – Ed Maverick [Hoy es un Buen Día]
23. Estradas – Nidia & Valentina [Latency]
24. Spectral Evolution – Rafael Toral [Moikai]
25. Damaged – Ghost Dubs [Pressure]
26. Toda la Verdad Sobre Dame Area – Dame Area [Humo Internacional]
27. SORCS 80 – Thee Oh Sees [Castle Face]
28. Third Time at the Beach – LICE [AD 93]
29. The Tumbling Psychic Joy of Now – Holy Tongue & Shackleton [AD 93]
30. Your Guide to Revolution – Mary Orcher [Underground Institute]
31. Death Jokes – Amen Dunes [Sub Pop]
32. Bright Future – Adrianne Lenker [4AD]
33. Pattern Damage – Bianca Scout [sferic]
34. Skin Breaker – H-Fusion [Sound Signature]
35. alma blindada – nudo [Halcyon Veil]
36. Pop Music – B.Rupp [Accidental Meetings]
37. Ruins – 990x [sferic]
38. Ventas Rumbas – Ezéchiel Pailhès [Circus Company]
39. Everything is Simple – Zelienople [Shelter Press]
40. Great Doubt – Astrid Sonne [Escho]
Degustación Sonora 003 → Música Favorita 2024
j. zertuche Fundador y editor de «contextual». Anteriormente: Residente Monterrey, en su última etapa bajo el lema “Acciones para una ciudad mejor”.
26.dic.24