Una aproximación personal a los sonidos que acompañaron la fatiga, ansiedad e ira de un año pandémico.
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Como cada año desde hace varios, a mediados de noviembre comencé a compilar la lista de los álbumes y canciones que más me gustaron en este atípico 2020. Un ejercicio personal que sinceramente tenía más sentido compartir públicamente en mis años de “bloguero” o cuando era editor de cultura de una revista digital. Ahora, convertido en una especie de grinch del “urbanismo”, parece que hace más sentido publicar una lista de los edificios que más daño le hacen a la ciudad... pero me sigo aferrando a lo otro.
Y si me aferro es porque la música —junto a las series, películas, libros, podcasts, etc.— sirvió como un bálsamo para soportar este año. Si bien desde finales de marzo la música en vivo se detuvo, los discos y las canciones siguieron sonando en bocinas y audífonos; ajá, como siempre han sonado, pero ahora con la particularidad de una intimidad distinta. Aquí quiero aclarar que evidentemente la experiencia musical varía de persona a persona, y esta pseudo-reflexión aplica a una muy específica: la mía. ¿Por qué es relevante, por qué decido publicarlo? Porque la cordura del equipo Contextual MX depende de ello.
La hoja en blanco puede llegar a ser algo aterrador de enfrentar, más cuando el archivo lleva semanas existiendo. Ese sentimiento de duda es más común en formatos como el ensayo y éste, en particular, parecía que no iba a llegar a ningún lado. Un listicle sin relato no podría hacerle justicia a un año desvariado como el 2020.
Ahí están ejercicios proteicos como el de Ann Powers (NPR) o Mark Richardson (Varyer), con aproximaciones un tanto más personales que tratan de repasar los sonidos de un año rarísimo. Además, poco a poco medios especializados están abandonado eso de hacer reseñas con calificaciones numéricas (Resident Advisor) o listas rankeadas con lo mejor del año (Bandcamp). Lo que se pretende con publicar una lista de “lo mejor del año”, como dijo el director editorial de Bandcamp, es contar una historia. Y vaya que las historias que se puedan contar en un año marcado por la pandemia, son personalísimas.
Pues bien, esta es la mía y, con fortuna, la idea es que por este recorrido sonoro puedan descubrir cosas que no tenían en el radar para complementar las suyas.
→ ‘¡Súbanle!’
Una gripe casual en marzo marcó el inicio de la pandemia. Hay mocos, no hay pedo, preocúpate cuando tosas seco. Ir a la CDMX me provoca dolor de cabeza y, a veces, una gripe moderada al regreso. ¿La altura? ¿El smog? ¿El agua? A lo mejor es la reacción resentida de mis defensas —curtidas con el movimiento telúrico de la Narvarte en la infancia, y los gases contaminantes de la zona industrial de Cuautitlán en la adolescencia— que me reclaman el éxodo chilango-mexiquense a la ciudad de las montañas y las carnes asadas.
La primera semana de marzo aterrizamos en la CDMX para ir al Festival NRMAL. El fantasma del covid se medio asomaba, pero el uso del cubrebocas aún no era obligatorio (recuerdo haber visto a una persona usándolo en el aeropuerto, una mujer de rasgos asiáticos, y nada más).
El NRMAL es un festival boutique, de sonidos “raros”. Antes de abandonar Monterrey, como mucha de la “clase creativa” en el filo de la época más violenta en el estado, NRMAL se atrevió a traer a James Ferraro, por ejemplo. Ya consolidado en la CDMX, la edición 2020 prometía a Flying Lotus como headliner; y en un acto de prudencia o desfachatez, Flying Lotus canceló de último momento su participación (lo que le costó al NRMAL una mini crisis de mentadas de madre en redes sociales).
Crisis de cancelación aparte, el NRMAL era la oportunidad de ver a Juana Molina en vivo. Sin saberlo, ese concierto se convertiría en el último del año para nosotros. Que los del festival hayan decidido grabar todo el set sin previo aviso (por acá se cuenta), habla también de prudencia o desfachatez: Juana se soltó a dar una actuación «para la prosperidad», libre de la carga emocional y de responsabilidad de saberse grabada. El resultado fortuito es Anrmal, el primer disco en vivo que lanza Juana Molina, disponible en digital y vinilo.
La primera vez que lo escuché no pude evitar soltar la carcajada. Además de revivir aquel momento que ya parece de una época muy lejana (la congregación de gente en torno a la música), el disco de la argentina se impregnó de una pequeña dosis de mexicanidad: no sólo por haber sido grabado en la CDMX, sino por las reacciones, chiflidos y gritos que son bien particulares del público connacional. A los 10 segundos de que Juana dice “Hola”, previo a tocar Un día punk, se escucha a un vato gritar “¡súbanle!” en tono chilango. Lo vuelve a hacer en el inicio de Eras, un “¡súbanle!” que si bien puede ser interpretado como un área de oportunidad para el equipo de ingenieros de sonido del Festival NRMAL, ahora queda inmortalizado con el lanzamiento de Anrmal en un grito de suplicio e impaciencia en medio de la pandemia: ¡Súbanle a la música, chingado!
→ Bailando sin salir de casa
A finales de marzo se acabó el año. Aunque la denominada Jornada Nacional de Sana Distancia comenzó en México el 23 de marzo y concluyó el 30 de mayo, para fines prácticos la “normalidad” se truncó desde entonces (entiéndase por normalidad en este contexto toda actividad de aglomeración de personas, ya sea en espacios cerrados o abiertos). A punto de iniciar 2021, seguimos en puntos suspensivos con la pequeña-gran-trágica diferencia que hoy suman 125 mil muertes a causa del Covid-19.
Para cierto sector socioeconómico que sí pudo, puede y podrá seguir en cuarentena, finales de marzo también significó entrar de lleno a la era de la videoconferencia. Si de por sí la vida ya era mediada un tanto por la pantalla móvil, el confinamiento le agregó una capa de crudeza a la cuidada estética del branding personal: salas y cuartos se acondicionaron como lugares de trabajo a la vista de contactos que quizá nunca hubieras invitado a pasar.
Sin otra posibilidad más que estar conectados en la pantalla, era de esperarse que Boiler Room aprovechara su experiencia de casi una década transmitiendo en línea música, eventos y fiestas. La plataforma organizó la serie Streaming From Isolation, con DJs tocando sets en sus salas, azoteas u otras locaciones aisladas. Desde CDMX, Berlín, Seúl y hasta Monterrey con el set de Zutzut, Boiler Room llevó la fiesta a la casa.
Es extraño, pero después del NRMAL la primera vez que volví a sentir una sensación de colectividad en torno a la música fue con el stream de Four Tet, quizá el mejor Boiler Room reciente. Y es extraño porque mientras en la pantalla sólo se veía un bosque y a Kieran Hebden entrando a una casa desde donde iba a tocar su set, los números de views simultáneos iban creciendo dando una falsa-pero-real sensación de estar en un evento. Aplausos aparte cuando Four Tet introduce un extracto de Crying de Björk, muy ad hoc para un 3 de abril de 2020: There's no-one here / And people everywhere.
Pero parece que fue el Boiler Room de Floating Points el que puso el tono para videos y cortos subsecuentes: para su set streameado del 22 de abril, Floating Points preparó una fiesta de baile a través de Zoom. Imágenes de las y los bailarines del ensamble KDV, de la coreógrafa puertorriqueña Kiani del Valle, se mezclaban con pequeños recuadros de la audiencia disfrutando el stream desde casa con pasos menos profesionales.
En mayo, Jamie xx estrenó el video de su sencillo Idontknow (canción del año para mi gusto). El video fue grabado un día antes de entrar en vigor la cuarentena en Belfast, Irlanda del Norte, y en él aparece la coreógrafa Oona Doherty, reconocida y elogiada bailarina que explora con su arte a los estereotipos masculinos de los suburbios de Belfast. Oona expresa con sus movimientos los sentimientos de fatiga, ansiedad e ira en torno al aislamiento, en una calle vacía.
En julio, la BBC estrenó Strasbourg 1518 (por un tiempo también estuvo disponible en MUBI), el corto más reciente del director Jonathan Glazer musicalizado por Mica Levi. El tema es similar, pues varios destacados bailarinas y bailarines interpretaron desde sus casas vía Zoom un perturbador beat. Sin embargo, muy a la Glazer, Strasbourg 1518 agrega una capa de historia oscura: el título hace referencia a la “epidemia del baile de 1518”, un extraño fenómeno de coreomanía e histeria colectiva que azotó a Estrasburgo. La descripción wikipedera dice que «Diversas personas se unieron a bailar sin descanso durante días y, al cabo de aproximadamente un mes comenzaron a sufrir invalidez en las piernas y ataques epilépticos. La mayoría murió como consecuencia de infartos, derrames y agotamiento».
Por si este antecedente no fuera suficiente, la música de Mica Levi le añade un incómodo y desconcertante beat que es sólo interrumpido por una voz irónica que repite varias veces: How are you? From 10 to 1...
La “epidemia” del baile en los videos se completó en octubre, con el lanzamiento de Before de James Blake. Bailarinas y bailarines aparecen danzando en salas, recámaras, sótanos, patios y estacionamientos (la postal de la pandemia), mientras el propio James Blake está en un rincón a laBoiler Room interpretando la canción. Bailar sin salir de casa se convirtió en un acto catártico, profetizado en la segunda mitad de la década de los 80s por Marta Sánchez y Olé Olé.
A nivel local, el Topaz streameó sus propias fiestas vía Zoom bajo el lema de Todo va estar bien. Acá debo admitir que no fui partícipe, pero sí me tocó ver la pantalla de Rebeca llena de recuadritos con personas pixeleadas pisteando al ritmo del minimal techno. Algo extrañísimo pero, al mismo tiempo, muy atinado.
→ Ladies, ladies, ladies, ladies
La “cartografía sonora” —citando al mejor copy del año, cortesía de Himnos para La Deriva conducido y curado por Ejival— de este 2020 me llevó a Portugal, Marruecos con escala en Brooklyn y Colombia vía Berlín.
La creatividad expansiva de Middle Ouest de Selwa Abd, bajo el nombre Bergsonist, se convirtió en mi álbum favorito del año. De origen marroquí y ahora establecida en Nueva York, Selwa dijo en una entrevista con Resident Advisor, muy casual, que empezó a hacer música para “matar tiempo”; pues bien, escuchar Middle Ouest durante 2020 fue a todas luces una actividad para “vivir tiempo”, y bailar sin salir de casa.
Desde Portugal, Nídia tocó territorios que sólo podría asociar con Jlin. Não Fales Nela Que A Mentes tiene tintes melancólicos y hasta fúnebres que podrían confundirse con un apagado optimismo, una contradicción que encaja con el ambiente pandémico. Destaco de este álbum la trilogía de canciones “RAP”.
Y la colombiana Lucrecia Dalt, ahora establecida en Berlín, se disuelve en místicos sonidos, “murmullos inconscientes” y vocales experimentales en No era sólida. Lanzado por el sello RVNG Intl., Dalt además está donando parte de los ingresos de este álbum a la organización tierradigna.org, dedicada a la defensa de las comunidades colombianas afectadas por políticas económicas que violan los derechos humanos y devastan el medio ambiente.
A medianoche más uno del 17 de abril, se lanzó oficialmente Fetch the Bolt Cutters, el quinto álbum de Fiona Apple. Ese día me dormí como a las 3 de la mañana, escuchando en repeat el disco de principio a fin. Iba a decir que "me voló la cabeza", pero no, no aplica, más bien las letras y su voz provocan un hueco en el pecho que es inmediatamente llenado por el sonido de fondo de sus perros, las teclas del piano y las erráticas percusiones. Al mismo tiempo, Pitchfork publicó su reseña: un 10. Lo leí por morbo porque hace mucho que dejé de leer sus reseñas, pero lo escrito por Jenn Pelly es, indudablemente, de lo mejor que han publicado en los últimos años. La reseña resultó una especie de guía, sobre todo para un vato que escucha con audífonos, sobre la carga emotiva que envuelve al álbum que resultó ser el mejor del año (y por mucho, según el puntaje de Metacritic que compila cada año las listas de la crítica especializada).
El disco está para escucharse de principio a fin, pero, para mí, el 1-2-3-4 está al final: Heavy Ballons – Cosmonauts – For Her – Drumset.
Todo se acabó, no se acabó empieza de nuevo. Y que a veces no lo sentía. Vienes solo y lo encuentras. Y mira que todo pasa una vez, porque no pasa dos veces, es solo una vida. Y esta vida está y se transforma, así que vente a tu casa y siéntete en ella. Todo pasa por algo, esa es la solución. Y si pasó así es porque así es, y no hay nada más que decir.
Keep on going on de Deadbeat Meets the Mole.
Y pues ya, qué se le hace, ahí viene 2021 con un amago de on repeat —potencialmente parcial, o por lo menos eso queremos creer— de lo vivido en buena parte de 2020. Acá el resto del mosaico sonoro de un año raro, pero con lanzamientos que hicieron sobrellevarlo:
Recorrido Sonoro 2020
j. zertuche Fundador y editor de «contextual». Anteriormente: Residente Monterrey, en su última etapa bajo el lema “Acciones para una ciudad mejor”.
30.dic.20