Desde hace por lo menos diez años, Alejandro Cartagena se ha dedicado a fotografiar el Monterrey urbano que no aparece en los folletos oficialistas. Sus cámaras han captado las dramáticas postales de una periferia homogénea, la peculiar dinámica de movilidad que este ensanchamiento urbano ha provocado y la onerosa infraestructura vial que, en lugar de acercarnos y conectarnos, nos divide. Su más reciente libro, «A Guide To Infrastructure And Corruption» (así, en inglés, porque su trabajo es más apreciado a nivel global que local), es un comentario visual que de alguna manera satiriza a esa infraestructura que pretende simbolizar un falso progreso.
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La casualidad y el olfato oportuno siempre han acompañado a Alejandro Cartagena, o por lo menos en buena parte de su vida adulta. Aunque sus padres son regiomontanos, nació y pasó su infancia en República Dominicana, lo que explica un poco su acento; su familia regresó a Monterrey en 1990, cuando tenía 13 años de edad. Su relación con la fotografía inició tarde, ya entrado en sus 20s, gracias a un impulso que lo llevó a cambiar de profesión. Primero se decidió por estudiar administración del tiempo libre y hasta trabajó en puestos gerenciales en la industria hotelera, pero a sus 27 años abandonó abruptamente esa vida para inscribirse en un taller de fotografía.
«Milagrosamente encontré lo que quería hacer», recuerda Cartagena mientras platicamos en el segundo piso de su estudio, a dos cuadras de la Alameda. El lugar está acondicionado como una pequeña galería, un verdadero tesoro que se descubre al abrir la puerta negra de la entrada: fotografías se exhiben en sus paredes y en un par de mostradores al centro de un cuarto de doble altura; arriba, en el segundo piso, estantes resguardan una gran colección de libros de fotografía, apuntes y recortes que serán utilizados en sus próximos proyectos. Cartagena se puede dar el lujo de repartir su tiempo entre la fotografía y su familia, pues su casa está a espaldas del estudio (muestra de ello, sus dos pequeños hijos interrumpen inocentemente la entrevista en varias ocasiones).
Después de «muchos talleres y lecturas», la inspiración le llegó cuando por casualidad le tocó participar en el escaneo del trabajo de Eugenio Espino Barros (1883–1978), fotógrafo e ingenioso inventor mexicano que documentó los paisajes urbanos y rurales del Monterrey de la década de los 30s en adelante. Al ver la obra de Espino Barrios, Cartagena decidió lanzarse a la periferia de la ciudad.
«Me di cuenta que había algo ahí, que había un tema ahí [...] A donde iba siempre estaban estas casitas del INFONAVIT». Cartagena apuntó el lente de su cámara en el momento adecuado para documentar el dramático ensanchamiento de la ciudad, «en su mero apogeo durante 2005-2006». Sus fotografías son estampas de la pésima planeación urbana en el Área Metropolitana de Monterrey: hileras de casitas homogéneas se asoman en un paisaje inhóspito, terrenos lejanos que tendrán que ser urbanizados para desplazar a cientos de miles de familias que fueron agraciadas con créditos de vivienda en las áreas más lejanas de la ciudad. Misión cumplida INFONAVIT¹.
¹ Qué casualidad que la política de vivienda nacional se diseñó para convertirse en el mejor aliado de las constructoras, empresas que se vieron obligadas a concursar por contratos federales y estatales para edificar la infraestructura necesaria que llevara los servicios y las vialidades –miles de kilómetros de concreto– a la periferia.