El que Samuel García lleve la delantera lo único que evidencia es que ante el cansancio y la falta de proyectos serios para gobernar Nuevo León, los votantes, que claramente son inteligentes, encontraron en él la opción que menos les ofende… por ahora.
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Con apenas el 8% de la preferencia, Samuel García se colocó en quinto lugar de la encuesta que publicó El Norte en marzo pasado al arranque de las campañas (sí, quinto lugar, porque incluso estaba por debajo del 11% de indecisos). Nadie hubiera podido pronosticar que, tan sólo mes y medio después, hoy esté encabezando las preferencias con un 32% de intención de voto. Bueno, casi nadie, porque el único que se la creía posible era el propio Samuel; así se lo comentó en entrevista a Brozo, un video que por cierto ya acumula 1.5 millones de vistas y hoy es pautado completo como anuncio de YouTube.
Sonaba imposible que un candidato que exuda alienación y clasismo —de esos que atestan las páginas de sociales del Sierra Madre o el ¡Hola!— pudiera conectar (¿reconectar?) tan rápido con un tercio de los votantes. Parece mentira que el candidato de los suelditos de 40 mil pesos y el que sufre con ir a jugar al golf los sábados esté en la antesala de convertirse en gobernador de Nuevo León, el estado siempre en ascenso.
Visto así, uno podría caer en la tentación de coincidir con aquellas voces que apuntan, sobre todo desde la CDMX, a que esto era “obvio”, “natural”, porque “¿qué más se podría esperar de quienes votaron por El Bronco?”... pero ese análisis se muestra completamente ofensivo; pocas cosas más delirantes que culpar a la ciudadanía de una clase política que prefirió reciclarse en los nuevos partidos y hacer bailes de TikTok antes de dejar que les arrebataran el poder.
Un pastel siempre dividido
El ascenso de Samuel García revela el hartazgo de una ciudadanía que lleva años presa de una clase política que oculta su falta de ideas con una compulsión por la excentricidad.
Samuel García no va de puntero porque su candidatura represente una opción, sino porque es lo que queda una vez que descartaste lo demás. Ni siquiera es posible ofrecerle el atributo del menos malo, quizás sea el único tolerable porque la idea de gobernar bajo el parámetro de la estulticia es menos agotadora que la de vivir bajo los preceptos de la corrupción.
Si el próximamente tres veces doctor fuese puntero por representar algo positivo, entonces veríamos a Movimiento Ciudadano (MC), en su calidad de fuerza política, ganar espacios en las preferencias de las demás contiendas locales y eso no está ocurriendo.
En San Pedro Garza García, por ejemplo, la contienda está cerrada entre Miguel Treviño (alcalde independiente que busca la reelección) y Mauricio Fernández, el panista que ya fue tres veces presidente municipal. Aquí MC no pinta.
Colosio lleva la ventaja en la capital Monterrey, pero esto tiene una explicación que se sustenta más en su apellido que en su trayectoria o militancia naranja; fuera de la dupla de compadres Samuel-Colosio, MC no pinta para ganar alguna otra alcaldía del Área Metropolitana. Además, todo parece indicar que el PRI y el PAN seguirán repartiéndose la mayoría del congreso local (con 27% y 22% de las preferencias, respectivamente, mientras que MC alcanza apenas un 13% de la intención de voto).
Esta no sería la primera vez que los regiomontanos deciden votar por partidos distintos para el congreso (local y federal), la alcaldía y la gubernatura.
En la elección del 2018, AMLO obtuvo apenas 50 mil votos más que Anaya en el estado; Samuel García de MC ganó la elección para senador por encima de Victor Fuentes del PAN; y en la cámara de diputados el comportamiento fue similar al de la presidencia, ya que la coalición de MORENA obtuvo seis distritos y el PAN ganó cinco. Sin embargo, a nivel local se rompió la inercia de la elección presidencial: el PAN y el PRI ganaron la mayor parte de los municipios (16 y 14, respectivamente); pero en el congreso la cosa cambió, el PAN obtuvo 12 distritos, seguido de MORENA que obtuvo 11. Estos resultados revelan que el elector eligió a sus alcaldes y al senador siguiendo una lógica distinta a la que imperó en su selección de presidente y diputados.
En 2015 también hubo un voto dividido. Aunque Jaime Rodríguez arrasó con los candidatos del PAN y del PRI, estos partidos ganaron la mayoría de los municipios y fueron los únicos que ganaron distritos para sus diputaciones locales, es decir, los otros partidos llegaron al Congreso de Nuevo León por representación proporcional.
Las razones para hacer un voto cruzado son variadas y no necesariamente éstas tienen que ver con que se busque un contrapeso entre poderes; lo que sí dejan ver en claro es que, para el votante promedio de NL, cada boleta es un juego distinto. Esto se lo debemos, en gran parte, a los seis años que llevamos con un gobernador independiente, lo que generó una distancia entre el Congreso y el Ejecutivo que parece no se eliminará con el cambio de gobierno.
Fácil viene, fácil se va
Otro punto a considerar es que el voto neolonés es muy volátil y lo que fácil viene, fácil se va. Mentir en público, por ejemplo, le costó 17 puntos a Clara Luz en tan sólo mes y medio a raíz del tema NXIVM; por lo tanto, nada garantiza que Samuel no vuelva a cometer errores en el cierre de campaña, como los que ya ha cometido (algún desplante machista con Mariana, alguna insensibilidad clasista, etc.) y que le pueden hacer perder los puntos que ganó en estas semanas.
Sin embargo, en este escenario de carambola errática, hay que matizar que se antoja difícil que esos votos volátiles se puedan ir al PAN o al PRI; si algo demostró la victoria de El Bronco, es que el votante regio difícilmente volvería a confiar en ellos después del dominio bipartidista durante años en la gubernatura de NL.
El caso de Larrazabal y su campaña que simplemente no levanta es un buen ejemplo de lo anterior; y por otro lado, el buen desempeño de Adrián como candidato y anteriormente como alcalde le ha servido sólo para mantener sus puntos, porque dada la forma agresiva en que está haciendo campaña —a través de la publicación de materiales “secretos” de los demás candidatos—, uno esperaría que se adjudicara algo de esa bolsa del voto volátil que en buena parte ha provocado sus video-revelaciones, pero no ha ocurrido así. La pregunta que queda en el aire es si ese estilo de hacer campaña, de confrontación y revelación de escándalos, ¿le terminará por jugar en contra a Adrián? Porque si pierde esos puntos que ha mantenido, difícilmente podría recuperarlos por el simple hecho de militar y abanderar al PRI.
Esta conjunción entre volatilidad y negación de segundas oportunidades quedó muy claro durante el gobierno de Jaime Rodríguez. A los 100 días de su mandato, El Norte publicó una encuesta que le daba 71% de aprobación; para el cierre del primer año de gobierno, era de 45% y a partir de ese momento la aprobación de El Bronco sólo fue en picada; para finales del 2017, antes de contender a la presidencia, su aprobación era del 30% y para el cierre del 2019 sólo el 15% de la población aprobaba el desempeño del gobernador.
Aunque la pandemia ayudó a repuntar ligeramente su popularidad, los resultados siguen dejándolo mal parado. De acuerdo con el índice de prioridades ciudadanas de Cómo Vamos Nuevo León, apenas el 37% de los ciudadanos piensa que El Bronco cumplió sus promesas de campaña y 74% piensa que está dejando el estado peor o igual que como lo recibió de Rodrigo Medina, un gobernador que hoy es investigado por el desvío de más de 3 mil millones de pesos.
Estos datos muestran que los votantes en Nuevo León pierden muy fácil la confianza en sus políticos y una vez que ocurre eso, es casi imposible recuperarla. Esto sin duda son pésimas noticias para Clara Luz.
De cerca y de lejos
Nuevo León, como todos los estados de la república, tiene dinámicas locales muy complejas, con tiempos propios y matices que sólo desde cerca ofrecen respuestas.
Durante estos primeros años de gobierno hemos visto crujir al federalismo y se lo hemos atribuido únicamente al estilo de gobernar del presidente. No obstante, en esta ecuación valdría la pena que pensáramos que también las entidades han madurado en su forma de vivir en democracia y le han roto el corazón a la ciudadanía cada vez que falla una alternancia.
Lo entreverado de estas elecciones —y aplica para cualquier estado donde se ponga la lupa— habla precisamente del resquebrajamiento de la opinión pública. Analizar la vida política de todo el país desde la Ciudad de México es ahora imposible, porque las lógicas federales no están permeando como una calca en las locales. Esta campaña debería, sí o sí, abrir camino para empezar a reflexionar nuestra política ya no desde una caja de resonancia anclada en la Ciudad de México, sino que debe obligarnos a pensar el discurso nacional como algo que opera en red y que tiene cada vez menos coincidencias nacionales a las cuales asirse.
Samuel García hoy es puntero y probablemente gane y eso no representa ni una derrota al presidente ni un triunfo de Movimiento Ciudadano como oposición. El que Samuel García lleve la delantera lo único que evidencia es que ante el cansancio y la falta de proyectos serios para gobernar Nuevo León, los votantes, que claramente son inteligentes, encontraron en él la opción que menos les ofende y que, por lo mismo, a la primer evidencia de deshonestidad le retirarán el beneficio de la duda, tal y como lo hicieron con El Bronco.
Pero, ¡¿cómo puede ir ganando Samuel?!
Luis Mendoza Ovando
20.abr.21