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19.may.2021

El desaire de un ‘debate’ vacío

Nadie ganó el debate organizado por El Norte, ni siquiera el candidato que sí fue. Este episodio servirá para recordarnos que celebramos un proceso electoral como un concurso de gritos: sin que nadie tuviera nada para decir, ni tampoco disposición a escuchar.

POR Luis Mendoza Ovando / Lectura de 15 min.

Nadie ganó el debate organizado por El Norte, ni siquiera el candidato que sí fue. Este episodio servirá para recordarnos que celebramos un proceso electoral como un concurso de gritos: sin que nadie tuviera nada para decir, ni tampoco disposición a escuchar.

Lectura de 15 min.

A Samuel se le ve solo con su ego en un escenario. Tantas son sus ganas de brillar, que no alcanza a percatarse de que se ha parado en un campo de guerra. La ausencia de Clara Luz Flores, Fernando Larrazabal y Adrián de la Garza al debate convocado por El Norte marca un hecho histórico: la noche del 18 de mayo se escaló de forma dramática la guerra entre la clase política y el periódico, un choque forjado desde la campaña de Jaime Rodríguez Calderón.

Hace poco más de un año tuve la oportunidad de platicar con el periodista Luciano Campos sobre la elección del 2015. En su libro, Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, documenta cómo la cobertura de Milenio y Multimedios estaba cargada hacia Ivonne Álvarez, del PRI; mientras que la cobertura de El Norte, que durante las campañas publicó varios reportajes que dejaban mal parado al gobierno de Rodrigo Medina, terminó por beneficiar al candidato independiente. Al final, pesó más la cobertura del periódico que la de la tele (el servilismo de ésta quedará para siempre en la memoria neoleonesa y vivirá en esos videos que registran a una Macroplaza enardecida que gritaba ¡Fuera Multimedios!).

A los pocos meses después, el periódico publicó que se habían comprado cobijas con sobreprecio para un programa social y de ahí comenzó, a manera de bola de nieve, la caída en popularidad de El Bronco. Sin embargo, ¿pudo El Norte solito desinflar a Jaime Rodríguez? Responder que sí es omitir que en medio está la decisión de dejar aventado el estado para irse a competir por la presidencia.

Los políticos regiomontanos insisten en que El Norte “siempre quiere gobernar"“, una letanía de victimismo que francamente ya cansa. La clase política local está adoptando una actitud de la misma calaña que la del Gobierno Federal, que no hace nada para proteger a los periodistas en un país donde cada 13 horas hay agresiones contra la prensa, pero que invierte dinero en hacer “programa de verificación de noticias” porque, desde su perspectiva, el Gobierno debe corregirle la plana a los medios de comunicación. Resulta que nadie sabe más sobre la verdad que aquellos que protagonizan las mentiras públicas.

Pero la realidad es siempre más complicada. Al inicio de las campañas, en nuestro podcast hablamos de la relación que existe entre los medios y las elecciones y sí: los medios de comunicación tienen sus candidatos favoritos, aquí y en el resto del mundo donde se celebran las elecciones. El problema de los medios mexicanos es que no dicen abiertamente cuáles son sus filias; el problema de nuestros políticos es que su cinismo es infinito.

Esta elección se ha caracterizado, además, por un vacío en la discusión pública. Por un lado, la incorporación de las voces críticas de la ciudadanía al proceso electoral (principalmente a través de Movimiento Ciudadano) generó un vacío en las gradas. Somos espectadores tristes del desastre y nos quedamos sin dirección en la porra. Por otro lado, las organizaciones de la sociedad civil más institucionalizadas encuentran un refugio políticamente seguro en la elaboración de foros, pues pareciera que subirse al debate público y generar contraste frente a los discursos de los candidatos podría comprometer sus colaboraciones políticas una vez que acaben las elecciones.

Si la sociedad civil juega desde una posición en la que le da lo mismo quien gane, ¿qué incentivos tiene la clase política para hacerle caso? ¿Cuál es el costo de firmar compromisos y no cumplirlos si al final en las campañas no van a salir a reclamarlo?

Quizás el momento más brillante (y tal vez el único) haya sido el debate de Cómo Vamos Nuevo León. La confrontación de los especialistas con tres de los cuatro punteros (porque Adrián de la Garza tampoco fue a este debate) evidenció su pobreza programática y su promiscuidad ideológica. Estos candidatos son capaces de creer en lo que sea, mientras sea fácil de vender, y su programa de propuestas, que está diseñado para ser repetido en redes sociales, es hoja de ruta hacia un fracaso económico, urbano y social. Ahora bien, estos candidatos son, en honor a la verdad, tan malos como los de hace seis años; la diferencia es que, agotadas las alternancias, ya ni siquiera hay una novedad que vuelva tolerable el absurdo.

Y esto nos regresa a nuestro debate vacío en las oficinas de El Norte. Una imagen prístina de nuestra opinión pública: tres podios vacíos y un truco publicitario. El diario siguió con el debate como si los candidatos ausentes estuvieran y la transmisión era dolorosa, pero no por ello me parece un desacierto. Creo que la reacción del periódico parte de cierto infantilismo, sin embargo la creación de ese contexto humillante para todos —políticos, el diario y la ciudadanía— es valiosa, pues brinda involuntariamente una lección poderosa: no nos perdimos de nada, es decir, la ciudadanía no se privó de propuestas porque no las hubo antes y en el debate del periódico tampoco las iba a haber.

Ahora, ¿por qué importa entonces si daba igual? La gravedad del hecho radica en que al no asistir los candidatos (y con ellos la mayor parte de las fuerzas políticas), dan la última muestra de que no les importa no tener ideas qué defender. Esto no quiere decir que el candidato de MC, ni mucho menos ese partido, las tenga, pero por lo menos tienen un compromiso con la simulación.

Entonces, estamos frente a un sistema de partidos que no promueve nada, no defiende nada y que es inmune al voto de castigo; el partido que pierda hoy, podrá ganar mañana porque la fuerza que resulte electa lo hará terrible y eso, automáticamente, renueva a los perdedores como opción.

Estamos atrapados en un ciclo sin fin y luego, ¿qué queda por hacer? No está claro, pero hacer más y mejor periodismo no estorba en lo que encontramos una respuesta. El periodismo, como el que muchas veces hacen las y los periodistas de El Norte, sirve para diferenciar la suciedad entre la mugre. Las investigaciones nos revelan aquellas cochinadas que la clase política no está dispuesta a que se sepa, esas que ni con su cinismo tan ejercitado serían capaces de decir abiertamente. Ahí, en lo que ocultan, es que podemos ponderar qué nos pesa más: ¿el cobijagate de Jaime Rodríguez o los desvíos de recursos de Rodrigo Medina?

Pensar que el que no hayan asistido tres de los cuatro candidatos punteros es sólo un desaire a las élites detrás del periódico, es perderse en las ramas. Ese alegato de que los candidatos se ausentaron como protesta por el sesgo editorial del periódico es una acción que busca dinamitar la credibilidad del diario y, con ello, herirlo gravemente, porque los medios no se mueven en el ámbito de la información, se mueven en el ámbito de la influencia y cambiar una opinión sólo es posible con credibilidad. Hacer periodismo es construir una propuesta diaria de realidad y marcar un registro constante de lo que pasa y lo que no pasa. Eso, por supuesto, es una labor sesgada, pero calibrar ese sesgo a través de la exigencia es una actividad que compete exclusivamente a las y los lectores, a la ciudadanía en general. Un buen ejemplo de esto es lo que hace el colectivo Mujeres + Mujeres cuando este y otros medios hacen un periodismo machista.

En esa discusión sobre cómo hacer mejor periodismo, los políticos tienen muy poco qué decir porque sus incentivos siempre están alineados para que los medios callen más de lo que hablan. Sin embargo, inmediatamente los vimos, y los seguiremos viendo, dando cátedra de lo que debe y no debe hacer El Norte. Justificarán su actitud antidemocrática diciendo que el periódico ya perdió toda su credibilidad y que no es lo que era antes. Comenzarán a estigmatizarlo, como hace también el presidente con otros diarios, y habrá personas que se creerán la idea de que todos los periodistas mienten o son corruptos.

Pero la cosa no es que los periódicos sean perfectos, ni que siempre nos digan las cosas como son. Muchas veces nos han mentido y han faltado a su compromiso con la ciudadanía, pero también debemos recordar que en muchas otras ocasiones han hecho bien su trabajo. Que la mayor parte del gremio está precarizado, que gana muy poco y trabaja sin descanso. No debemos perder de vista que sin medios confiables perdemos los lectores, no la gente en y con el poder.

Por eso creo que este momento nos debe motivar a exigirle a El Norte, y a los demás medios, que estén a la altura de estos tiempos y que entiendan que la única manera de blindarse contra estos ataques es haciendo un periodismo que, mayoritariamente, sirva para evidenciar los problemas de la gente; y no como cámara de eco de quienes tienen más dinero en esta ciudad.

Pienso también que como ciudadanía debemos cobijar al periodismo en general, para cuidar de ese periodismo ocasional, pero importante, que es el bien hecho. Creo que debemos salir en defensa de nuestro derecho a ser los únicos que deben decirle a los medios cómo hacer su trabajo.

Este 18 mayo nadie ganó el debate ni siquiera el candidato que sí fue. Ese escenario vacío será una imagen anclada a nuestra historia y nos recordará el momento en que celebramos elecciones como un concurso de gritos: sin que nadie tuviera nada para decir, ni tampoco disposición a escuchar.

Nadie ganó el debate y la imagen de ese escenario vacío es prueba de un fracaso donde todos, ahora sí todos, salimos raspados.

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Escrito Por

Luis Mendoza Ovando

Fecha

19.may.21

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