¿Qué se gana, qué se pierde, cuáles son los riesgos y garantías de incluir en el gobierno a personajes de la sociedad civil organizada? Una complicada pero necesaria reflexión con Ximena Peredo y Luis Ávila.
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¿Por dónde empezar este texto? Por una confesión personal. Me interesa entender qué implica que los activistas lleguen a las filas del poder porque, de fondo, a muchos de ellos los conozco y quiero pensar que lo están haciendo bien; pero, al mismo tiempo, constantemente veo en las acciones de gobierno una forma de ejercer el poder que me disgusta y que creo que se parece a lo que ya hemos visto antes. ¿Será que ya fueron cooptados por una forma más viral y chic del poder rancio de siempre?
Busco entonces una escena para arrancar el ensayo. La foto de gabinete puede ser buena opción, aunque una parte de mí sabe que hay un lugar común y ridículo en querer leer todos los entramados y profundidades de un gobierno en su foto de gabinete; además pienso que es la representación gráfica del optimismo con el que llegó este nuevo gobierno, la imagen de un gabinete paritario que ahora sí va a cumplir.
En la foto de Rodrigo Medina y su gabinete ampliado, en un lejano 2005, todos estaban vestidos exactamente igual: traje negro, camisa blanca y corbata roja, porque mayoría de hombres. Con el gobierno de Jaime Rodríguez 'El Bronco' el desparpajo se volvió ritual, pero la vejez masculina seguía preponderante.
El “nuevo” Nuevo León carga con ese mismo sueño esotérico en su foto de gabinete: detrás de Samuel García y Mariana Rodríguez hay un montón de hombres y mujeres que desentonan con los hitos del pasado, porque cada quien viste con una versión de lo que entiende por formalidad y hasta cierto modo tratan de colar, entre la radiación mediática que proyecta la pareja gobernante, una visión personal de lo que implica la nueva normalidad (concepto tan palpable a esas alturas de la pandemia y de lo que conllevará su estadía en el gobierno).
“Cumplí mi promesa: este es el primer gabinete paritario y ciudadano en la historia de Nuevo León. Junto a María, hija de Ximena Peredo, futura Secretaria de Participación Ciudadana, y de Oreo, la nueva mascota de la familia, comienza el nuevo Nuevo León”, escribió el 2 de octubre del 2021 en su cuenta de Twitter el gobernador fosfo fosfo. Es verdad, Ximena Peredo aparece cargando a su hija en brazos en la foto oficial y no es poca cosa; se trata de la activista que hizo frente a Femsa por la destrucción del bosque de La Pastora para construir un estadio y que lo firmó desde su columna en El Norte, el periódico más conservador de la ciudad. Esto además de haber sido en los últimos años una de las voces más críticas al sistema de partidos locales y sus nuevos exponentes, como el propio Samuel García.
Ha pasado más de un año de esa fotografía y hoy se tiene que ver con algo de escepticismo. ¿Será que ese gabinete paritario y ciudadano sigue siendo la brújula del primer gobierno emecista en Nuevo León? Al ver aquella imagen no sólo brotan las dudas respecto a la labor que esos activistas desempeñan hoy como funcionarios, también creo que se gesta, al menos en mí, una duda: ¿la mirada que somos capaces de ofrecer como sociedad es certera o está cargada de una impaciencia autodestructiva?
En cualquier caso, para responder cómo va la promesa del “nuevo” Nuevo León es preciso tomar aire, ampliar la mirada y salir de la tentación de quedarse sólo con aquel retrato. Hace falta mirar al pasado y en él reconocer que nuestro presente es muy distinto y mucho mejor al que se vivía hace 10 años. La idea del ejercicio no es mía, sino que me la propone Luis Ávila, director de Cómo Vamos Nuevo León y un testigo clave de la evolución política y cívica de nuestro estado.
Ávila recuerda uno de los primeros esfuerzos de la organización, en 2011, cuando buscaron organizar una protesta por la inacción de las autoridades ante el incendio del Casino Royale, una de las tragedia cúspide de aquellos años traumáticos y que ocasionó la muerte de 52 personas.
“No fuimos capaces de ponernos de acuerdo. No pudo haber una movilización en la calle organizada y coordinada para protestar frente a este hecho. Pero si lo vemos ahora, es mucho más fácil organizar marchas en Monterrey. Lo vemos en gran parte con las mujeres, pero también con activistas empresariales o de corte más conservador”, explica Ávila y sugiere que se debe a tres motivos: la sofisticación del electorado, la alta conectividad de la sociedad neoleonesa y el encuentro de grupos diversos de la sociedad civil en plataformas como Cómo Vamos.
Sobre la sofisticación del electorado, Ávila rescata la alternancia de fuerzas políticas en los últimos 10 años. Nuevo León no sólo fue el primer estado con un gobernador independiente, sino que la siguiente elección la ganó un partido distinto al PRI y al PAN. Además, la zona metropolitana de Monterrey es gobernada por cinco partidos distintos.
“La sociedad es muy rápida para dar confianza y muy rápida para quitarla. También hay una gran diversidad de opciones que, entre algunos grupos de la población, la gente está dispuesta a probar”, señala.
Por otro lado, el ascenso de figuras como El Bronco y Samuel García no se explica sin el uso de redes sociales, particularmente efectivas en Nuevo León por su alta conectividad. De acuerdo con el INEGI, el 84.2 por ciento de la población en Nuevo León tiene acceso a Internet, mientras que la media nacional es de solo 75.6 por ciento.
Finalmente, sobre el cambio en la sociedad organizada, Ávila piensa que la inseguridad fue un catalizador para que grupos civiles más conservadores, como son los ligados a las cámaras empresariales, se plantearan juntarse y escuchar a otros activismos más progresistas ligados a causas LGBTTIQ+, de movilidad y medio ambiente, por mencionar algunos.
Durante varias partes de la entrevista, Luis Ávila dice y repite que hay cosas que hoy ya vemos como cotidianas —foros, manifestaciones, interacciones con el gobierno— y que hace 10 años eran impensables. Hace una década, el estado atravesaba una situación poco esperanzadora por la violencia imparable y terrible. Desde ese territorio del pasado, Ximena Peredo escribió, justo después de perder la batalla contra Femsa por la defensa de La Pastora, un texto titulado Apocalipsis contra ilusión: Postactivismo.
En ese ensayo, Peredo plantea que hay tres utopías que se nos han negado: la del desarrollo, la del progreso y la de la representatividad democrática. No hay duda que las dos primeras siguen negadas, de ahí que los nuevos activismos estén estrechamente ligados a construir ciudades habitables en un sentido de seguridad, pero también de armonía con el medio ambiente.
Sobre la representatividad democrática hay una diversidad de opiniones. Hace 10 años, Ximena escribió: «Llevar nuestra lucha a las instituciones quizá fue un acierto y un signo de madurez cívica pero fue una decisión tardía. Ahora que estamos haciendo antesalas, que entregamos documentos, iniciativas, estudios; que preguntamos, que denunciamos, que impugnamos; parecemos los últimos en enterarnos que el gobierno se hipotecó hace tiempo».
El post-activista es un burócrata que brinda terapia de pareja
¿Será que el gobierno dejó de estar hipotecado 10 años después y que el tiempo reivindicó la oportunidad de incidir desde las instituciones? Un primer instinto sería tachar de hipócritas a los activistas que se unieron al gobierno de Movimiento Ciudadano, pero creo que el diagnóstico de Ximena responde a una realidad política que cambió por los motivos que explica Luis Ávila.
Sin embargo, hay otros puntos expuestos por Peredo que siguen vigentes y que la “sofisticación electoral” de la sociedad neolonesa no ha terminado de resolver, llevándose de encuentro la promesa de desarrollo y progreso para toda la sociedad:
«Las elecciones son una gran simulación con la que legitimamos la inoperancia deliberada del sistema político. Las condiciones de la política local son desoladoras. Mientras sigamos creyendo que 'mi candidatura —o mi candidato— justifica los medios' no podremos ser autores del verdadero cambio; mientras sigamos enganchados con la estructura piramidal no podremos mudarnos a un modelo colaborativo en el que todas las partes progresen. Esto no es ilusión, ni romanticismo trasnochado. El sistema democrático jamás traicionará al neoliberalismo. No seamos ilusos. La desigualdad entre las personas es la política más aplaudida por las financiadoras del Estado. No perdamos mucha de nuestra energía apostando por el mejor caballo que corra hacia el precipicio. No vayamos a darnos cuenta tarde de que el tablero del juego se podía doblar en cualquier momento para jugar algo distinto».
→ Apocalipsis contra ilusión: Postactivismo
Las palabras de Ximena retumban como campanadas en el presente, y en particular en el suyo porque contendió por MC a una diputación local y hoy forma parte de la primera plana del gobierno de García Sepúlveda. Por eso decidí entrevistarla —aunque no del todo, fue después de que ella me buscara a mí que surgió la idea de la entrevista—, para averiguar si su nueva posición en el panorama político responde a que encontró una manera de “jugar distinto”.
“Ya pasaron esos meses de sentirme rana, de no entender qué era lo que tenía que estar haciendo, de sentir que de repente había entrado en una puesta en escena y no me sabía el libreto y no estaba vestida para la ocasión”, me dice Ximena en un tono familiar, como cuando me enseñó a escribir columna de opinión o cuando había tiempo de tomarnos un café. Hablamos por Zoom y una parte de mí se siente culpable del tiempo que llevamos sin hablar porque aunque se ve como siempre, cruza por mi mente la idea de que la distancia ha sido auto-impuesta por mis prejuicios a su nuevo trabajo. Sin embargo, inmediatamente noto que algo ha cambiado porque tenemos que acordar desde el inicio no ir y venir por la conversación con entera libertad (porque yo soy un periodista y ella una funcionaria, y el off-the-record está ahí para recordarnos nuestra posición durante la hora de conversación).
El jugar distinto para Ximena Peredo está en que ahora tiene la posibilidad de imprimir un cambio en la forma que opera el gobierno estatal. Actualmente es titular de la Secretaría de Participación Ciudadana, un organismo que fue creado justo al inicio de esta administración. Una Secretaría que opera, según sus palabras, de forma transversal pues ayuda a todas las demás dependencias a construir procesos de participación entre sus proyectos específicos y la ciudadanía en general. Es un proceso similar al que desempeñan las secretarías de comunicación social, pero con un trato directo con las personas, algo que ya ocurría desde el priísmo más antiguo con la diferencia que antes el único propósito era la despolitización de la población.
“Estamos tratando de construir confianza y colaboración. No puedes llegar a eso si antes no curas las heridas. Es un proceso sumamente lento porque hay muy poca gente que te da el beneficio de la duda por ser gobierno y hay poca gente en gobierno que le da el beneficio de la duda al ciudadano común. Yo creo que esa es una de las grandes razones por las cuales no salimos de los problemas que tienen décadas”, reflexiona Peredo.
Para ilustrar esa dificultad basta un botón. Hace unos meses hubo una polémica entre la organización Georregias y la Secretaria de Participación Ciudadana respecto a la campaña “Muévete sin acoso”. La versión de las activistas se sintetiza en que no fueron escuchadas y que se sintieron utilizadas para legitimar un proceso; la de la Secretaría en que fue un proceso complejo donde hubo varias batallas que dar con distintos grupos del gobierno, porque ninguna administración es monolítica y, además, en todo momento se buscó escucharlas.
Como en todo conflicto, ambas partes tienen algo de razón. Por eso le pregunto a Ximena lo que piensa de este tipo de tensiones como ex-activista.
“Mi jale como activista sí fue generar algún tipo de cultura del cuestionamiento, de la rendición de cuentas, pero en los casos en donde yo estuve involucrada no logramos un avance en el objetivo (como parar la construcción de un estadio). La situación es que la esencia del activismo es la pugna y esa misma pugna te va a evitar conseguir que tu causa avance porque obviamente si tú maltratas a la persona tomadora de decisiones, esa persona se lo va a tomar personal. Te conviertes en un personaje que no se puede traicionar a sí mismo y, paradójicamente, por esa razón no avanza”, me comenta Ximena Peredo en relación a lo que aprendió después del proceso de La Pastora y y ahora con lo vivido con Georregias, pero también en otros proyectos.
Ese maltrato que ahora reconoce en las personas tomadoras de decisiones se traduce en una suerte de herida en el gobierno. “Los primeros meses yo decía ‘wey, me volví un ser nefasto solo por estar aquí’ y ¿cómo puedes hacer bien tu trabajo si sientes que ya eres el enemigo público? Me sentía como el agresor vato que no tiene derecho a hablar, el típico que dice ‘no todos los hombres’ y al que le dices ‘cállate, ni digas’. Fue una reflexión profunda de unos cinco meses y hoy me callo porque entiendo que hay una población gigantesca que es víctima de la indiferencia, de la omisión y de la negligencia del Estado”.
¿Pero qué pasa después de que ya te entiendes en el gobierno? Es decir, claro que es poderoso y valioso que los activistas puedan entender los vericuetos del aparato gubernamental porque eso puede ayudar a generar acuerdos y consensos, pero el detalle está en la conjugación del verbo poder que sigue siendo atravesada por los deseos no cumplidos del subjuntivo. ¿Cómo podemos hacer que ya no se hable de situaciones que “puedan pasar”, sino que sucedan? Más aún: ¿por qué quienes vemos el juego desde fuera seguimos sintiendo que como sociedad de todas maneras salimos perdiendo?
“Somos una Secretaría un poco incómoda al interior del gobierno y también incómoda afuera del gobierno”.
– XIMENA PEREDO
Para Ximena los motivos tienen que ver con las heridas que su Secretaría está buscando sanar. Por un lado, señala que la desconfianza, ganada a pulso, que tiene la sociedad hacia el gobierno dificulta la colaboración y la describe como una relación tóxica.
“Yo gobierno te explico, te abro, te trato con enorme respeto, permito que entres, facilito que entres porque me conviene que entres, porque estoy convencida de que si tú te conectas acá vas a hacer que yo haga mejor mi trabajo, porque yo lo que quiero es hacer mejor mi trabajo. Pero no todo mundo está en esa lógica, me queda claro, y entonces nosotras somos una Secretaría un poco incómoda al interior del gobierno y también incómoda afuera del gobierno. Eso se ve cuando suceden ciertas cosas como la que sucedió con Georregias, es decir, cuando no se cumplen ciertas expectativas de gente que ya está organizada”, detalla Ximena Peredo sobre esa relación de estancamiento entre gobierno y sociedad.
Le pido entonces que desarrolle su diagnóstico. Me cuenta que el atorón pasa por un entendimiento restrictivo del activismo, pero también por una falta de complejización en el debate de los problemas públicos.
“La esencia del activismo es de denuncia, protesta y de antagonismo. Yo viví ese activismo que implica que si me pegas, como necesito que la gente se entere de lo que estás haciendo, me tenga que tirar al piso y patalear y llorar y gritar porque si no nadie se entera”, señala Peredo como el arquetipo del activismo, pero ve en ello al final una resta para las luchas que se enarbolan.
“En ese momento me dejas de tratar a mí funcionario como una persona con la que se puede dialogar. Me vuelves a incluir en una masa toda igual que se llama gobierno. Otra vez me desdibujan, me vuelvo el estado represor, el Estado violador y volvemos a como estábamos. Y otra vez hay que ganar la confianza porque esto es así, es un baile”, concluye.
Por otro lado, Ximena señala que ese proceso que al final es tóxico no se airea a través del debate público, sino que desde los medios terminamos por darle voz a los pataleos de los bandos y alimentando está dinámica que no es sana.
“Esa es la crítica que yo te hago a ti Luis columnista. Al no preguntarnos, sí se facilita el análisis, porque no se complejiza, no hay otra versión, te quedas con lo que se dijo y ya y pues listo: hago mi post, hago mi columna, no se complejiza y es más sencillo manejarlo, ¿no?”, me pregunta de forma retórica Peredo mientras seguimos en entrevista.
Creo que si bien es entendible, su postura visibiliza tres peligros del activismo en el poder: la endogamia, la sordera y la ambición. Para nada son daños irreversibles y son riesgos que deben sortear, y para ello la sociedad civil, los medios y la ciudadanía juegan un papel fundamental, aunque no siempre tenga la recepción adecuada.
Endogamia, sordera y ambición
“Ha sido todo un aprendizaje de negociar con la realidad sin poner en riesgo los principios que nos mantienen”, me dice Ximena Peredo y relata e insiste en que el gobierno no es una cosa monolítica; aquí se dan tanto las pugnas respetuosas y amables como las grillas que no lo son tanto. Insiste en que su Secretaría no es monedita de oro en la Administración Pública, pero que al mismo eso no tiene por qué ser un impedimento para lograr sus objetivos. “Es toda una estrategia de aprender a bailar con quien no quiere bailar contigo”, sintetiza.
Le pregunto cómo le hace para que en medio de ese baile no termine por perder el compás y acabe bailando al ritmo de los TikToks que sólo buscan votos o al que le conviene al gobernador en sus cálculos políticos. Para ella la clave está en su equipo. “Colocas en tu equipo personas cuyo capital (social) también es el prestigio y no van a dejar que tú la cagues porque todo el mundo sale perdiendo”, me responde. Es verdad, en su equipo hay varios ex-activistas como David Pulido, que tuvo un papel fundamental en las luchas de movilidad a través de Pueblo Bicicletero, y Lorena Pulido, quien por muchos años estuvo empujando la iniciativa de desarrollo urbano de DistritoTec en Monterrey.
Después agrega un segundo ingrediente que tiene que ver con la seguridad que le brinda estar en cierto momento de su vida. Entre risas, me comenta que esto es gracias a varios años de psicoanálisis. “Se escucha muy político lo que voy a decir, pero llegué a un nivel de seguridad de quién soy que se me hace bien complicado que pueda hacer algo que lastime mi esencia”. Aunque siento que esa respuesta viene de un lugar de genuino autoconocimiento, deja entrever algunos de los riesgos que mencioné antes.
Que los candados estén puestos únicamente al interior del equipo, en “lo que se juegan”, es un riesgo. Aunque ese riesgo compartido puede funcionar como una especie de auto-monitoreo, también puede incentivar pactos perniciosos y eso para mí refleja el riesgo de endogamia.
Por otra parte, el riesgo de sordera creo que se revela en las respuestas de Ximena Peredo a través de una sobre-valoración de las críticas que se gestan desde el interior y una infra-valoración de las que vienen de fuera. Es decir, las críticas internas valen más porque disponen de una información compartida, pero las externas están faltas de complejidad. Pero esa crítica no es sólo mía, también encuentra eco, y más sentido, del lado de la Sociedad Civil.
“¿Se va a traducir la presencia de activistas en el gobierno en verdaderos cambios, no les ganará la inercia y terminarán convirtiéndose en políticos tradicionales? No me atrevería a decir que va a pasar en un sentido u otro. Creo que es un riesgo latente”, reflexiona Luis Ávila, director de Cómo Vamos Nuevo León, con su habitual calma frente a su visión de los nuevos cuadros que conforman el gobierno.
Me gustaría poder decir esto con menos dramatismo, pero la respuesta de Ávila deja entrever que llegar al gobierno es instalarse en un territorio de tentaciones. Pero no es un destino fatídico, está en las y los funcionarios salirse de esa inercia de que el poder siempre corrompe.
“Tenemos que seguir señalando, aunque a veces sea una situación incómoda con la gente que viene de la de las filas de la sociedad civil, pero es una tarea importante y necesaria para una buena gestión pública”.
– LUIS ÁVILA
Ávila coincide con Peredo: desde el gobierno cuesta escuchar a los grupos de la sociedad civil porque siguen lógicas distintas. “Puedo entender bien que a veces se choca con el activismo porque éste choca mucho con el ser estratégico. Con decir ‘bueno, voy a perder estas dos luchas para ganar la mayor’”, reflexiona Ávila y añade que ese pensamiento estratégico debe estar constantemente puesto en juicio. “Creo que el comunicar esa estrategia de mejor manera ayudaría; por otro lado creo que también es latente estar vendiendo desde el Gobierno la promesa de un escenario que nunca se va a obtener o que está muy lejano”.
Es decir, apostar a cerrar filas y creer que se tiene toda la capacidad y el mejor equipo en aras de perseguir un objetivo ilusorio es un riesgo con el que viven los activistas en el poder, y al que la sociedad civil tiene que salir al quite.
“Tenemos que seguir señalando, aunque a veces sea una situación incómoda con la gente que viene de la de las filas de la sociedad civil, pero es una tarea importante y necesaria para una buena gestión pública. Yo sé que no es fácil, porque los señalamientos son incómodos y a veces pueden ser injustos porque como sociedad nos podemos desesperar o no terminamos de entender, pero es parte de”, concluye Ávila.
Finalmente, para el antídoto a ese tercer riesgo que es la ambición, el director de Cómo Vamos Nuevo León lo sintetiza de la siguiente forma: “Pensar menos en el capital político futuro y más en el cambio posible en el presente”. Es decir, cuando se le libera a la gestión pública de las presiones de los cálculos electorales futuros se puede hablar de una nueva forma de hacer política porque los objetivos ya no están en términos de ganar la elección que viene, sino de lograr algo puntual por lo cual se entró en primera instancia a este ruedo.
¿Cuando acabe la administración de Samuel, ¿qué te gustaría que la gente recordara que hizo la Secretaria de Participación Ciudadana? Le pregunto a Ximena. "Que se normalizó de alguna forma la integración de las personas en el ciclo de la política pública. Nadie te va a decir eso, pero tú me preguntaste por un sueño".
Peredo trabaja porque su Secretaría genere suficientes experiencias de éxito como para que la sociedad en general entienda que se gana más sentándose en la mesa con el Gobierno que levantándose. “Claro que me encantaría modificar la normativa, tener una ley de participación ciudadana chingona, tener una nueva ley de juntas de mejoras para dotar a las organizaciones vecinales de otro tipo de facultades, donde se les reconozca como las actoras políticas relevantes que son en sus comunidades. Me encantaría un millón de cosas, pero en corto me quedo con eso: con que sepamos que los grandes problemas, como el del agua, no lo va a resolver el Gobierno solo”.
La respuesta es la paciencia
Para Luis Ávila la clave para resolver este impasse de falta de avance en los problemas públicos, aún y cuando ya están los activistas en el poder, está en la paciencia y la colaboración.
“No podemos ignorar que es muy pronto. El experimento ciudadano con El Bronco donde participaron Miguel Treviño, Lorenia Canavati, Mariela Saldívar duró muy poco, menos de un año. En esta segunda vuelta, vemos que Miguel Treviño tiene cuatro años en el municipio de San Pedro. Colosio en Monterrey y Samuel en el estado tienen un año. Por eso creo que mal haríamos en sacar conclusiones, lo cual no quiere decir dejar de señalar deficiencias o reconocer avances. Un año es muy poco y creo que que mal haríamos desde el sector social y del sector público en desesperarnos tan rápido. Pero también haríamos mal en quedarnos callados”, analiza Ávila.
Sobre este punto, el director de Cómo Vamos recuerda que hay experiencias como la de Bogotá y Jalisco que nos permiten ver los riesgos de una Sociedad Civil que termina, en su silencio, por ser asimilada por el poder político. Para revertirlo, ambas trincheras deben reconocer que la relación es permanente para retroalimentar experiencias, sin que eso implique que la meta de entrar a la Sociedad Civil sea llegar eventualmente al Gobierno.
“Las personas que estén dispuestas a dedicarse a lo público lo deben poder hacer en cualquiera de las dos trincheras. Y creo que tan importante es que haya gente de la sociedad civil en el gobierno como que la gente que ha estado en el gobierno llegue o vuelva a las filas de la sociedad civil para que, con su experiencia, se puedan refinar las estrategias de incidencia desde el sector social. Los dos son caminos que tienen que retroalimentarse, pero lo que no puede pasar es dejar un vacío y un silencio”, sostiene. “Si dejas ese vacío, como sucede en Bogotá o como sucede en Jalisco, pierdes a la masa crítica que, por más politizadas que estén las sociedades, es muy reducida. Es muy pequeño el porcentaje de la población que puede, además de satisfacer sus necesidades básicas y sus sistemas de cuidados, dedicarle tiempo a decirle al gobierno ‘oye, por cierto, esto que hiciste está fatal’”.
Para cerrar la entrevista con Ximena Peredo, le pregunto sobre su futuro en la política y lo que viene para ella en el ámbito profesional.
“Me siento muy contenta en un sueño no soñado, pero te lo juro, Luis, que pasado mañana me puedo ir. Esto es prestado, como veía yo a la columna de El Norte. Esto es totalmente prestado. Ya he vivido dos o tres cosas que yo digo esto es tan grueso que podría renunciar. Podría, pero eso no soluciona las cosas. Yo tengo mi renuncia a la mano y no me he casado con este puesto. Ya veremos qué pasa cuando vuelva a las filas ciudadanas. Ya veremos qué sucede y cómo vivo esa crisis que quizás sea hasta más salvaje”.
Al terminar la entrevista, me queda un sabor de boca agridulce. Más allá de las fallas que puedan tener los activistas en el poder, creo que hay un error que de este lado tenemos que reconocer: no todas las lágrimas de esos activistas funcionarios son de cocodrilo, muchas de ellas están justificadas porque les hemos dejado solos y solas y en ello hemos nutrido ese nocivo imaginario que postula que quienes se han metido a la boca del lobo del Gobierno, son adversarios con quienes la reconciliación y el trabajo conjunto es algo imposible. La lucha por recuperar las utopías que se nos negaron es larga y por eso no podía acabarse en el primer round.
No todas las lágrimas de político son de cocodrilo
Luis Mendoza Ovando
23.feb.23