En buena medida, el ascenso meteórico de Samuel García se explica porque desde hace tiempo en el panorama político neolonés no figura nada ni nadie.
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Aunque esta “carta” va dirigida al nuevo gobernador de Nuevo León, la verdad es que —como votante que anuló esa boleta— este texto sirvió más como terapia para tratar de entender cómo llegamos aquí.
Tu ascenso político ha sido meteórico: diputado local por el distrito 18, senador por tres años porque pediste licencia a mitad de tu cargo y ahora te estrenas como gobernador. La racha de victorias electorales que acumulas ha sido tan espectacular como engañosa. En los seis años que apenas tenemos de conocerte públicamente (2015-2021), has ganado tres elecciones.
Hasta parece que fue ayer cuando hiciste un live desde el lecho del Río Santa Catarina para proponer lo inviable (canchas deportivas en el río). Para ese entonces, en un lejano 2017 que hoy se siente como de otra época, ya te habías despuntado como un diputado influencer; no lo tomes a mal, tú no inventaste esa faceta de la mercadotecnia política, tampoco es una innovación de tu partido ni de las agencias de comunicación política jaliscienses. Es, si acaso, la inercia de vivir en un estado inmerso en las redes sociales y cuya población no nada más se hartó de “la vieja política”, también de los medios de información tradicionales. Aunque este hartazgo no se originó aquí en Nuevo León, sí que se materializó electoralmente con el histórico triunfo del primer gobernador independiente de México.
Hay quienes trazan en la historia de tu bronco antecesor la probable explicación de tu éxito electoral. Quienes formulan esa teoría desde el centro del país lo hacen en un tono condescendiente, como si un aura de excepcionalidad, civilidad y madurez política cubriera a la CDMX y los diferenciara de la “barbarie” electoral del norte. En esa misma línea de análisis de los cuates de la provincia, otros opinólogos profesionales se atragantaron tanto con el fenómeno fosfo, fosfo que, con pirueta mental de por medio, le atribuyeron exclusivamente tu triunfo a la popularidad instagramera de Mariana, tu esposa. No los culpo, es hasta cierto punto normal ningunear todo tipo de contexto regiomontano desde allá; parece que ni a ellos les interesa saber, ni a nosotros nos interesa que sepan. Esta desconexión mutua alimenta la creatividad y el delirio, pues ya hay quienes comienzan a preocuparse con tu ascenso político; cubiertos en una manta morenista moralista, algunos advierten que tu historia personal y de pareja se compara con la frivolidad y artificialidad de quienes habitaron por última vez la residencia oficial de Los Pinos.
A veces se nos pierde de vista que, mientras la prensa (local, nacional e internacional) se embriagaba con tus stories, tus dichos y pifias, lograste colarte en los feeds de jóvenes que prefirieron tu histrionismo en video a cualquier otro formato periodístico para involucrarse en los temas de Nuevo León. No es halago, pero hay que reconocer que cultivaste —y cautivaste— a un público con tus “contenidos” (también tendrás que reconocer que se multiplicó tu audiencia al intensificar la exposición de tu relación con Mariana). Con tu acento golpeado, poco a poco inspiraste al regiomontano a hacer suyo un reclamo fiscal con tintes regionalistas. Video tras video, gráfico tras gráfico, tu cuenta de Facebook se convirtió para algunos en fuente de información a citar en carnes asadas. A tu estilo muy regio, proyectaste una imagen de un joven político opositor con contenido crítico y propuesta; esta imagen la sustentaste, además, con papelito en forma de doctorados, así en plural, quizás para no dejar espacio a la duda.
Pero si algo hemos aprendido quienes convivimos a diario con la realidad y la ficción regiomontana, es que tu ascenso político no se explica ni por tus grados académicos, contenidos, personalidad o trayectoria, tampoco por tu vida privada hecha pública; en buena medida tu ascenso meteórico se explica porque en el panorama político neolonés, desde hace tiempo, no figura nada ni nadie.
¿Cómo culpar al votante regio que te eligió a ti por encima de un PRI cuyo compás moral se apoyaba en el medinismo? ¿Cómo culpar al votante regio que te eligió a ti por encima de un PAN que prefirió quemar un cartucho chamuscado? ¿Cómo culpar al votante regio que te eligió a ti por encima de un Morena improvisado que “rentó” su candidatura al mejor cacique postor?
En la desesperanza, cualquier discurso que se desmarque de lo viejo se vuelve atractivo. En tu caso, además, ese discurso lo acompañas de juventud: asumes como gobernador a tus 33 años, lo que te convierte —lo quieras o no— en representante de una generación que suma a la recurrente lista de agravios y preocupaciones sexenales (siempre asociada a la corrupción), otras luchas que buscan ampliar los derechos y libertades de todas las personas.
Comienzas tu gobierno con la herencia de nuevos retos y promesas incumplidas de la administración de tu antecesor, nada nuevo en un país que parece institucionalizar la decepción cada transición de poderes. Y hablando de decepción, al parecer eso es lo único que tienen garantizado tú y Mariana al día de hoy; porque a pesar de tu racha ganadora y de las simpatías que han generado con el reality personal que postean a diario, ni tú ni Mariana tienen a Nuevo León en la bolsa.
El inicio de tu periodo como gobernador se da en medio del sexenio de AMLO y su Cuarta Transformación. No es cosa menor. Más allá de si encuentran puntos en común a nivel presupuestal para los proyectos trascendentales, o si llega a fructificar tu reproche fiscal, lo cierto es que desde 2018 —para bien y para mal— a buena parte de la población le importan y mucho los gestos simbólicos (sobre todo aquellos que se distancian de los excesos del pasado). Por lo menos en el discurso parece que también vas a enarbolar la bandera anticorrupción, un común denominador de cada nueva administración. Sin embargo, tu estilo personal se desmarca por completo de la moral que enmarca a esa cosa etérea que llamamos la 4T: no has dejado de postear stories, y pues de Mariana se entiende, pero de ti es… raro. Eso de disfrazar el personal branding con el cuento de la “cercanía con la gente” es una herencia de mercadotecnia política de la exitosa campaña de Jaime Rodríguez (para gobernador). Ya hasta anunciaron su primer givaway“oficial” para apoyar el lanzamiento de su marca “Nuevo, Nuevo León” con todo y rifa de iPhone, lo que nos da indicios de que para ti esto de gobernar al estado también es fungir como una especie de CEO de una empresa a la que hay que rebrandear.
En fin, comienza una nueva era en Nuevo León y ojalá que no se quedé nada más en una nueva identidad, logo y paleta de colores bien aplicada. Ojalá que así como decidiste transparentar tu vida con teléfono en mano, también decidas transparentar todo lo relacionado a tu trabajo en el ejercicio público. Si haces mínimo eso, con la misma entrega y pasión que dedicas a tus redes, como dicen por ahí: “ya vamos de gane”.
Apuntes sobre el ‘nuevo’ NL
j. zertuche Fundador y editor de «contextual». Anteriormente: Residente Monterrey, en su última etapa bajo el lema “Acciones para una ciudad mejor”.
11.oct.21