Es indispensable colocar a FRENAAA en su justo punto, ni trivializando sus tramposas tácticas para llamar la atención, y tampoco otorgándole a Gilberto Lozano la validez de un interlocutor efectivo.
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Ante la ausencia de interlocutores medianamente serios, parecería que el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) cada vez es más fuerte y menos plural, es un discurso que exige definiciones y, por ende, provoca el surgimiento de opiniones irreconciliables sobre su gobierno.
Entonces no resulta del todo sorprendente que la polarización y la retórica sirvan como campo de cultivo para el nacimiento del Frente Nacional Anti-AMLO (FRENAAA), un movimiento que no solo destella una impetuosa dosis de retórica, sino que toma partido a través de la acción estridente y desinhibida, como asumiendo que la única manera de llamar la atención es haciendo de sus actuaciones un performance tan escandaloso como inconsecuente.
Además, está plagado de incongruencias. Las más recientes se evidenciaron al establecer un campamento con sofisticadas casas de campaña en la Ciudad de México. Los integrantes de este grupo vociferan que la ley debe cumplirse a rajatabla, al mismo tiempo que olvidan las medidas sanitarias para evitar contagiarse de COVID; mientras se confiesan católicos y rezan entre cuadros de la Virgen de Guadalupe, insultan y menosprecian las labores de las personas que velan por su seguridad; y ya que decidieron bajarse del automóvil para tomar la calle como cualquier otro movimiento social serio, le tienden una mano a los padres de los estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa como si los hermanaran sus exigencias de paz, responsabilidad y transparencia.
En este espacio se sienten cómodos tanto los despistados como los absolutistas morales, quizá por eso se han ganado la simpatía de personajes tan caricaturescos como “Juanito” o Pedro Ferriz de Con.
Resulta complicado tildar a FRENAAA como un movimiento de derecha extrema (o de extrema derecha), pues su desorientación devela más bien a un grupo amplio pero constreñido al conservadurismo. Sus prejuicios guían sus posiciones ideológicas; son libertarios desfachatados que han decidido involucrarse de lleno en la discusión pública, independientemente de que sus peticiones no solo sean incomprensibles sino irrealizables.
Cegados por un supuesto compromiso activista, integrantes de FRENAAA justifican sus actuaciones en la “superioridad” de sus valores. Es falso que su aparición en la vida pública responda a una lógica solidaria y ciudadana, o que pretendan cristalizar el espíritu de la verdadera democracia a través de su voluntad patriótica. Ellos creen, de manera genuina, que le están haciendo un bien a México, que están mejorando su entorno. Nada más errado: al indagar un poco en sus objetivos es posible distinguir que su crítica no es otra cosa más que eso, una crítica desnaturalizada, cero propositiva pero sobre todo bastante dañina para el entorno.
Ahora que FRENAAA tiene una resonancia inaudita en prensa y medios de comunicación, bien vale la pena plantear algunas preguntas sobre cómo abordar este fenómeno que ha irrumpido súbitamente en la política nacional. Antes de caricaturizarlos y enarbolar mordaces burlas en su contra, nos deberíamos cuestionar:
- ¿Se les debe otorgar un micrófono o, por el contrario, se les debe ignorar?
- ¿Cómo deben ser las interacciones de los simpatizantes de López Obrador con ellos?
- ¿Su libertad de expresión raya en el discurso de odio?
- ¿Qué intentan más allá de la renuncia del Presidente?
- ¿Habría que preocuparse por la creciente visibilidad de este movimiento y sus posibles repercusiones?
No cabe duda que para encontrar las respuestas a dichas interrogantes se necesita de un ejercicio periodístico serio y de análisis, algo que implica tiempo y, sobre todo, reflexión y trabajo de investigación. Escenario que se torna más bien difícil en estos tiempos fugaces que, en cambio, esquiva el trabajo de contrapeso en una coyuntura política más bien de tintes campechanos.
Hernán Gómez, conductor de La Octava y columnista de El Heraldo de México, ejemplifica estos tintes campechanos al intentar cubrir el plantón que organiza FRENAAA en distintas avenidas de la Ciudad de México. Queda claro que Hernán está ahí para aprovechar la situación e informar a su estilo. Después de todo se convirtió en un “periodista famoso” por cubrir la fuente de pena ajena, con cápsulas de video en donde entrevista desde a chavos borrachos del ITAM en su fiesta de graduación, hasta señoras asoleadas en las marchas AntiAMLO. Hernán es un catalizador del ridículo en una sociedad de privilegios con fuertes tendencias a hacer el oso.
Pero eso no tiene nada de malo: en un país donde el morbo es brújula moral de las noticias cotidianas, hay que sacar la chamba y más cuando toda la semana el plantón no ha dejado de ser relevante.
“Estoy aquí porque ustedes dicen que son los jefes del presidente (...) que tiene que obedecerlos”, le dice Hernán a unas señoras que están sentadas junto a una tienda de campaña y que le insisten en que no quieren hablar con él. Un hombre se acerca para dar la entrevista. No podemos ver la cara de Hernán, pero podríamos apostar a que sonríe. El señor asegura que fue empleado de Obras Públicas en Jalisco, que quiere defender al país del comunismo, que Andrés Manuel es un dictador y que este gobierno está acabando con la familia.
Lo que fortalece la narrativa de FRENAAA —y quizá también de muchos obradoristas— es su esencia viral que consiste, precisamente, en la construcción de un catálogo de inconformidades, que no tienen que ser congruentes y que están al alcance de cualquier persona para que cada quien escoja lo que le sirva, lo que le haga eco.
Para nada es noticia que la opinión de uno —en estos tiempos de inmediatez y redes sociales— se limite a la repetición de los discursos que flotan en el aire. Sin embargo, sí hay algo en FRENAAA que podría gestar un bicho más peligroso, así que ridiculizarlo (desde la ternura y la condescendencia que puede causar que las élites de un país tan desigual se sientan agraviadas) es una imprudencia.
En esas aguas se mueve y destaca la figura del tal Gilberto Lozano González, un personaje no del todo ajeno a la dinámica nacional pero bastante conocido y recordado por cualquier regiomontano. Aunque se ostenta como líder del movimiento antiobradorista en calidad de vocero de FRENAAA, en realidad FRENAAA es la institucionalización de Gilberto Lozano. Así que, desde la experiencia y por ser un mal importado desde Nuevo León, podemos decirles que ofrecerle reflectores para ridiculizarlo no lo va a debilitar, sino todo lo contrario.
Un tal Gilberto Lozano
En este breve repaso destacamos algunos destellos del personaje en la prensa regiomontana, no para que se sorprendan de su trayectoria pública ni tampoco para echar a andar teorías de conspiración, sino para entender quién fue y quién es. La historia de Gilberto Lozano es una fábula sobre las consecuencias que puede traer consigo el que la prensa y la sociedad civil le den micrófono a quien sea con tal de colocar una agenda.
Una de sus primeras apariciones públicas, por lo menos de las que tiene registro la hemeroteca de El Norte, se dio el 14 de junio de 1998. En las páginas del periódico se reporta que el entonces director de Recursos Humanos de FEMSA dio una plática sobre “éxito y presión social”.
“Podemos ver el personaje del año en la portada de una revista, pero si ahondamos en su vida quizá no sea todo lo feliz que aparenta con su gran sonrisa, porque vive al pendiente del éxito. En cambio, un campesino que después de su jornada está tranquilo, al lado de su familia, puede ser mucho más pleno”.
— GILBERTO LOZANO. Junio, 1998.
La cita parece sacada de cualquier mañanera de Andrés Manuel López Obrador o de un promocional de la austeridad republicana. En el fondo, Gilberto y Andrés tienen más en común de lo que a ambos les gustaría admitir: existe en el espíritu de ambos un violento coqueteo con la idea de la evangelización como máxima forma de liderazgo.
Al año de esa presentación, lo nombraron presidente del club de futbol Rayados de Monterrey. De su breve paso al frente de los Rayados quedan en la memoria dos hechos que vale la pena rescatar.
El primero, su pleito con ‘El turco’ Mohamed (actual entrenador del club) que terminó con el jugador estrella fuera del equipo. Lozano lo llamaba Britney Spears —en clara analogía señorial, además de misógina— por “comportarse como diva” y haber importado la moda del cabello teñido.
El segundo, por lograr borrar de la historia el que habría sido uno de los peores resultados de un clásico regio para los Rayados. En febrero del año 2000, los Tigres golearon a domicilio 6–3 a los Rayados con un gran juego del delantero brasileño Osmar Donizete. Sin embargo, debido a una irregularidad con la firma del contrato de Donizete (recordado en la ciudad como el caso de la secretaria y la firma falsa), Gilberto Lozano hizo una denuncia, alborotó a presidentes de otros equipos y consiguió que el partido se anulara y se volviera a jugar. El nuevo partido terminó con resultado 0-0.
El 30 de noviembre de ese mismo 2000 se anunció “un cambio de camiseta” para Gilberto Lozano: dejaría FEMSA para incorporarse al equipo de Santiago Creel en la Secretaría de Gobernación, con el primer gobierno de alternancia en la historia de México.
El sueño de la función pública duró muy poco, pues se mantuvo en el puesto sólo cuatro meses por “diferencias” con la administración de Vicente Fox.
De vuelta a Nuevo León, y con el priista Rodrigo Medina como gobernador, Gilberto Lozano reapareció en 2009 ahora con nueva faceta de activista. Fundó, junto con otros políticos —entre ellos Tatiana Clouthier y Lorenia Canavati— y empresarios la asociación civil Evolución Mexicana.
Desde esa A.C. se manifestaron contra el alza de impuestos y “los derroches” del exgobernador Natividad González Parás en el marco del cambio de gobierno. Durante los siguientes años, Lozano seguiría empujando una agenda de corte más libertario que encontraría quizás su síntesis más sólida en una columna titulada “¿En defensa propia?”:
«La élite política de México ha orquestado el adormecimiento y manipulación de la ciudadanía, que llega al insulto de transferir la responsabilidad de la situación actual a los ciudadanos.
No lo niego, llevamos parte, pero hay una gran diferencia: a ellos les pagamos por brindarnos seguridad, así que vámonos entendiendo, nosotros somos el jefe, si no cumplen habría que quitarlos porque los ineptos y corruptos no renuncian, eso es iluso: “Perro que trae hueso en el hocico no lo suelta”.
El México bronco está empezando a despertar, y me duele decirlo, pero va a actuar en defensa propia. Queda poco tiempo, y el “porfiriato partidista” no quiere verlo.»
— Publicado en El Norte, noviembre de 2011.
El discurso que enarbola Lozano desde que se hizo activista, insistimos, no es el de una ultraderecha fundamentalista de libro de texto; es una derecha más agringada, conspiranoica, esa que desprecia todo lo que es público y compartido. Lo que vuelve al discurso de Lozano eficaz es la capacidad de darle al hartazgo salida en palabras de cualquiera.
En marzo del 2012, en plenas campañas, Evolución Mexicana anunció la destitución de Gilberto Lozano como miembro de la organización por “anomalías, amenazas e inconformidades”. La razón esencial es que Lozano estaba encabezando una marcha para pedir la destitución del Gobernador Rodrigo Medina y nunca pidió razones a su A.C. sobre si querían participar o no. “No pueden destituirme del grupo del que me fui”, fue la respuesta de Gilberto Lozano una vez que se hizo pública su salida.
Extrañamente se mantuvo dos años fuera de los reflectores, hasta reaparecer en febrero de 2014 cuando organizó un colectivo denominado Congreso Nacional Ciudadano; entre sus objetivos originales estaba construir una red organizada de candidatos independientes. De ese Congreso Ciudadano, organizado por él mismo, Gilberto salió designado como Presidente.
De vuelta al ruedo público, “legitimizado” por su Congreso, el periódico El Norte no dudó en darle espacio en sus páginas locales y hasta en primeras planas por decir o hacer casi cualquier cosa: por juntar firmas para pedir un juicio político contra Rodrigo Medina; después, por reclamar el pago con sobreprecio de cobijas por parte de El Bronco; más tarde, por vociferar ante el aumento al precio de las gasolinas en el gobierno de Peña Nieto; finalmente, para exigir la renuncia de AMLO a la presidencia. Como se puede ver, Gilberto Lozano actúa bajo un modus operandi en el que entroncan, por un lado, estrategias jurídicas que difícilmente logran éxito y, por el otro, los gritos y sombrerazos mediáticos.
De tal forma que las protestas de Gilberto siempre han tenido cabida en el periódico más importante de Monterrey, sin importar la estupidez de la demanda o la inercia que tienen sus peticiones a desembocar en la nada (casi siempre por falta de pericia jurídica, además de sentido común).
¿Qué hacer con FRENAAA?
Así, de botepronto, y por si a alguien le quedan dudas hasta este punto, FRENAAA no es una opción de nada. Es mucho ruido y pocas nueces. Es retórica que, como con todas las experiencias pasadas, terminará en el olvido hasta que llegue un nuevo político a escena. En resumidas cuentas, se trata del nuevo tren mediático al que se ha subido Gilberto Lozano, quien lleva ya viviendo de esto por lo menos desde el 2009.
Dicho esto, cabe mencionar que lo que está haciendo FRENAA no es ignorable porque eso ratifica su posición antisistema y ello ayuda a que se le acerquen otros grupos y colectivos muy organizados como el Frente Nacional por la Familia, los panistas más extremistas o acaso personajes tan impredecibles como Ferriz de Con.
Sin embargo, tampoco se le puede tomar como “la otra cara de la moneda”, como el anverso del movimiento lopezobradorista. A pesar de sus coincidencias narrativas, el proyecto de futuro que encabeza Lozano es uno que niega los derechos humanos y no presenta propuestas serias ni sensatas que puedan responder ante los innumerables problemas que atañen al país.
Es indispensable colocar a FRENAAA en su justo punto, ni trivializando sus tramposas tácticas para llamar la atención, y tampoco otorgándole a Gilberto Lozano la validez de un interlocutor efectivo.
Hacer las preguntas que le haríamos a cualquier movimiento social, sería un buen comienzo: ¿A quienes realmente representan? ¿A qué se refieren cuando afirman que ellos son el pueblo? ¿Aspiran a ser una oposición de verdad o, más bien, algo coyuntural? ¿De dónde obtienen sus recursos? ¿Quiénes conforman el equipo jurídico que los asesora? ¿Quiénes forman parte de FRENAAA? ¿A todas las personas les mueve lo mismo? ¿Hay algo de legítimo en lo que piden estas personas? ¿Piensan todos igual que Lozano? ¿Por qué su discurso está permeando en cierto sector de la población?
No es sencillo, pero habrá que entender que no toda la gente que apoya a FRENAAA está loca, sino que, como diría otra regiomontana ilustre, sólo están desesperadas 🎵.
Matices de la locura
Luis Mendoza Ovando
Juan Jesús Garza Onofre Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
29.sept.20