Texto

15.sept.2017

La ciudad está aburrida: entre el «meme» y el «mame»

¿Y si esa tendencia contagiosa de participar a como dé lugar en el void del sinsentido que se forma en la sección de comentarios y en las redes sociales se explica porque, inconscientemente, queremos salir del profundo sopor de nuestras rutinarias y aburridas vidas?

POR zertuche / Lectura de 14 min.

¿Y si esa tendencia contagiosa de participar a como dé lugar en el void del sinsentido que se forma en la sección de comentarios y en las redes sociales se explica porque, inconscientemente, queremos salir del profundo sopor de nuestras rutinarias y aburridas vidas?

Lectura de 14 min.

Quizá sea el calor. No me sorprendería. La culpa de muchos de los males en Monterrey se explican, a veces, por el calor. La frase «es que hace mucho sol» es tan incoherente como útil. ¿Que por qué la gente no camina? (en este caso se acota la muestra de gente a aquellos que tienen automóvil) Pues porque hace un chingo de calor; ergo, todo plan de movilidad peatonal o ciclista está destinado al fracaso en esta ciudad. Otro fenómeno socioclimático: los índices de impaciencia y altanería parecen incrementarse cuando la temperatura sobrepasa los 33 grados centígrados. Esa ira sudorífica incita a que andemos por la vida mentándole la madre a todos con acciones individualistas.

Agregarle otra culpa al calor sería lo más fácil y francamente lo más divertido. ¿Por qué existe la imperiosa necesidad de participar en la comentocracia de Internet? «Es que hace mucho sol», por eso. ¿Qué es lo que provoca que los temas públicos encuentren una salida memeficada y con ello se diluya la discusión? «Es que estamos a 34 grados», por eso. ¿Por qué algunos usan la excusa del meme –o como leí alguna vez por ahí, «este pedo del mame¹ en internet»– para darle cause a la misoginia, xenofobia y demás retroactitudes que llevan atoradas? «Es que hace un chingo de calor», por eso.

¹No confundir con meme, aunque existe una conexión involuntaria. El mame se usa para referirse al embrollo que rodea a un tema en particular: la burla, ligereza o grandilocuencia que provoca la discusión –o la mera existencia– de algo que, en apariencia, no debería ir más allá. Para @salsabandera, el mame es una especie de «plataforma para lugares comunes con vida viral, que nacen y mueren para dar lugar al siguiente, igual de sinsentido». Para @SoyOtroLuis, el mame «es como un trend democrático. Es popular, viral. No requiere de amplia reflexión y tiene dos posturas nada más para abordarlo». Pero no termina ahí. Como bien me señalan @danaegv1 y @apaucalipsis, la flexibilidad de esta expresión permite una segunda definición: mame también denota exageración, llegar a un estadio ulterior del sinsentido. De ahí frases como «te fuiste al mame» o «irse al mame».

Lamentablemente con el calor no me alcanza para tratar de entender, justificar o explicar el por qué de la memeficación (¿o mameficación?) de toda expresión pública –o publicada– en Internet. Por supuesto que estoy generalizando, no tengo un respaldo cuantitativo para separar porcentualmente los comentarios serios de los que se van al mame, así que me voy a aventurar a formular una segunda tesis.

¿Y si esa tendencia contagiosa de participar a como dé lugar en el void del sinsentido que se forma en la sección de comentarios y en las redes sociales se explica porque, inconscientemente, queremos salir del profundo sopor de nuestras rutinarias y aburridas vidas? No sólo como escape, también como un acto comunitario; la necesidad de ser parte de algo, de tener algo que decir sobre lo que sea porque las redes sociales nos inculcaron que nuestra opinión importa. Chínguense medios de comunicación: ya no tienen el monopolio de la verdad, de lo popular, de lo chistoso, del sinsentido, de lo vacuo.

¿Acaso le estoy dando la razón a esa persona que en Facebook justificó el mame que se da en Internet porque «nos libra un rato del stress diario»? ¿Se trata, entonces, de la manifestación inconsciente de un profundo aburrimiento colectivo?

Contexto: El tipo que escribió esto lo publicó después de una enredada discusión en torno a la fotografía que una chava tomó de otra chava en las instalaciones de una universidad. La chava fotografiada sale boca abajo, dormida en un sillón de la biblioteca de la universidad. La chava que tomó la imagen la compartió en un grupo de Facebook que tiene más de 33 mil usuarios. La intención original era cuestionar el mal uso que se la da a las instalaciones de una biblioteca, pero como ya se han de imaginar los comentarios degeneraron hasta caer en el mame: hombres comenzaron a hacer comentarios sobre su cuerpo. El tipo que compartió esta reflexión lo hizo como para criticar a quienes se molestaron con la chava que compartió originalmente la foto. ¿La moraleja según esta reflexión? Equis, esto pasa, es el Internet, tómenselo todo a la ligera, al fin que es parte del mame y él lleva «décadas» en esto.

De ser así, entonces wow con lo aburridas que son nuestras vidas porque el nivel de mame está altísimo.

La Real Academia Española define al aburrimiento como «Cansancio del ánimo originado por falta de estímulo o distracción, o por molestia reiterada». Twitter es el escape de esa molestia reiterada. Los grupos de WhatsApp son el estímulo social inmediato que necesitamos. Facebook es la distracción infinita a nuestra alcance. El escape de la aburrida realidad se colectiviza a través del meme; al ser partícipes u observadores, validamos –aunque sea por unos instantes– el mame. Entonces sucede algo curioso, una bifurcación: algunos buscan la risa otros buscan la confrontación.

El primer escenario es, en comparación con el segundo, más inocente. Nos urge reír en masa y con ello despertamos al chistoso que creemos llevamos dentro; el mame sólo puede ser mame cuando comienza una escalada –o, mejor dicho, una bajoneada– de comicidad. El esfuerzo por buscar el comentario cómico tiende a cruzar una delgada línea entre lo astuto y lo pinche. Con ello se abre la puerta para justificar cualquier comentario, por más pendejo que sea, al fin que es mame.

En el segundo escenario la cosa se complica porque sale a relucir la escoria: los trolls, profesionales o involuntarios. Los profesionales del trolleo descienden a las profundidades de lo vil para idear comentarios incendiarios (tampoco se les dificulta mucho, ya lo traen bien interiorizado). Algunos obviamente lo hacen con una agenda: están, por ejemplo, las cuentas que se dedican a perseguir y agredir a mujeres (en su gran mayoría), sobre todo a quienes se expresan en términos feministas; pero también están las cuentas de hueva, los bots humanos que esparcen comentarios a favor o en contra de figuras políticas. En la infinita tristeza que rodea a sus vidas, los trolls encuentran el tiempo y la motivación suficiente para existir y reproducirse digitalmente. Son el equivalente a la nata de basura espacial que acompaña a la Tierra en su rotación: es decir, no se van a ir a ningún lado. Culpemos ahora a la gravedad.

Pero bueno, no es de mi interés explorar a los trolls en lo que sea que se está convirtiendo este texto. La observación que me interesa compartir tiene que ver con esa tendencia, aparentemente inocente, de banalizar –con ínfulas de pseudo tuitstar– todo.

No dudo que reflexiones interesantes –hasta chistosas– salgan del mame de un trending topic o de cualquier otro tema que monopolice la conversación de la ciudad por un par de días. Sin embargo, estamos cayendo en un juego peligroso: brincamos de un tema a otro con la inmediatez de lo trending, sin realmente profundizar, sacar conclusiones o provocar algún tipo de cambio porque, cuando menos lo pensamos, llega un #ApagónMasivo y con él una nueva ansia/necesidad por idear el comentario certero, fino y/o filoso que nos genere likes.

Aquí va mi aportación de dos pesos en extensión perfecta para un tuit: «Nunca ha sido fácil ser mexicano, siempre hemos transitado cuesta arriba». (Nótese la generalización y lo absoluto del comentario, muy ad hoc). Pero, ¡hey!, por lo menos el camino se ha vuelto menos tortuoso gracias a esa red de protección que conocemos como la tragicomedia. Quizá la fijación con el meme y el mame forma parte de esa red de protección a los sinsabores –que son un chingo– de la realidad que nos rodea. ¿Entre más pinche es nuestra situación mayor es la motivación a refugiarnos en lo banal, lo cómico, lo sarcástico?

No lo sé, pero el otro día una pequeña empresa (Cadabria Studio) que se dedica a la producción de video se le aventó a un meme desde la tercera cuerda del mame: a tan sólo un par de días de haber lanzado su página de Facebook, hicieron una dinámica interactiva con un Facebook Live que resultó en esto. Nada mal: 52k ▶️, 851 💬 225 👍 y 610 🔁.

Contexto: Dr. Lakra fue comisionado para hacer una gran intervención en el muro que está en la entrada del Túnel de la Loma Larga, uno de los puntos de entrada-salida de San Pedro Garza García hacia Monterrey. La obra ha sido criticada no sólo por el conservadurismo regiomontano (el Frente Nacional por la Familia), también por las buenas costumbres sampetrinas. La polémica se memeficó y llegó al mame con el Facebook Live de Cadabria Studio. ¿La dinámica? Había que enviar una imagen a su inbox para incluirla en la transmisión, sustituyendo la obra de Dr. Lakra por cualquiera cosa: Gokús, Carlos Salinas de Gortaris, Broncos, Maderitos, etc.

Se vale caer en el meme y el mame. Es lo que hay, es divertido, da risa. El problema es cuando se banalizan esas otras retroactitudes, las cuales pululan en cajitas de no más de 140 caracteres: el mame del meme no pasa por normalizar y propagar comentarios que cosifican a la mujer, tampoco denostando y perseguiendo a grupos vulnerables o a quienes se solidarizan con ellos. Qué bien que podamos vomitar frustraciones y pendejada y media en esa gran peda masiva que es Internet, hay razones de sobra para querer distraernos de lo jodido que está todo. Nada más que cuidado: si uno le da click al trending topic del día y hace un scroll, corremos el peligro de atragantarnos con nuestro propio vómito.

La ciudad está aburrida: entre el «meme» y el «mame»

Escrito Por

zertuche Fundador y editor de «contextual». Anteriormente fue editor de la revista Residente Monterrey, en su última etapa bajo el lema "Acciones para una ciudad mejor".

Fecha

15.sept.17

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