El periodo de campaña para la elección de 2024 se ha convertido, por lo menos para mí, en un evento cansado, repetitivo, predecible, aburrido y hasta incómodo.
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No vi el segundo ni el tercer “debate” presidencial. No tuve que hacerlo. Leí columnas, vi programas de opinión, me topé con micro análisis y clips de highlights al respecto, ad nauseam. Sintonicé el primero presidencial y los organizados por El Norte para las alcaldías de San Pedro y Monterrey, con eso tuve.
Me enteré que hubo otra marcha por la democracia, de esas organizadas por quienes antes vestían de blanco y ahora lo hacen de “Marea Rosa”. Y me enteré porque sigo visitando el portal de El Norte sólo para scannear encabezados [decidí no renovar mi defectuosa suscripción y estoy considerando darle ese dinero a publicaciones musicales independientes, como a The Quietus y The Wire, otro síntoma más de fatiga electoral]. A pesar del calor insoportable de Monterrey, unas 30 mil personas se manifestaron por las calles del centro de la ciudad; la pasión anti-AMLO es de tal magnitud. Chistoso que buena parte de esa demografía marchante, quizá la más vocal, está compuesta por quienes no se bajan del carro ni para ir al Oxxo de la esquina; y luego son los primeros en afirmar que, en una ciudad como esta, no se necesitan ciclovías ni banquetas anchas porque “nadie” anda por la calle con este calor. Son peatones cuando la patria así lo demande, demócratas de la documentación instagrameable.
El periodo de campaña para la elección de 2024 se ha convertido, por lo menos para mí, en un evento cansado, repetitivo, predecible, aburrido y hasta incómodo. No entiendo lo pasional que puede llegar a ser para algunos la defensa de tal o cual candidata. Ese fervor político que viví en 2006, 2012 y todavía hasta 2018, dispuesto al debate de sobremesa, al debunk, al análisis y al rant, hoy se ha esfumado. Estoy cansado, jefe.
Me he llegado a cuestionar si esta actitud es provocada por algún fenómeno de colilla post-pandémica. ¿Será la carga de trabajo? ¿La edad? ¿O será que así se siente la desilusión? ¿De dónde agarran valor quienes permiten que les peguen calcas de Mariana Rodríguez, Xóchitl, Adrián de la Garza, Mauricio Fernández o Maderito en sus automóviles? ¿En dónde encuentran ese temor descomunal y la fuerza patriótica quienes visten de rosa? ¿Dónde recargan energías quienes pacientemente escuchan y veneran al presidente? ¿De dónde sacan inspiración quienes quincenal, semanal o diariamente hablan o escriben de las campañas y del espectáculo de la política?
Ya sé, ya sé, visto desde la independencia política y editorial, la cosa está tan ridícula que cómo no aprovechar y subirse al tren de la producción de contenido. ¿No? Válido, hay que mantener el músculo de la creatividad, pero prefiero hacer corajes con la ridícula lista de los 100 Best Albums Ever Made, según los editores de Apple Music, que con las pendejadas que se dicen Claudia, Xóchitl y Máynez.
[Es que, perdón, pero paréntesis: “Un Verano Sin Ti” en el número 76, ¿por? “Blond” el quinto mejor álbum, ¿neta? De todos los tiempos, todos, todos los tiempos.]
¿Se me estará pegando algo de nihilismo? Un poco, puede ser. Lo raro es que sigo teniendo convicciones colectivas, pero la sobrecarga y la repetición de contenido electoral ya me está hartando. A diferencia de anteriores elecciones sexenales, hoy sólo tengo clarísimo por quién no voy a votar; lo que me deja con un voto menguado de trámite, sí, de trámite. Quizá esta actitud desabrida es provocada, en buena medida, por el ocaso de la figura anti-sistema y anti-oficialista más importante de la era moderna de México, y que hoy se ha convertido tanto en sistema como en oficialismo.
Lo único que podría activarme una vez más ese fervor político al debate, al debunk, al análisis y al rant sería vapulear a fuerza de tecleo el ascenso de una figura igualmente popular, pero con destellos bukele-milei-escos.
Recientemente vi Fallen Leaves de Aki Kaurismäki. Increíble que empaticé con la frialdad, el desapego y la inexpresividad finlandesa [me gusta lo que he visto de Kaurismäki, pero una cosa es apreciar y otra es empatizar]. Ansa, una de los dos personaje principales, vive al día y es presa de un fastidioso trabajo. Cada vez que llega a “casa” [en realidad es una casa-cuarto], decide prender la radio como para desconectarse del tedio del día: por unos segundos, de fondo se escucha un noticiero que aborda las últimas actualizaciones sobre la guerra Rusia-Ucrania. Esto sucede varias veces, una especie de subtrama y recordatorio de que, además de los problemas personales y las batallas diarias, Ansa tiene que preocuparse también porque afuera se está librando una guerra [literalmente en el país vecino]. Ansa siempre escucha por un breve momento el noticiero, hasta que cambia de estación para poner música [que, cómicamente, abona tanto sónica como líricamente al desapego] o de plano apaga el aparato. Pero cuando recibe en su mini-comedor a Holappa, el otro personaje principal, sucede un quiebre con el que empaticé plenamente: “¡Maldita guerra!”, dice harta y apaga la radio.
Maldita campaña electoral. Al igual que la subtrama de la guerra ruso-ucraniana en Fallen Leaves, parece que no hay escapatoria ni tregua del incesante bombardeo de contenido electoral en todas sus formas y formatos. Ahí está, de fondo, flotando, merodeando... las vocecillas liberales de Zuckermann y Sarmiento, las múltiples interrupciones de Maerker, la pomposidad de Delgado, la risa burlona de Lozano, la risa que menos da risa de Loret, el intelectualismo berrinchudo de Camín, Krauze, Castañeda... la porra que más aplauda de Astillero, Delgado y Páez... y también están los pegostes, espectaculares, anuncios en redes sociales, mesas de debate, marchas, jingles, inteligencia artificial, caricaturas, columnas de opinión, acusaciones, denostaciones, dimes y diretes, mañaneras, entrevistas, soundbites, pancartas, coreografías... ah mira, una reseña en Resident Advisor de un álbum joya del house underground que está re-trabajado y re-masterizado por un tal Lowtec, click y adiós.
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Actualización: La noche de ayer, miércoles 23 de mayo, un sorprendente ventarrón provocó una tragedia en el cierre de campaña de MC en San Pedro. Los reportes más recientes señalan que murieron 9 personas, entre ellos un menor de edad. Más allá de las investigaciones que se deban hacer al respecto, el Internet, esa “plaza pública” masiva repleta de avatares zombies, sacó lo peor de sí: ahora resulta que hay muchos ingenieros de escenarios que salieron a “analizar” detalles técnicos a distancia con un video pixelado de live stream. Pero eso no fue lo peor; expertos ingenieros en todo siempre aparecen para mansplainear cosas. Lo peor es que, antes de que se diera a conocer la magnitud de la tragedia, gente [desde bots humanos hasta genuinos idiotas, de simpatizantes hasta intelectuales de nómina] se atrevió a sacar raja política con ese impulso estúpido de tener que publicar, a huevo, una opinión, un chiste, una reverenda estupidez de menos de 240 caracteres al respecto. Por esa gente que se le quema el teclado si no opina de algo, lo que sea, pero sobre todo por esa gente que cree que tiene algo increíble que decir, algo jamás antes dicho, algo que va a sacudir las conciencias de quienes van a votar por M. en lugar de X., por esa gente [insisto, desde bots humanos hasta genuinos idiotas, de simpatizantes hasta intelectuales de nómina] esta cosa rara del Internet adquiere dimensiones más vomitivas de sobreproducción de contenido durante el periodo de campañas.
Fatiga electoral
j. zertuche Fundador y editor de «contextual». Anteriormente: Residente Monterrey, en su última etapa bajo el lema “Acciones para una ciudad mejor”.
22.may.24