Sonoro

12.sept.2024

Degustación Sonora 002

Segunda servida de esta nueva columna de música a bocados: mucha anécdota entre la despedida de black midi, los 600 de América Latina y una conexión vinílica Lisboa-Monterrey.

POR j. zertuche / Lectura de 17 min.

Segunda servida de esta nueva columna de música a bocados: mucha anécdota entre la despedida de black midi, los 600 de América Latina y una conexión vinílica Lisboa-Monterrey.

Lectura de 17 min.

Mientras la aplanadora [democráticamente electa, voluntariamente servil] aplasta y la oposición se auto-desmantela con una ingeniería inversa que, en realidad, no sorprende tanto, señoras y señores de la clase política se sientan a echar chismecito-café con micrófono podcastero frente a una joven entrevistadora que, sin querer-queriendo, les saca quotes más relevantes que la prensa tradicional. Y mientras la IP, los mercados y la versión en carne y hueso de las cadenas de Whatsapp pronostican el fin de la República y la debacle de las inversiones con un esoterismo sin parangón, las redes se convierten en el nuevo ejército de Televisa, creando contenido paralelo sobre-analizando su reality. Pero aquí seguimos, con audífonos puestos, tratando de afianzarnos a sonidos de escape: en el terreno de la música, es de mi agrado informar que la cosa sigue interesante, retadora y estimulante.

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Para abrir boca, una entrada de salpicón de hiatus, aderezado con ritmos avant-jazz y otras referencias podcasteras.

[Por sugerencia indirecta, intentaré emplatar esta segunda entrega de la Degustación Sonora. Espero que no salga empalagosa.]

Empecé a escribir esta columna momentos después de enterarme de la separación “indefinida” de black midi, la banda inglesa de avant-jazz, rock virtuoso e hiperactivo que, con tan solo tres discos entre 2019 y 2022 [Schlagenheim, Cavalcade y Hellfire], lideró el último comeback de la música de guitarrita en el Reino Unido. Una pena, pero tampoco resulta tan sorprendente esa separación: para quienes tuvimos la fortuna de verles en vivo, cuesta trabajo imaginar que una banda así, con esa intensidad de shows y personalidades tan diferentes [aunque complementarias] en el escenario, pudiera mantenerse junta por más tiempo; ni que fueran Les Savy Fav o Thee Oh Sees [quienes este año, por cierto, lanzaron su disco #29].

Geordi Greep, voz y guitarra principal de black midi, no se tardó ni una semana en lanzar “Holy, Holy”, primer sencillo de su nuevo álbum en solitario propiamente titulado The New Sound [Rough Trade], que saldrá completo en octubre. Con gran bravado, Greep se aventura, por lo menos en este sencillo, en terrenos que podríamos definir como más “pop”, con un sonido que me hizo recordar un poco al debut de The Coral, quizá algo de Steely Dan y hasta el show-off en guitarra de Robert Fripp. The Quietus lo entrevistó días después del anuncio de la separación de black midi. En esa entrevista, Greep revela la influencia de ritmos latinos, como la salsa, y brasileños, tan presentes en su disco debut que incluso viajó a Brasil para grabar con músicos locales. Además, justifica un poco el tono engreído de las letras por las historias random que ha recabado en bares, donde ha conocido a hombres que, pues, se envalentonan con el alcohol como en “Holy, Holy”.

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Habrá que esperar a ver dónde se acomodan y qué hacen los demás midis. En particular, me interesa seguirle la pista a Morgan Simpson, uno de los bateristas más intensos e interesantes surgidos de la escena The Windmill de Brixton, parte de la nueva generación de músicos británicos entrenados que están moldeando el nuevo sonido avant-jazz-rock.

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Ya llevo varios capítulos escuchados de Time Crisis, el podcast de Ezra Koenig [vocalista de Vampire Weekend]. Debo decir que este formato, en el que hombres de cierta edad y conocimiento se reúnen para hablar de música ante un micrófono, se ha vuelto mi cup of tea. El detonante fue el Popcast de The New York Times, conducido por el crítico Jon Caramanica y el reportero Joe Coscarelli. La fórmula me pareció entretenida e intrigante, pues pude ponerle voz a las firmas de la sección de crítica musical del NYT [especialmente a Caramanica y a Jon Pareles, quien aparece en uno que otro capítulo como invitado]; y ahora que han incursionado en el formato de YouTube, también puedo ponerles cara a esas firmas y la verdad es que es divertido verlos interactuar. También he consumido algunos capítulos de The Album Years, el podcast en donde Steven Wilson [Porcupine Tree] y Tim Bowness discuten acalorada y Britishmente sobre sus discos favoritos [y otros que no fueron de su agrado].

Pero el caso de Time Crisis es distinto porque me es más cercano: tanto Ezra como los amigos con los que graba, son de una generación más parecida a la mía, por lo menos musicalmente. Entonces la conversación se vuelve más entretenida de escuchar, con referencias actuales [en un capítulo, por ejemplo, exploran la música de King Gizzard & the Lizard Wizard], anécdotas que me remontan a una nostalgia indie [en otro, recuerda cuando escuchó por primera vez en vivo a The Walkmen, en una época en la que solo circulaba un CD-R previo al lanzamiento de su disco debut] y hasta desvaríos que me hacen soltar la carcajada [particularmente cuando desmenuzaron a Nickelback]. Y no todo gira alrededor de la música, hay mucho insider joke [todo lo relacionado con el mame de Starbucks, por ejemplo] del que te das cuenta al hilar dos o tres capítulos. Lo curioso es que ahora disfruto mucho más escuchar a Koenig hablar sobre Kurt Cobain, Bruce Springsteen, Taylor Swift, Pavement o The Grateful Dead, que poner la música de Vampire Weekend; por cierto, está increíble que el mismo Ezra sabe que habemos quienes disfrutamos más del podcast que su música. Ese vibe medio nerd-musical de multi-referencias del indie 2milero y otras curiosidades semi-cómicas de la vida modernita me ha servido como fondo para aguantar la espera en el aeropuerto, doblar ropa o hasta cocinar. Recomiendo.

De plato fuerte, una suculenta lista Best-Of en tabla de sal Latinoamericano, acompañado innecesariamente por una Manzana improvisada.

Hace unas semanas tuve la oportunidad de encontrarme con Leo Marz en una reunión de amigos. Él es artista y curador, pero me sorprende que en su bio más reciente esté notoriamente ausente el hecho de que es White Ninja o que fue miembro de Album, la extinta [y ya a estas alturas mítica] banda regiomontana. Nunca había tenido la oportunidad de platicar con él, aunque en tiempos remotos de los dosmiles coincidí laboralmente con un par de miembros de Album, o más recientemente por amigos en común. Incluso, alguna vez escribí sobre el Oxxo y para ilustrar el artículo utilicé su corto “Los viajes del maldito”.

En fin, cuento esta anécdota porque en esa reunión le comenté sobre Los 600 de Latinoamérica y que me parecía que el Microbricolages [Self-Released, 2006] de Album merecía una mención: este disco es una locura de folktrónica experimental que se estira por 21 canciones y que, a mi gusto, tranquilamente puede codearse con Mucho barato de Control o el Hombre Sintetizador de Zurdok entre los mejores discos hechos en Monterrey.

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«Lejos de ser enciclopédica, la lista es nuestra celebración de latinidad, en el repaso de sus géneros musicales como en las nacionalidades y su gran historia, materializada en 600 discos».

— José Luis Mercado, Introducción a los 600 discos de Latinoamérica

Los 600 es un esfuerzo titánico, casi un milagro y definitivamente un documento de consulta. La osadía no solo de publicar reflexiones para cada uno de los 600 discos ordenados que celebran a la música latina, sino de abrir el Top 10 con Dónde están los ladrones? [1998] de Shakira y cerrar con un portazo la monstruosa lista con Siembra [1978] de Willie Colón & Rubén Blades, o incluir in-between este Top 10, al en vivo de Juan Gabriel en el Palacio de Bellas Artes [1990] y el Re [1994] de Café Tacvba [aunque yo hubiera puesto al Revés/Yo Soy].

Esta lista, armada a todas luces desde la pasión y la sincera afición de un grupo de críticos y entusiastas, contrasta con la forzada y hasta corporativa 100 Best Albums de Apple Music. Tengo una teoría sobre por qué surgió esta lista que, la verdad, nadie pidió y nadie esperaba: unos meses antes de su publicación, Apple tenía abierta la vacante para el puesto de Editor General de Música, y me da la impresión de que quien obtuvo el cargo se quiso lucir armando este Best-Of. Lejos de ser un statement editorial, funciona más como un bonito e interactivo landing page para una gran playlist en Apple Music. O sea, está bien querer innovar y hacer bold moves al incluir discos de Burial o Robyn dentro de los 100, o incluso tratar de recorrer el canon musical hacia los 90s al coronar The Miseducation of Lauryn Hill [1998] como el mejor álbum de la historia. Pero darle el puesto No. 5 a blond de Frank Ocean o el No. 7 al good kid, m.A.A.d city de Kendrick Lamar es, claramente, un intento por quedar bien con una generación [de consumidores]. Take Care [2011] de Drake, por ejemplo, aparece mejor ubicado en el No. 47 que discos hechos por Portishead, 2Pac, Beastie Boys, De la Soul o hasta Erykah Badu. A eso me refiero cuando digo que esta lista se siente corporativa: parece armada por la IA de alguna firma de marketing especializada en perfiles generacionales.

Para cerrar con notas un poco más dulces: un digestivo de ritmos afro-portugueses, cortesía del Príncipe de los labels, acompañado de una generosa porción italiana de percusiones à la Magaletti.

Para seguir sumando al anecdotario de esta columna, otra reciente, esta vez desde un caluroso verano exprés de unos días por Europa. Mientras Rebeca tomaba un intenso taller con RCR Arquitectes en Olot, un pequeño poblado a las afueras de Barcelona, decidí tomarme un fin de semana largo en Lisboa con el objetivo específico de visitar una tienda de discos. Un poco de contexto: ella forma parte del grupo de socios detrás del espacio/galería/cafetería Arde Arte & Café Extinto [Reforma 361, Casco San Pedro] y como idea al aire, se le ocurrió que a lo mejor ahí podíamos tener un rinconcito de vinilos a la venta. Como cliente de años en Musiclab y, más recientemente, con una afinidad a la selección que tienen en Las Dunas Records, obvio este plan que traemos en mente no pretende competirles ni mucho menos: lo queremos hacer a un nivel de súper nicho, con un catálogo extra-limitado bajo el concepto de la extinción.

El pop y el nuevo indie están muy bien cubierto en Musiclab; la experimentación, el post-rock y las nuevas propuestas mexicanas y latinas, en Las Dunas. Sé que no son ni los únicos ni los últimos lugares en el AMM donde se pueden conseguir vinilos, pero los tomo de referencia porque me quedan más cerca y siempre tienen algo que me gusta.

Dicho esto, se me ocurrió que podía comenzar a armar una mini colección de vinilos para este nuevo propósito en Extinto, y estoy seguro de que no se pueden conseguir fácilmente. Es algo rarísimo porque, ahora que los tengo, me resulta difícil dejarlos ir.

Pero bueno, desde hace un tiempo he estado siguiendo a Príncipe, un label portugués con un catálogo de artistas de descendencia africana en Lisboa que están haciendo cosas muy interesantes: desde música bailable contemporánea hasta experimentación en ambient, siempre con un pie en la batida, kuduro, kizomba y tarraxinha. Para mí, los artistas y ritmos que promueve Príncipe tienen un futuro similar al del Amapiano: es cuestión de tiempo para que productores de mayor alcance los descubran, retomen, utilicen y, francamente, desgasten. Por lo pronto, creo que están en su nivel de madurez con releases como Sai do Coração de Nuno Beats, Chá Preto de DJ Nigga Fox, y el 95 MINDJERES de Nídia, que salió el año pasado.

Además de Príncipe, en mi radar está todo lo que haga Valentina Magaletti, baterista italiana que nada más está involucrada en Vanishing Twin, Moin, Holy Tongue, Tomaga y V/Z, entre otros proyectos en solitario y en colaboración, como su más reciente con la propia Nídia. De regreso a Lisboa, estuve casi 3 horas en la tienda de discos Flur platicando con André Santos, quien además co-dirige el label Holuzam. La experiencia fue, por decir lo menos, híper satisfactoria: me contó la historia de Boomkat, la tienda de discos de Manchester; cómo comenzó Nídia; que si me gustaba Príncipe, estaba de suerte porque esa misma noche tocaba DJ Nigga Fox [obvio fui]; me preguntó si había escuchado a Mabe Fratti [¡!] porque es un hit allá; me presentó un par de releases de Holuzam que terminé comprando; compartimos la experiencia de ver en vivo a The Caretaker mientras iba buscando los vinilos que tenía de él disponibles en su tienda [¡!]; me regaló un par de ejemplares de Crack Magazine; me iba a regalar una totebag de Flur, pero ya las tenía agotadas, así que me dio otra de un label oscuro de ahí mismo de Lisboa; le presenté la música de Tony Gallardo y lo que lanza HAKUNA KULALA; y en algún momento me compartió una historia muy audiophile con la que no los voy a aburrir, pero que surgió porque me llamó la atención la cantidad de CDs que tiene en display en su tienda.

Así que, en cuanto sepa cómo soltar los vinilos que traje, daremos aviso para que puedan ir a verlos, acompañados de un café, música y arte, con la esperanza de que los extingan.

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Degustación Sonora 002

Escrito Por

j. zertuche Fundador y editor de «contextual». Anteriormente: Residente Monterrey, en su última etapa bajo el lema “Acciones para una ciudad mejor”.

Fecha

12.sept.24

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