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02.dic.2021

Tecnoutopías: el sueño infantil de millonarios

En cada sobrevalorada utopía de algún multimillonario se encuentran inscritas —además de las contradicciones que hacen sus fortunas posibles— las condiciones ideológicas, económicas y sociales que permiten que sigan replicándose.

POR Federico Compeán / Lectura de 12 min.

En cada sobrevalorada utopía de algún multimillonario se encuentran inscritas —además de las contradicciones que hacen sus fortunas posibles— las condiciones ideológicas, económicas y sociales que permiten que sigan replicándose.

Lectura de 12 min.

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Los multimillonarios son una nueva especie de celebridad cuya consideración en los medios y la opinión pública oscila en dos extremos: hay quienes les deifican y elevan a rango de súper humanos visionarios; hay quienes les vemos como estandartes vivientes de la desigualdad más descarada y consideramos que su riqueza no es más que el reflejo de una infinidad de contradicciones estructurales.

Y a pesar de la torpeza, insensibilidad y ridiculez con la que muchos se conducen, esto no les detiene en su pretensión de embarcarse en proyectos que pudiéramos denominar como utópicos.

Recientemente me topé con el proyecto de Telosa, una tecno metrópolis que pretenden edificar en algún desierto estadounidense para darle, supongo, una cualidad de oasis, pero no sólo en términos estéticos: por la narrativa que proyectan, parece que también pretenden hacer de este proyecto una especie de refugio idílico de las garras del gobierno grande, de los impuestos y los pobres.

La pretensión del nombre (que deriva del griego telos) refiere a un objetivo, un propósito trascendental, una especie de misión de esas que sólo un multimillonario podría concebir y, por virtud de su capital, realizar.

La iniciativa del multimillonario Marc Lore no es original ni extraña, incluso podríamos decir que es necesaria. Al final, si algo hace falta en esta transición apocalíptica es precisamente pensar en futuros distintos. Sin embargo, su posible potencialidad utópica esta basada en las mismas nociones ingenuas, simplistas y miopes que nos tienen en este lúgubre momento histórico.

Como otros magnates del capital, Lore no pretende retar o generar quiebres con las estructuras económicas, sociales o políticas del presente. ¿Porque habría de hacerlo si precisamente estas condiciones son las que le han dado sus millones? Esto hace que la iniciativa Telosa sea un impulso de aislamiento en un micro universo tecnocrático, un ejercicio de escapismo hacia una imaginada condición de mayor libertad y prosperidad más allá de las arbitrarias reglas de una ciudad ya funcionando. La concepción del proyecto y sus porqués incluyen todas las palabras de moda en cualquier presentación corporativa: apertura, justicia, inclusión, sustentabilidad y, por supuesto, crecimiento (ese paradigma que no puede ser cuestionado).

Ninguna de esas voluntades se expresa más allá de los principios limitantes del capital y su mercadotecnia identitaria. Son simples conceptos para pintar cualquier emprendimiento como atractivo y moralmente vigente, pero Telosa no es más que una startup transformado en ciudad. Así, desde su concepción se materializa como una visión terriblemente conservadora y, en términos de posibilidades para un futuro distinto, intranscendente. Y esto tan sólo al evaluar la superficialidad del proyecto. Sin embargo, este tipo de nociones de un narcisismo utópico casi patológico resultan mucho más peligrosas de lo que su vacuidad podrían sugerir.

En cada sobrevalorada utopía de algún multimillonario se encuentran inscritas —además de las contradicciones que hacen sus fortunas posibles— las condiciones ideológicas, económicas y sociales que permiten que sigan replicándose. Ya sea Telosa, la colonización de Marte de Musk o el Metaverso de Zuckerberg, el ánimo es escapar de la complejidad y sus profundos problemas sociales para empezar de nueva cuenta en otra ciudad, otro planeta u otra realidad. Esto es muestra de la misma incapacidad creativa (individual y colectiva) de plantear quiebres radicales sobre cómo operamos y existimos en el mundo.

Los tres ejemplos mencionados no hacen nada —o incluso empeoran— las crisis modernas en sus dimensiones ambiental, social, política y hasta emocional.

Esta “receta” aplica más allá de estos grandilocuentes proyectos utópicos ya mencionados: también están los impulsos solucionistas y tecnológicamente deterministas tan típicos de los techbros de Silicon Valley. Ejemplos tan recientes como la absurdidad de los NFTs, la tenebrosa condición del Big Data, la mal entendida moda de la inteligencia artificial y básicamente todo el hype absurdo sobre la condición aparentemente descentralizadora de las criptomonedas se reflejan en un sinfín de aplicaciones aburridas, irrelevantes e incluso ridículas.

El tema aquí no es demonizar la tecnología o las iniciativas que de ella emanan, sino precisamente poner atención en su potencial para orientar el timón hacia el futuro, para establecer los vectores necesarios que generen cambios genuinamente radicales.

Vale entonces la pena recordar que la visión tecnológica del mundo, esa pesada herencia de la modernidad, no opera en la neutralidad sino que condiciona la forma misma en la que interactuamos con éste. Continuar operando la racionalidad técnica como si el proyecto de modernidad estuviera aún vigente (o libre de contradicciones), nos dejará posicionados perpetuamente en una ingenuidad infantil que, en vez de permitirnos plantear los planos para un futuro mejor, nos mantendrá iterando de forma recurrente en la cárcel de un pasado cuya pretensión nos tiene a la deriva en una época de posibilidades infinitas.

No dejemos que los multimillonarios dicten los colores y afectos del mañana. Imaginemos nosotros el telos propio y colectivo de un futuro genuinamente distinto.

Tecnoutopías: el sueño infantil de millonarios

Escrito Por

Federico Compeán

Fecha

02.dic.21

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