Texto

16.sept.2021

Por qué nadie quiere ser policía

Alzar la voz cuando un policía viola los principios de su actuación es necesario, como también lo es encontrar nuestro lugar en la dignificación de esta profesión.

POR Patricia de Obeso / Lectura de 10 min.

Alzar la voz cuando un policía viola los principios de su actuación es necesario, como también lo es encontrar nuestro lugar en la dignificación de esta profesión.

Lectura de 10 min.

¿Quién de ustedes arriesgaría su vida y su reputación por ser policía?

Ser policía en México es una profesión que carece de la más mínima popularidad. Hay casos, me atrevería a decir escasos, en los que se elige por ser una tradición familiar, una vocación o un anhelo. Los incentivos para ser policía son pocos y cuentan con una pésima percepción de confianza a causa de la participación de algunos de ellos en casos de extorsión, corrupción y violencia. A lo largo de dos años trabajando con el equipo de Prevención Social de la Violencia del ayuntamiento de San Pedro, en Nuevo León, pude tener una noción más clara de esto.

Estas líneas están basadas en esta y otras experiencias con policías, testimonios y mi propia percepción de las mujeres y hombres que, por la razón que sea, eligen ser policías. En absoluto pretenden ser una apología de la violencia o buscar simpatías; el único propósito es evidenciar una parte de la realidad para intentar cambiarla.

Según datos de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, un policía gana, en promedio, 13 mil 187 pesos mensuales. En algunos estados el sueldo es de 6 mil pesos, mientras el máximo es de 21 mil pesos al mes. Las prestaciones varían, pero suelen ser mínimas. En algunos estados los policías no cuentan con seguro de vida y cuando lo tienen, las cifras rondan entre los 100 y 150 mil pesos. Esto vale uno de los trabajos más arriesgados de todo el amplio sistema de procuración de justicia en México.

La cultura laboral es agotadora por no decir desesperante. Por lo general, los turnos son de 12 horas de las cuales, además de cumplir con sus obligaciones bajo estrés, tienen que buscar un lugar para comer e ir al baño pues no tienen espacios designados para ello. Su alimentación suele ser mala. Tampoco hay tiempo para ejercitarse, ni tienen acceso a una contención emocional o acompañamiento psicológico para procesar las cargas que implica su trabajo.

La capacitación inicial para ser policía dura apenas seis meses y, aunque los protocolos de actuación están escritos en un código de ley, en la práctica son confusos. Esto los pone en un alto grado de vulnerabilidad ya que pueden ser imputados si cometen cualquier error. Lamentablemente, una vez que salen de la academia es difícil encontrar espacios para que tengan una educación continua (hacerlo significaría sacarlos de la operación o sacrificar sus horas de descanso).

Las corporaciones policiales se forman y operan de manera jerárquica y machista. Las órdenes no se cuestionan y hay otras que se traducen de manera implícita, conforme a la ideología de las y los gobernantes y mandos policiales. Hasta hace poco tiempo, en la Ciudad de México las mujeres estaban obligadas a cortarse el pelo para traerlo corto, como los hombres.

En los últimos años, en las ciudades más grandes del país, se ha visto un incremento de candidatas y candidatos a las fuerzas policiales por personas del sureste en donde existe mayor pobreza y poco acceso a un trabajo con sueldo fijo. Muchos policías se separan de sus familias para ir a trabajar a otros estados que ni siquiera conocen.

Hasta aquí, parece que todo es responsabilidad del mismo Estado. Sin embargo, el dilema es más complejo: naco, naca, ratera, gato, pendejo, ¿quién te crees?, no sabes con quién estás hablando… son apenas algunos de los insultos que, en muchas, muchísimas ocasiones reciben los policías al hacer su trabajo.

Vivimos en una constante disyuntiva en la que queremos ver a los policías cerca y al mismo tiempo les despreciamos. Los sobornamos, no los volteamos a ver, pocas veces agradecemos o simplemente nunca intentamos imaginarnos las condiciones en las que trabajan.

En principio, queremos que intervengan en todos los asuntos relacionados con la seguridad. Que detengan, contengan, multen, prevengan y toda acción que tenga que ver con evitar quebrantar la ley. Que lo hagan con perspectiva de género y derechos humanos, con estricto apego a la ley y, de paso, con una sonrisa en la cara. Sin embargo, ellas y ellos no son tratados bajo estos principios. Los hacemos cargar con la responsabilidad de contener violencias que ellos mismos padecen.

En 2020 se creó en San Pedro la Unidad Especial de Protección, un equipo conformado principalmente por policías que fueron capacitados para atender la violencia familiar con perspectiva de género. Un delito del cual nos resistimos a hablar y que, por lo tanto, es difícil de prevenir. El número de casos es desbordante y para las policías es frustrante, pues aunque las leyes son claras en papel, aplicarlas es increíblemente complejo en estos casos pues no son prioridad. Merecen más reconocimiento.

Tenemos la buena suerte de que existan gobernantes, policías y personas que intentan luchar contra estas premisas. Sin embargo, son pocas y no logran romper con la inercia de las políticas públicas que promueven la guerra, la intervención del ejército y la mano dura. Promover una reforma policial es una medida urgente, pero lamentablemente no es prioridad. Alzar la voz cuando un policía viola los principios de su actuación es necesario, como también lo es encontrar nuestro lugar en la dignificación de esta profesión.

Antes de llegar a casa me quito el uniforme. Prefiero que nadie sepa que soy policía”, “una vez que eres policía, no puedes trabajar en nada más, te ven mal”. Ser policía puede ser también una condena. Estos testimonios son de personas que viven y trabajan en la misma comunidad. Que son vecinas y vecinos de las personas que protegen. En ocasiones, pueden hacer mucho por ellas, y en otras, cargan con la impunidad y con los ciclos de violencia que se repiten todos los días en este país.

Por qué nadie quiere ser policía

Escrito Por

Patricia de Obeso

Fecha

16.sept.21

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