Esta sirvió para dejar marcas históricas, recordatorios del momento que viven las mujeres en el país: «México feminicida. La patria mata. REVOLUCIÓN en las camas, en las casas y en las plazas. Policía violador. Con nosotras no se juega. Sin cliente no hay trata. No enciendas velas, enciende barricadas. Viva que te quiero viva. Se va a caer…»
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México feminicida — A veces las marchas sirven para dar luz a cosas que viven en la penumbra. Conflictos o problemas que pocas personas conocen, abusos de los que nadie habla, injusticias de las que no escuchamos. Esta última marcha, la del viernes 17 de agosto, no sirvió para eso. Ya conocemos bien lo que sucede porque pocas mujeres están exentas de vivirlo o de conocer alguien que lo viva.
La patria mata — A veces sirven para pedir algo. En este caso, ese algo podría resumirse en un reclamo *simple*: dejen de matarnos. Pero también dejen de violarnos y de desaparecernos. Dejen de violentarnos en nuestras casas, en nuestros lugares de trabajo y en la calle.
REVOLUCIÓN en las camas, en las casas y en las plazas — Las marchas y protestas muchas veces son necesarias porque el problema parece rebasar todos los niveles de gobierno, de ley, de lógica, de lo que sea. En este país surreal nos viola la policía, nos matan en nuestras casas, en la calle, en la escuela, a cualquier hora del día, tengamos la edad que tengamos.
Policía violador — A veces son necesarias porque el problema existe tanto en lo público como en lo privado y lo público es tarea del Estado pero lo privado no. Qué cómodo, especialmente cuando sabemos que lo privado lo terminamos cuidando nosotras.
Con nosotras no se juega — Luego son necesarias para replantear hacia dónde dirigimos algunas discusiones. Cuando se criminaliza a las trabajadoras sexuales, cuando la industria de la pornografía es tierra de nadie, cuando México tiene el primer lugar en trata infantil, las marchas son una galería de preguntas abiertas que tenemos pendientes de responder.
Sin cliente no hay trata — La mayoría de las veces, las marchas son necesarias porque estamos hartas. Hartas de que no nos escuchen, pero también de que finjan que nos escuchan sólo para no hacer nada. Estamos hartas de que a este país le duela más que suba la gasolina que las cifras de feminicidios diarios. Hartas de que los medios y los “opinadores” critiquen cada forma de protestar que hemos intentado. Si bailamos, si paramos, si rompemos, si rayamos, si quemamos.
No enciendas velas, enciende barricadas — A veces sirven para dejar un registro. Las marchas y las pintas dejan regadas a su paso las consignas feministas, con esténciles o a mano alzada. Pegadas en los postes, regadas en la banqueta en forma de diamantina. Se dejan pañuelos verdes amarrados en monumentos a manera de recordatorio de que estuvimos ahí, de que fuimos todas.
Viva que te quiero viva — Esta vez, la cereza del pastel fue que la marcha sirvió para todo eso y más. Sirvió para encender discusiones públicas, para recordarnos por qué los medios no están haciendo su jale. Sirvió para destapar aquellos machos anónimos que se escondían detrás de la tibieza. Sirvió para dejar, más que claro, quiénes de los y las que están en gobierno están realmente pensando en nosotras y para quiénes valemos menos que una estación de metrobús. Nos volvió a enfrentar a las discusiones que, entre feministas, nos ha costado resolver.
En todas las marchas hay pintas. La diferencia es que no habíamos pintado aquello que aparentemente tiene más valor que nosotras. Ahora que pintamos monumentos tocamos fibras sensibles y qué bueno. Que quede registro del año, que la pintura sirva de historia viva (aunque sólo queden las fotografías) de que en 2019 se cometen 10 feminicidios diarios en México.
Se va a caer…
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Fotos de Danielle Lupin
¿Para qué sirven las marchas?
Pau Morán
21.ago.19