Simpático, afable, agradable, amigable… caimebien pues. Son cualidades que uno, en su sano juicio, jamás asociaría con Donald Trump. Y, sin embargo, lo son para 75 millones de votantes.
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Esto de consumir noticias, artículos, columnas, opiniones y, en general, todo tipo de contenido, día y noche, disponible al instante, debe ser una de las locuras colectivas más autodestructivas en la historia de la humanidad. Ya sea por hábito ¿cívico?, deformación profesional o gusto adquirido; generado por profesionales, propagandistas o “creadores de contenido”; en formato de texto, podcast o video; porque el algoritmo te lo empujó en el feed o porque realizaste una búsqueda consciente; al final, hoy da igual: es lo que hay, es lo que se hace y es lo que se espera que hagamos al tener acceso a internet.
Dicho esto, quiero compartir algunas reflexiones... mejor dicho, algunas cosas que he consumido relacionadas con el proceso de la elección estadounidense. De hecho, creo que al decir “cosas” puedo deslindarme de la responsabilidad de ser medianamente coherente y, de paso, decepcionar luego-luego.
Desde el fiasco de la elección entre Gore y Bush en el año 2000, cada cuatro años absorbo la cobertura previa, durante y post-electoral de Estados Unidos, con una sana [¿o insana?] ingesta de medios digitales y electrónicos, tanto internacionales y locales estadounidenses como nacionales mexicanos [por puro morbo]. Casi siempre sentado desde el lado de la audiencia, pero también por un tiempo considerable desde la edición de una sección internacional en prensa, puedo atestiguar que, en casi un cuarto de siglo, el ecosistema mediático allá es prácticamente el mismo: los mismos periódicos y revistas importantes, las mismas tres cadenas nacionales de TV, las dos o tres cadenas de noticias de 24 horas en cable y, aunque con rotaciones y nuevas caras, el mismo arquetipo de anchors. Si acaso, lo diferente es que ahora cuentan con más tecnología, como las touch screens interactivas, manipuladas con una maestría francamente adictiva por personajes como John King [CNN] o Steve Kornacki [MSNBC], para mostrarnos con un detalle escalofriante cómo los paisanos se volcaron en esta elección por Trump en condados como los que forman El Valley 956, aquí a la vuelta, a dos horas.
Todo es igual, excepto por unas pocas grandes disrupciones: la adopción del smartphone, Obama, la consolidación de las redes sociales y Trump.
La política estadounidense, con su incesante, saturada y partidista cobertura, sigue teniendo una espectacularidad equiparable a la de deportes como el béisbol, el futbol americano, el basquetbol o, ahora, el “soccer”, con la pequeña gran diferencia de que en esta Major League solo compiten dos equipos: rojos y azules.
La supuesta democracia más importante e imponente del mundo vive en un sistema maniqueo, hoy más acentuado que nunca, que se refleja en un espectáculo espantosamente entretenido visto desde la sana distancia. Y ahora que su prensa liberal se está replegando, juntando las canicas para tratar de explicarse qué pasó con la apuesta demócrata [a veces rozando niveles estilo Alazraki], me gustaría compartir algunas piezas de contenido que ayudan a armar el rompecabezas. O no.
Bromances
De las tres horas que duró la esperadísima aparición de Trump en el podcast de Joe Rogan, debo decir que consumí poco más de la mitad. Y aunque no tuvo el valor periodístico, digamos, tradicional, esa bizarra pieza de contenido acumula poco más de 49 millones de vistas [hasta la noche del 11 de noviembre]. Lo peor de todo es que esa aparición confirma a Trump como el personaje político mediático por excelencia de nuestra era. Bueno, no, corrijo y agrego: lo peor es que, con todo, lo confirma como un personaje ameno y hasta chistoso... if only [si tan solo no tuviera ese acceso al poder; si tan solo no tuviera El Poder de hacer lo que piensa].
Por supuesto que esta no fue la única participación de Trump en el ecosistema de contenidos que consume la “Manosphere”. Este artículo de VICE analiza el rol clave que jugó su espigado hijo menor, Barron Trump, quien, a sus 18 años, se convirtió de facto en el mejor asesor de campaña desde aquel equipo que comandó la elección de Obama. Con acceso de primera mano a los contenidos que consumen los hombres jóvenes, Barron dirigió las relaciones públicas de Trump con los influencers más deleznables y, tristemente, más efectivos en esta elección.
Si había dudas de si el legado de Trump estaría en el limbo por su avanzada edad, Barron aparece como el príncipe que se está preparando tras bambalinas, por no decir desde las tinieblas.
«En esta elección, una de las armas más fuertes de Trump parece haber sido su gigantesco y crónicamente online hijo de 18 años, su mejor amigo Bo y los ‘Bros’ que lograron inclinar a favor de Trump.»
Jon “F.” Stewart
Lo mejor que pudo haberles pasado a los demócratas es el regreso de su talismán, brújula y consciencia: Jon Stewart. Que no lo escuchen o tomen en cuenta al momento de delinear su agenda, es otra cosa. Y ahora está de regreso por partida doble: otra vez como anchor, aunque solo los lunes, en The Daily Show, y en su versión en podcast, en un formato más ad hoc a los tiempos del bla-bla-bla. Para ser honesto, Stewart tardó unos cuantos programas desde su regreso en retomar el ritmo y la acidez que lo caracterizaron en su peak. Pero la grata sorpresa fue escucharlo en la versión en podcast, dando cátedra de periodismo de opinión, analizando los medios como nadie y siendo el entrevistador más incisivo. ¿Que por qué jala más el estilo Rogan de “soy un hombre común, curioso, creo en las conspiraciones y desconfío de todo, pero tengo varios comentarios erráticos que van a ser escuchados por decenas de millones de personas”? Me rebasa.
De sus apariciones en otros medios los días previos a la elección, rescato la entrevista que le dio a Ezra Klein en The New York Times. En particular, destaco una intervención muy atinada de Stewart [que demuestra lo buen oyente y sagaz que es], en la cual invierte los roles y, de ser el entrevistado, termina haciendo una pregunta y una observación muy pertinente:
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→ [Ezra K.] — Una de las cosas que siempre pienso que la gente interpreta mal sobre los medios es que cree que son más fuertes y están más dirigidos por sí mismos de lo que realmente están, especialmente ahora que la competencia se ha vuelto tan intensa.
→ [Jon S.] — Claro, cuando dices “dirigidos por sí mismos”, ¿a qué te refieres?
→ [Ezra K.] — He estado involucrado en muchos tipos diferentes de medios a lo largo de los años, y algo que me sorprendió al pasar de ser alguien que los consume a alguien que los produce es ver cómo los medios terminan reflejando a su audiencia, a menos que se aplique una enorme fuerza editorial en la dirección contraria.
→ [Jon S.] — ...Lo que acabas de decir sobre que los medios no están dirigidos por sí mismos, creo que apunta exactamente a lo que me parece inquietante: que ellos mismos son víctimas del algoritmo incentivado con el que están tratando de competir, en lugar de verlo como parte de una batalla continua para combatir las mentiras.
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Pero el programa que dedicó una semana después de la elección, en el que vapulea al partido azul por su incongruencia y por intentar atajar a la derecha por la derecha, es, chef’s kiss.
Disenso o Difiero
En un tono más serio, pero no menos profundo, publicaciones de izquierda como Jacobin o Dissent también se están sumando al análisis de qué carajos pasó. Y más allá de los típicos —y ya casi clichés— talking points, como la postura de Biden-Harris sobre Palestina-Israel o el debate woke-unwoke centrado en los pronombres y el tema trans, Gabriel Winant desmenuza en este ensayo publicado en Dissent el eco, promovido también por figuras como Bernie Sanders, de afianzar una postura de izquierda como respuesta [y no camuflarse en el centro-derecha, como trataron de hacer].
«El trumpismo no puede ser tratado tersamente porque responde a fuerzas reales en la sociedad estadounidense —racismo, misoginia, frustración de clase— y ofrece una expresión obscena y satisfactoria a quienes va dirigido ese mensaje. Solo puede ser derrotado mediante una confrontación directa, no solo con Trump, sino con lo que representa y con la reconstrucción de Estados Unidos que él visualiza.
[...]
Como también observó [Bertolt] Brecht, “aquellos que están en contra del fascismo sin estar en contra del capitalismo, que se lamentan de la barbarie que surge de la barbarie, son como personas que desean comer ternera sin sacrificar al becerro. Están dispuestos a comer la ternera, pero no les gusta ver sangre. Se sienten fácilmente satisfechos si el carnicero se lava las manos antes de pesar la carne.” Decir la verdad, en cambio, no es en sí una solución, pero es el primer paso necesario y el único posible.»
Más que un comentario, tengo varias preguntas
Quizá lo más atinado sea seguir haciéndose preguntas, pero la brevísima brutalidad de los cuestionamientos que plantea Franco “Bifo” Berardi en su ¿columna? publicada en e-flux, es realmente excepcional. De manera desesperanzadora, Bifo la titula «How to Explain?», donde formula tan solo seis interrogantes. Rescato la siguiente, que más que una pregunta, parece un lamento:
«¿Acaso la identificación con el opresor es la única forma de sobrevivir cuando comprendes que es imposible liberarse de la opresión?»
Un poco más elaborado y, obviamente, narrativo, el autor George Saunders propone en este texto de The New Yorker «Cinco experimentos mentales sobre la enfermedad subyacente». La enfermedad, en este caso, es la pérdida de civismo en la discusión sociopolítica en Estados Unidos.
Apaga y vámonos o Good Night, and Good Luck
Quizá el ángulo más interesante que he leído viene de Rob Horning, escritor y pensador sobre tecnología y sus efectos en la sociedad, y ex-editor de Real Life Mag y The New Inquiry. Ahora, a través de sus ensayos vía Substack, Horning propone un cruce muy interesante entre la integración de la inteligencia artificial en la vida diaria, el desapego de lo colectivo y el atrincheramiento en lo individual; particularmente, lo que empresas como Apple buscan proyectar mediante sus problemáticas campañas publicitarias sobre su AI [acrónimo también de Apple Intelligence].
Horning hace el cruce con el Trumpismo y las campañas republicanas, que promueven el derecho a actuar en función de los deseos personales por encima del bien común.
«Sé que hay una serie de razones superpuestas por las cuales Trump fue reelecto, a pesar de su evidente falta de aptitud personal y moral y de la vacuidad e incoherencia de sus posiciones. Sin embargo, en los últimos días he estado pensando principalmente en este egoísmo normativo, en la falta de consideración que su campaña parecía diseñada para celebrar en cada oportunidad, bajo diversas formas, de la misma manera en que se celebra en el anuncio de IA de Apple. Con Trump como figura principal (y con la IA en ascenso en la vida cotidiana), no es necesario considerar a los demás, mucho menos las necesidades de los más vulnerables de la sociedad; en última instancia, ni siquiera es necesario considerar que la “sociedad” realmente exista, como Margaret Thatcher afirmó célebremente.»
Ya por último, y sin afán de promocionar contenido propagandístico, está circulando una pseudo-serie del productor del programa de Tucker Carlson [lo menciono porque así, con esa “insignia de honor”, lo anuncian] con imágenes inéditas de la campaña de Trump. Ni por morbo me asomaría a ver los seis capítulos, pero hay un fragmento muy revelador: la habilidad de Trump para dictarle a su equipo de community managers los “tuits” en esa otra red social ultraconservadora, en tiempo real, como respuesta al discurso que Kamala Harris estaba dando en vivo en la convención demócrata [ver del minuto 12:00 al 21:33]. Y por habilidad me refiero a que este señor pasará a la historia, entre otras cosas, como el personaje más apto y adaptado a la cacofonía, desconexión y deshumanización de la era de las redes sociales. Si Obama fue la esperanza de sus inicios, Trump es el listillo que mejor provecho personal sacó de ello.
Habría que seguir preguntándose cómo es que Trump logró infiltrarse en el psique estadounidense para inspirar, con ese cierto humor y personalidad de Mr. Congeniality, tanto individualismo como para que a esta doña le valga madre su familia.
Nota al margen: Un par de días después de publicar este artículo, Slavoj Žižek apareció con el ensayo más urgente sobre el tema. Sintetizarlo sería casi imposible, hay que leerlo como un todo [incluyendo un par de chistes de mal gusto que, en su defensa, funcionan a la perfección para ilustrar su punto]. Digamos que lo central de su argumento reside en la necesidad de establecerse radicalmente en oposición a Trump, y no con medias-tintas de centro-izquierda “progre”. Dudo que se configure pronto el tipo de radicalismo que le pueda hacer frente a Trump al interior de Estados Unidos; sin embargo, el llamado de Žižek de conformar un MEGA [Make Europe Great Again] como contrapeso al MAGA trumpiano, eso sí que puedo imaginarlo. El ensayo lo publica e-flux con el nombre «After Trump’s Victory: From MAGA to MEGA».
Mr. Congeniality
j. zertuche Fundador y editor de «contextual». Anteriormente: Residente Monterrey, en su última etapa bajo el lema “Acciones para una ciudad mejor”.
12.nov.24