Texto

15.ene.2020

Miénteme más

Con las elecciones a gobernador acercándose, debemos tomarnos seriamente la necesidad de exigir honestidad y no sólo a la clase política, también a la prensa y los medios. Antes de reestructurar su relación con el poder, nos deben muchas explicaciones a la ciudadanía.

POR Luis Mendoza Ovando / Lectura de 16 min.

Con las elecciones a gobernador acercándose, debemos tomarnos seriamente la necesidad de exigir honestidad y no sólo a la clase política, también a la prensa y los medios. Antes de reestructurar su relación con el poder, nos deben muchas explicaciones a la ciudadanía.

Lectura de 16 min.

Miénteme más, que me hace tu maldad feliz”, dice un bolero de hace ya más de medio siglo para confirmar que la sabiduría popular opera más como premonición que como radiografía.

De unos años para acá, la verdad se volvió una cosa más bien inasible para convertirse en bufet. ¿No están de acuerdo? Yo tengo otros datos.

La llamada cuarta transformación tal vez no cambie al país, pero sí la relación que tenemos con la verdad. Un análisis del primer año de “las mañaneras” señala que en promedio el presidente dice 5 mentiras y menciona 39 cosas incomprobables.

Fuente: SPIN, Taller de Comunicación Política | (Nota al margen) Los datos de SPIN también muestran que la prensa ha perdido interés en cubrir lo que dice el presidente en Las Mañaneras y también que La Jornada ha mostrado tres veces más interés que Reforma en cubrirlas de todos modos (👀).

Ahora bien, pensar que Andrés Manuel inventó las mentiras en la política no sólo es inocente y torpe, es hasta mentiroso. La relación que como sociedad tenemos con la mentira cala más hondo. Andrés Manuel podrá salir a decir 5 mentiras todos los días, ¿pero cuántas nos aventamos nosotros en nuestras redes sociales?

Una encuesta realizada por AB Estudio revela que más del 80% de los empresarios del sector de la comunicación considera «altamente probable» que se difundan fake news por WhatsApp, Facebook o Twitter. Perfiles de Facebook, Instagram y hasta de Tinder dan muestra de ello, pero no lo consideramos tan grave porque nosotros, las personas de a pie, no tomamos decisiones por otros. Nuestras mentiras no cuentan, y en efecto no tienen el mismo peso que las de quienes gobiernan, pero sí evidencian qué tan complicada es la relación que tenemos con la verdad.

De acuerdo con el estudio de Hábitos de los Usuarios del Internet en México, de la Asociación de Internet MX, entre 2015 y 2018 la cantidad de internautas creció 25%, pasó de 65.8 a 82.7 millones. También revelan que el 60% de los usuarios lo utilizan para informarse de contenido relevante.

Este último dato es un tanto engañoso. Informarse está bien, ¿pero en dónde? De acuerdo con el último estudio de Mitofsky sobre Confianza en las Instituciones, los mexicanos confían tanto en las redes sociales como en los medios de comunicación. Es decir, valoramos con la misma confianza una cadenita (que pudo salir de la creatividad paranoica de un usuario) que una investigación periodística (que pasó por un proceso de producción y edición).

Aunque suene disparatado, no lo es. El recuerdo de una prensa que distorsiona la realidad por corrupción o censura sigue vigente, entonces la labor de proveer a la ciudadanía de los hechos que configuran nuestra realidad se siente, pues, poca cosa. En la era de la información que vuela hasta tus manos, la labor del periodista se equipara a tomar una foto y subirla al Facebook o rolarla por WhatsApp.

Este hecho no es menor: la prensa por mucho tiempo tuvo el monopolio (tanto de atención como en la autoría) en la definición de la realidad. Los medios de comunicación eran el espejo donde la sociedad podía ver sus proezas, riesgos y tropiezos y donde se construía un registro del presente que terminaría por hilar el correr de la historia.

Por eso el poder estaba —y está todavía— tan interesado en legitimar sus narrativas a través de los medios de comunicación.

«Fue ejemplar la pluralidad y el profesionalismo de la prensa, la radio y la televisión. Los medios de información no fueron, como en otras ocasiones, correas de transmisión para la guerra sucia. También mi gratitud a las benditas redes sociales».

— AMLO, DISCURSO DE VICTORIA EN JULIO DEL 2018

Un año después de “bendecir” a las redes sociales, el presidente dice que los medios «muerden la mano de quien les quitó el bozal». El halo de bendición de las redes sociales se ha vuelto un simulacro del purgatorio.

En México, sin embargo, la prensa también es espejo… pero de feria. Ha servido para distorsionar la imagen de quienes tienen el poder, y por ese espejo se reflejan abusos más altos, flacos o pequeños, según les convenga. La falta de ética de los medios nacionales se volvió incluso motor de movimientos sociales como el #YoSoy132 en el 2012.

En tiempos recientes la historia no es muy diferente, sólo que ahora la prensa sirve para que las audiencias vean lo que sus caprichos exigen. De ahí que una nota estilo 10 motivos por los que México ya es Venezuela tenga toda la libertar —e impunidad— de ser publicada.

Nuevo León tiene su propia historia de conflicto entre los medios y el poder, basta recordar el día que también “hicimos historia”. En 2015, frente a una Macroplaza llena, Jaime Rodríguez Calderón, vuelto un fenómeno y gobernador electo, dirigió unas palabras a la multitud reunida. Tomó el micrófono y alzó la voz para rebasar los gritos que sonaban como golpes. ¡Fuera Multimedios! ¡Fuera Multimedios!

«Vamos a usar una nueva relación con los medios de comunicación que permita que cada quien haga su trabajo. El Gobierno podrá comunicar programas de educación y de valores. Tendremos que hacer una nueva relación donde haya Gobierno, en la que el Gobierno trabaje bien».

— EL BRONCO, DISCURSO TRIUNFAL EN LA MACROPLAZA

El gobernador que contesta su WhatsApp perfiló entonces lo que parecía una nueva manera de comunicar, tanto así que provocó el delirio de la gente que le devolvió una marea de gritos que ya han quedado en el olvido…

¡Fuera Chavana! ¡Fuera Chavana!

En la transmisión de Multimedios de ese día se puede ver cómo El Bronco sonríe y contesta:

«Lo único que tienen que hacer es... apáguenla. Cada quien».

Quizás la imagen más nítida de esta “nueva relación” es la que tiene el Gobierno del estado con El Norte.

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Los conflictos que tiene Andrés Manuel con la prensa fifí son una calca de los que tiene el Bronco con El Norte. Frente a las investigaciones periodísticas, la respuesta que ambos han ofrecido es tirarse a llorar. Sin embargo, hay una distinción importante: el presidente aún conserva una enorme popularidad.

La disparidad es inmensamente proporcional: al cumplir un año de gobierno, El Bronco estaba reprobado por el 63% de los ciudadanos; AMLO hoy goza del mismo porcentaje —o más— pero de popularidad.

Esta diferencia no radica en que uno se haya equivocado más que el otro, sino en el manejo mediático de los errores. Andrés Manuel es capaz de ofrecer más legitimidad que la prensa nacional, pero Jaime se enfrentó a un ecosistema de medios atípico como el de Nuevo León.

De acuerdo con la encuesta Así Vamos, elaborada por Cómo Vamos Nuevo León, el porcentaje de ciudadanos que se enteró vía redes sociales de las actividades del gobernador pasó del 13% en 2016, al 26% en 2017; lo curioso es que en 2018 bajó a un 18%. En contraste, el porcentaje de personas que buscaron esta información en medios tradicionales fue del 85%, 71% y 80%, respectivamente.

A medida que avanza el gobierno de Jaime Rodríguez, la gente ha regresado a los medios tradicionales para buscar información. Sin embargo, el fortalecimiento de los medios de comunicación no se ha traducido en una sociedad más involucrada en la vida democrática. En las últimas tres elecciones la participación ciudadana ha disminuyendo.

Fuente: Información de la Comisión Estatal Electoral (CEE).

Más aún, de 2017 a 2018 cayó en un 48% la creencia de que los ciudadanos pueden influir mucho y la participación ciudadana de la ciudadanía en Nuevo León está estancada desde hace 3 años. El porcentaje de participación entre 2016 y 2018 es el mismo: 12.3%.

Fuente: Encuesta Así Vamos 2018

Por otro lado, se han atomizado los esfuerzos en el universo de personas que sí participa. Mientras que en 2016 el 38% de los ciudadanos mencionó sí participaba en su junta de vecinos, en 2018 esta cifra bajó hasta el 6.7%.

Está muy bien que la prensa y los medios de comunicación todavía encuentren respaldo en la ciudadanía respecto a lo que informan. Esa confianza ha servido para ejercer un contrapeso, pero la relación que tienen con la ciudadanía no es recíproca.

Medios como El Norte ejercen coberturas sesgadas, sobre todo de las causas progresistas. Basta recordar que la marcha feminista del 8 de marzo de 2019 no apareció al día siguiente en el periódico, sino hasta el día 10 y en las páginas de la sección de Vida, un espacio que combina “contenido humano” —lo que sea que eso signifique— con todo aquello que causa mucha incomodidad como para publicarse en una sección frontal como Local.

La historia en los medios digitales no es mejor, las ansias por ganar clicks se traduce en la producción de contenido basura o en replicar el contenido que se propaga en redes sociales, así, sin ningún tipo de tratamiento o verificación. De este modo, aunque la ciudadanía no busque información producida en redes sociales, en una de esas la terminan encontrando legitimada y empaquetada en algún sitio de “noticias”.

En este contexto, y con las elecciones a gobernador acercándose, debemos tomarnos seriamente la necesidad de exigir honestidad y no sólo a la clase política, también a la prensa y los medios. Antes de reestructurar su relación con el poder, nos deben muchas explicaciones a la ciudadanía.

Miénteme más

Escrito Por

Luis Mendoza Ovando

Fecha

15.ene.20

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