Texto

24.ene.2022

La insensibilidad de Mariana

Es probable que la insensibilidad de Mariana Rodríguez no sea malintencionada, sino resultado de sus circunstancias; de la miopía que viene de crecer en un ambiente de privilegios que la hace protagonizar momentos ‘likeables’ pero que, en el fondo, son de desconexión.

POR María Elizondo / Lectura de 14 min.

Es probable que la insensibilidad de Mariana Rodríguez no sea malintencionada, sino resultado de sus circunstancias; de la miopía que viene de crecer en un ambiente de privilegios que la hace protagonizar momentos ‘likeables’ pero que, en el fondo, son de desconexión.

Lectura de 14 min.

Hace unos días estuvo en boca de todos el asunto del bebé del Centro DIF Capullos que “acogió” la pareja formada por Samuel García, gobernador de Nuevo León, y Mariana Rodríguez, esposa y titular de la reciente creada Oficina AMAR a Nuevo León. No hablaré aquí de las implicaciones legales, pues en eso se ha centrado el comentario en otros espacios; en cambio, me centraré en lo que Mariana y sus seguidores entienden por “sensibilidad” que, paradójicamente, más bien es una insensibilidad que puede ser explicada desde la ignorancia y/o bajo la enferma lógica del narcisismo y la emulación de Instagram.

Desde luego que Mariana no está sola en este juego de aprobación, likes y auto-congratulación: le acompañan sus seguidores quienes no quieren —o no pueden— entender lo problemático de esa acción. Por cada auto-congratulación que ella publica, hay alguien que la celebra (ya sea por ignorancia, narcisismo o emulación). Sus seguidores —¿y los ciudadanos?— están inmersos con ella en este asunto que antes se llamaba gobierno y que ahora es el espectáculo del gobierno de Nuevo León.

No es la primera vez que Mariana se enfrenta a una situación así. Tampoco es la primera vez que, una vez señalado el problema, se niegue a reconocer la crítica; en vez de hacer introspección, le transfiere a sus críticos esa responsabilidad. En este caso, confunde la crítica con mezquindad e invita a quienes la critican a “abrir su corazón”. Sus seguidores reaccionan replicando esta idea acusando a Nuevo León y a México de insensible: “abran su corazón”, dicen, “hay tantas cosas malas en este mundo que ya no pueden ni reconocer un acto de bondad”.

En entrevista con el periódico El Norte, Mariana hizo un comentario de esos de los que no se da cuenta que no se da cuenta. Al tratar de explicar cuál era su intención al llevarse al bebé a casa, dice: «Que (el niño) pasara un fin de semana en casa, con amor. Tenía este fin de semana relativamente libre. Dije: ‘de estar sola en mi casa viendo la tele, que Emilio tenga un fin de semana recreativo, de terapia’». ¿Rechazas que estés vulnerando los derechos del niño?‌, le preguntan. «Así es. Todo lo contrario», dice y agrega: «Llevo tres meses publicando a Emilio en mis historias y nadie había dicho nada hasta este momento. Fui asesorada en el tema jurídico por el DIF». Como si por haberlo expuesto desde hace tres meses lo hiciera menos problemático.

Aún no sabemos de qué manera afectará —o no— la sobre-exposición en redes sociales de los niños hijos de la generación influencer, pero supongo que al llegar a la edad adulta no van a agradecer que sus padres hayan exhibido su infancia ante millones de seguidores. En todo caso, “Emilio” y todos los bebés de Capullos merecen el casi extinto derecho a la privacidad. Y todavía más: ¿en qué universo no sería considerado ruin y mezquino llevarse a un bebé para consentirlo y cuidarlo durante tres días, mientras se le expone en Instagram, para después regresarlo al Centro del que lo sacaron? ¿Y la salud emocional del bebé, no importa en este escenario?

Aquí no está en duda el trato cariñoso y amoroso que Mariana y Samuel le dieron al bebé durante ese fin de semana, pero después de experimentar esas emociones, ¿cómo se habrá sentido el bebé al regresar a Capullos después de ser el centro de atención de un hogar por tres días? ¿Acaso eso no es vulnerarlo? No se necesita ser psicólogo ni experto para dimensionar que un bebé de esa edad no comprende explicaciones. No es lo mismo explicarle a un niño de diez años que esos cuidados especiales serán privilegio de un fin de semana y no permanentes, que a un bebé de diez meses. ¿Ese truncamiento no es insensible hacia el bebé? ¿Cómo estaría él allá en Capullos?

Pero Mariana decide compartir en Instagram que ella es quien está llorando cuando lo lleva de regreso, mientras todos sus seguidores ven el espectáculo conmovidos. ¿Por qué llora Mariana sino para conmover a su audiencia? ¿Qué busca decir con esas lágrimas? Porque no es cuestión de bondad y sensibilidad, es cuestión de ostentar bondad y sensibilidad: ella sabía de antemano que esta separación iba a suceder y bien pudo haber llorado en soledad, pero claro que en la soledad las lágrimas no generan likes. En la entrevista que le dio a El Norte, Mariana casi confirma que tampoco era para llorar esa separación: “para la gente que opina que después lo fui a aventar al DIF como tal, pues no, yo voy todos los días al DIF y todos los días lo veo, entonces, no veo un acto de un fin de semana y luego se acabó la atención”, dijo.

Es probable que la insensibilidad de Mariana no sea malintencionada, sino resultado de sus circunstancias; de la miopía que viene de crecer en un ambiente de privilegios en San Pedro Garza García, en donde la mayoría de las personas no se mueve mucho más allá de su entorno. De esto resulta una manera única de ver el mundo, una incapacidad de crítica y autocrítica para reflexionar acerca de su relación con los demás, con México o el resto de Nuevo León, o con los niños y jóvenes de Capullos. Esto explica —más no justifica— buena parte de las controversias que han generado los dichos de la pareja (quizá el más ilustrativo: cuando Samuel se refirió a los suelditos de 50 mil pesos).

Aunque recientemente Rodríguez admitió en entrevista a El País que “sí se nos ha ido la mano a veces” al ser cuestionada sobre el abuso de las redes desde la gubernatura, lo cierto es que, como influencer, lleva años acostumbrada a transmitir su vida entera frente a millones. Entonces, como influencer acostumbrada a esta dinámica, no sorprende que no acepte que exhibir en Instagram de esa manera a un niño del DIF Capullos esté mal.

En Nuevo León estamos ante un escenario nunca antes visto: la línea entre influencer y gobierno está borrada, Mariana está en todas las actividades posibles, documentándolas y obteniendo likes de ellas. Y no nada más en actividades del DIF, sino en actos de gobierno acompañando a Samuel, chocando puños con gente, viajando a la frontera en autobús, revisando armas de la policía, pavimentando baches en el puente Colombia. ¿Son influencers gobernando o gobernantes dominando el uso de redes? ¿Son compatibles ambas actividades? Por ahora no lo sabemos, aunque este gobierno ya vende mercancía brandeada con un nuevo logo en los bajos del Palacio de Gobierno; las lógicas de Instagram aplicadas al gobierno.

Uno de los problemas de ser influencer es tener un following, precisamente, influenciable. Una vez que se supieron las críticas a esta acción, su following empezó a re-postear y a re-afirmarse en los dichos de Mariana. Y ella siguió el juego, halagando a sus seguidores, fomentando la retroalimentación y los likes, pero también fomentando falsas creencias y argumentos tan poco complejos como:

1. Confundir exhibición indiscriminada de un niño con decir que se está visibilizando la problemática de los niños.

Como si el gobierno no pudiera darle visibilidad al tema y dignificar a los niños sin exhibirlos y sin que la primera dama se exhiba y los use mientras, casual y sin intenciones, también aumenta su following. Dice Mariana: “Nada de lo que estoy haciendo lo estoy haciendo por likes. Pude haberme llevado a Emilio a mi casa sin publicar nada. Si lo hubiera hecho 'a escondidas' y por el DIF se hubiera filtrado que yo me traje a un niño del DIF a mi casa un fin de semana, creo que el linchamiento, por así decirlo, social, hubiera estado peor... Lo que hice fue ser transparente. Si hubiera tenido un permiso ilegal, no estuviera tonta y no lo hubiera publicado. Ni me beneficia tener likes ni comentarios porque a las redes sociales ya no me dedico, me dedico totalmente a ayudar”. Pudo haber no publicado nada, pero a esto se dedica.

2. La lógica de la envidia-agradecimiento.

Sus followers más aferrados dicen que ya quisieran en otros estados a alguien tan bondadosa y sensible como Mariana haciendo algo por los niños de su estado.

3. El argumento de que el mundo ya es como es con Instagram y que el que no lo quiera aceptar, pues que se quede fuera de la jugada.

En otras palabras, o te sumas al absurdo y la perversidad de Instagram y aceptas que Mariana se autopublique exhibiendo a un niño y siendo bondadosa y magnánima, o estás fuera.

4. Por último, una follower confundida citando a Arjona, maestro del bullshiteo: “el problema no es problema”, dijo, esto rematado con la clásica: “¿Y tú qué estás haciendo para solucionar el problema?”.

Pues nada. Porque no somos la primera dama ni es nuestra responsabilidad. No todos tenemos que ayudar a niños para ser bondadosos. Ni Mariana, de hecho.

Quizá lo más grave de todo: que Mariana haya convocado en Instagram a que las familias apliquen al programa de “acogimiento familiar”, como si fuera un giveaway. Regocijarse por obtener 421 propuestas para ese programa a través de Instagram es de preocuparse.

Por cierto, a estas 421 familias que están ahora deseosas de ayudar, ¿no se les había ocurrido que podían haber ayudado antes? Ayudar a un bebé, voluntariarse en algún lugar, etcétera. De pronto y así sin más, surgieron de la nada, como a quien le surge la necesidad de comprarse un Mar Cosmetic o el outfit de Zara para a su vez subirlo a redes y auto promocionarse.

El problema es que Mariana, lo quiera o no, lo diga o no, lo haga a propósito o no, está formando opiniones. Está haciendo creer que ostentar bondad es lo mismo que tener bondad. Y unos followers crédulos, acríticos, confunden o quieren confundir una cosa con la otra.

¿Está en uno transmitir al mundo su propia bondad? ¿Y usar a un bebé para realzarla, para usar de accesorio? ¿No estaría ahí una contradicción?

No está en uno decir sus virtudes o, en este caso, mostrarlas. Y no nada más porque uno no es buen juez de sí mismo, sino también por la falta de modestia que eso implica, que en todo caso hablaría, más que de una fortaleza de carácter, de una debilidad.

La insensibilidad de Mariana

Escrito Por

María Elizondo

Fecha

24.ene.22

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