Texto

28.jul.2020

Hábitos que ‘alimentan’ la pandemia

Duele aceptarlo, pero esas botanas y bebidas que tanto se nos antojan y no debemos comer ni tomar, son facilitadores de la muerte. Urge entrar a una etapa de prevención, educación y promoción de nuevos hábitos que mejoren la calidad de vida.

POR Sylvia Irene Saldivar / Lectura de 10 min.

Duele aceptarlo, pero esas botanas y bebidas que tanto se nos antojan y no debemos comer ni tomar, son facilitadores de la muerte. Urge entrar a una etapa de prevención, educación y promoción de nuevos hábitos que mejoren la calidad de vida.

Lectura de 10 min.

Tomando un café en mi casa, se me ocurrió escuchar el mensaje más reciente del Gobierno de México para saber cómo andábamos con el Covid-19. Me alarmaron dos cosas: el gran número de personas fallecidas y que la mayoría de éstas habían muerto, sin importar su edad, porque presentaban las famosas comorbilidades.

Pero... a ver, ¿cuáles son? Estas enfermedades son crónicas, no transmitidas: son padecimientos como la hipertensión, diabetes, obesidad, EPOC, inmunosupresión, tabaquismo o asma. ¿Asma? Yo atengo asma, entonces si me da, ¿puedo morir? Sumado a esto, las personas mayores de 60 años corremos más riesgos. ¡Oh no!

Motivada un poco por miedo y curiosidad, decidí no entrar en pánico y ahondé más en el tema.

La obesidad es una condición que provoca el desarrollo de estas otras enfermedades, como las mencionadas arriba. De esto trata la mentada comorbilidad. Mi alarma fue mayor cuando me enteré que México “destaca” entre los primeros lugares a nivel mundial en la prevalencia de obesidad en adultos y niños. De acuerdo a la UNICEF, «la obesidad infantil en México es una emergencia de salud pública que requiere cambios inmediatos». Además, la OMS alerta sobre el crecimiento exponencial del sobrepeso y la obesidad infantil en los últimos años.

Es decir, nuestro futuro empieza a volverse frágil con cada trago de refresco y cada probadita de comida chatarra que llega a la boca de nuestras niñas y niños. La nueva normalidad hereda un presente azotado por una pandemia tan grave como la que vivimos: la de la hipertensión y la diabetes.

¿Qué es lo que pasa en México? ¿Por qué somos una población obesa? La verdad es incómoda: nuestras malas elecciones al comer —ya sea por voluntad propia, por necesidad o empujados por la publicidad—, así como nuestra vida sedentaria, son las que nos causan problemas con la obesidad y nos ponen en riesgo de desarrollar otras enfermedades. La comida chatarra que tanto nos encanta, esa botana embolsada que disfrutamos en reuniones o al ver una película. Ese refresco enlatado o embotellado que elegimos para aliviar el calor, para sentirnos mejor de la presión y que servimos con mucho hielo. Duele aceptarlo, pero esas botanas y bebidas que tanto se nos antojan y no debemos comer ni tomar, son facilitadores de la muerte.

El detalle es que nos gusta comer y no tenemos interés en saber el valor nutricional que tiene lo que ingerimos. De entrada, tomar la decisión correcta respecto a qué comer, no es fácil. Hasta hace muy poco, en nuestro país las etiquetas de alimentos no mostraban el contenido real de lo que comemos. Pero no basta con alertar sobre el contenido calórico del producto, requerimos obtener conocimientos básicos de nutrición para saber si son buenos o no. Un poco de conocimiento de química tampoco estorbaría para saber si los porcentajes de cada ingrediente o sustancia son convenientes para nuestra salud. ¿Cuántas personas saben que el glutamato de sodio es perjudicial para la salud? ¿Quiénes saben qué chucherías lo contienen?

Según un estudio oficial de la Procuraduría Federal del Consumidor, no podemos dejar de comer todo aquello que nos hace daño. Al comer, se libera una hormona llamada dopamina que genera una sensación de bienestar, placer y saciedad en el organismo (¡ahora entiendo!) y al ingerir comida rica en calorías y grasas, se genera una adicción similar a la que causan ciertas drogas. Ups, creo que soy una adicta a la comida.

Un factor adicional por considerar es el alto nivel de estrés y de ansiedad, producto de la forma en que vivimos. Un estudio realizado por la OCDE revela que los mexicanos no sabemos equilibrar nuestro trabajo y nuestra vida privada, pues ocupamos el lugar 39 de 40 en el ranking de los países analizados. Una vida así puede llevar a una persona, no importa de qué edad, a comer en exceso.

La PROFECO revela que más del 50% de los mexicanos acostumbramos a comer varias veces por semana alimentos chatarra (entiéndase por alimentos chatarra: hamburguesas, tortas, hot-dogs, papas fritas, pizzas, tacos dorados, etc.); el 13% los consume todos los días. Derivado de la misma encuesta, el consumo de refresco (o “veneno embotellado”, como lo describió el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell) arrojó que un 82% de los mexicanos encuestados beben al menos un refresco a la semana y el 11% de ellos dijeron tomarlo varias veces al día.

Aunque desde el Gobierno se han implementado diversos programas para mejorar nuestra alimentación, es claro que no ha sido suficiente. Además, vivimos en una sociedad bombardeada de publicidad, que actúa en nuestro inconsciente y que influye a la hora de elegir comer algo “rico”. A las empresas que invierten en comerciales y/o publicidad, no les importa la salud pública sino las ganancias inmediatas.

Otro factor importante es el contexto en donde vivimos. Desafortunadamente, en las zonas de pobreza existe un mayor grado de desnutrición. Por ignorancia, por falta de dinero y por falta de acceso a lo que conviene comer, se consume lo barato, aunque sea de mala calidad. No nacimos con la preferencia de comer papitas o pan dulce repleto de calorías y azúcares simples, ni heredamos el gusto por el refresco sobre el agua natural. La niñez va adquiriendo ese gusto por comer lo que no conviene: no saben de nutrición, comen lo que los padres ponen sobre la mesa, lo que está normalizado en casa. Crecen y siguen consumiendo lo que les hace daño sin saberlo. A su vez, transmiten lo aprendido a sus hijos y así es como, por generaciones, es trasmitido el mal hábito ignorando los efectos dañinos.

Tenemos muy arraigados los malos hábitos en nuestro sistema, sin embargo, con la educación y promoción debida, poco a poco podremos tomar consciencia para resolver este problema.

Hacer ejercicio es una parte esencial para iniciar con una vida sana. Entonces, como mínimo, deberíamos voltear la vista hacia los parques y no tanto a los centros comerciales. Los parques son sitios donde, si están bien adecuados, todas las personas podemos hacer ejercicio. Además, con una programación de baile, yoga o gimnasia general, se vuelven puntos de encuentro para toda la comunidad sin condicionar la convivencia a tener que gastar o comprar algo.

O por lo menos eso sería lo ideal. Sin embargo, nos da miedo ir al parque. «En promedio el 44% de los encuestados considera que los parques no son seguros para su familia. La principal carencia después de 3 años continúa siendo la falta de árboles e infraestructura como bancas, bebederos, luminarias», así lo señala el estudio Así Vamos 2019, realizado por la organización Cómo Vamos Nuevo León. Por si esto no fuera poco, pareciera que en nuestra ciudad poder caminar al parque es un privilegio. En municipios como Monterrey o Santa Catarina, una cuarta parte de la población señala no tener parques a los que pueda llegar caminando, mientras que, en municipios como San Pedro, el 97% de las personas pueden caminar al área verde de su colonia.

Aunque no todas las personas que padecen obesidad y sobrepeso tienen hipertensión o diabetes, sí son altamente susceptibles a padecerlas. De ahí que sea crucial tomarnos esta gran pausa como una oportunidad para cambiar nuestros hábitos: para comer mejor y hacer más ejercicio.

Si no hacemos algo al respecto, estos niños que hoy tienen obesidad estarán en grave riesgo el día de mañana. Aún no se ha desarrollado una vacuna o un tratamiento efectivo para curar el Covid-19. Si no corregimos hoy sus hábitos, cualquier otro patógeno que venga podrá acabar prematuramente con la vida de nuestros niños y jóvenes mexicanos.

A nuestro país le urge entrar a una etapa de prevención, educación y promoción de nuevos hábitos que mejoren la calidad de vida. Tenía que pasar una pandemia de este tipo para que nos diéramos cuenta de lo frágil que está la sociedad en temas de salud. Entramos en una etapa de crisis, nos movió el tapete a todos y estamos ahora paralizados, cuidándonos de no ser contagiados.

La crisis son oportunidades de cambio y aún estamos a tiempo de realizar cambios favorables. Afortunadamente, al momento de redactar este texto el Gobierno de México anunció un programa preventivo de salud, que consiste en incorporar nuevas asignaturas en el próximo ciclo escolar. Entre ellas: civismo, ética, formación en valores, cultura de la paz, vida saludable y nutrición, con la inclusión de los padres de familia y la comunidad en general.

Ya se están moviendo los engranes, nos toca a todos vigilar que se muevan realmente a favor del pueblo.

No me quiero quedar con las ganas de aprovechar este momento para recordar que un pequeño cambio puede generar grandes transformaciones. Después de todo, un pequeño virus que salió de China puso en jaque a todo el mundo.

Yo sé que no puedo forzar al gobierno a cerrar todas fábricas que perjudican a nuestra salud y acabar con toda la publicidad exhibida por todos lados. No tengo ese poder, aunque lo quiera y sé que debemos exigir mejores reglas para esos negocios. Por lo pronto, lo que sí tengo es el poder de decisión. El poder de realizar cambios en mí, esto para iniciar un cambio y luego extenderlo en mi familia, en mi entorno más cercano.

Hay que ser conscientes de que llevar una vida llena de antojos insanos y sedentaria, nos puede enfermar. Es hora de responsabilizarnos por nuestra salud, de procurar dar a nuestros hijos comida sana, que no siempre les gusta, estoy de acuerdo, más es importante encontrar los “cómo sí” para ir realizando pequeños cambios, poco a poco, modificando nuestros gustos y costumbres. Profundizar más en lo que está en nuestras manos.

Por mi parte empiezo a tomar mi café sin azúcar y sin galletas refinadas. Y sí, ya sé que el que yo cuide de mi salud no alcanza para resolver el problema del comer en nuestro país, es claro que son muchos los frentes y los actores que tienen que poner de su parte, pero tampoco nos podemos quedar de brazos cruzados. No podemos seguir haciéndonos de la vista gorda ahora que el COVID-19 nos dejó en evidencia: somos frágiles y no vamos a estar preparados para otra pandemia si no podemos aliviar las enfermedades de una sociedad que se la pasa comiendo lo que le hace daño. Hay una parte de la solución que nos toca y no le podemos sacar la vuelta.

Hábitos que ‘alimentan’ la pandemia

Escrito Por

Sylvia Irene Saldivar

Fecha

28.jul.20

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