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02.may.2025

Escribir para la memoria

En «La más recóndita memoria de los hombres» [Anagrama, 2022], el autor Mohamed Mbougar Sarr escribe sobre escribir, un libro que nos confronta con las batallas internas que hay que librar para plasmar, recordar y preservar la memoria imperfecta, pero eterna.

POR Ángel Plascencia / Lectura de 10 min.

En «La más recóndita memoria de los hombres» [Anagrama, 2022], el autor Mohamed Mbougar Sarr escribe sobre escribir, un libro que nos confronta con las batallas internas que hay que librar para plasmar, recordar y preservar la memoria imperfecta, pero eterna.

Lectura de 10 min.

¿Por qué alguien decide empezar a escribir? ¿Existe un clic? ¿Un momento? Para algunos, como el escritor Haruki Murakami, que tuvo una epifanía durante un partido de béisbol (este ejemplo me lo robé del libro que estoy reseñando), está claro. Para otros puede ser una fantasía infantil derivada de la curiosidad de leer historias, simple necesidad o cualquier cosa, un acto más, mediocre e inconexo.

¿Pero por qué escribimos? O, mejor dicho, una vez superado el enamoramiento del primer contacto con la escritura (con el desenamoramiento de nuestra falta de talento), ¿por qué decidimos seguir escribiendo? ¿Para trascender? ¿Para divertirnos? Lo más seguro es que, conscientes o no, busquemos las dos cosas aunque con el tiempo nos demos cuenta que no podemos conseguir ninguna.

Y es que escribir puede tener muchos significados. Escribir significa estar en desacuerdo con uno mismo, es un escape, pero también es dudar, regresar, releer. Escribir es editar una y otra vez. Escribir es la suma de nuestras diferentes voces y nuestros silencios. Escribir es leer a otro y envidiar, soñar con nuestra “obra maestra” para después enfrentarnos al edificio silencioso de la página en blanco y sus cimientos: nuestra paralizante autocrítica.

De esto y otras cosas escribió Mohamed Mbougar Sarr en La más recóndita memoria de los hombres (Anagrama, 2022), un libro que menciona a otro libro (El laberinto de lo inhumano, de T.C. Elimane; ambos, autor y obra, son ficticios), el “libro esencial” que todos los que escribimos aspiramos a escribir. Un libro que toma su título de una frase de otro libro: Los detectives salvajes (1998) de Roberto Bolaño.

«Tal vez, en el fondo, cada escritor no lleva dentro más que un libro esencial, una obra fundamental por escribir, entre dos vacíos», escribió Sarr y esta frase me recordó a Pedro Páramo (1955) y el silencio que Juan Rulfo decidió guardar después de escribir esta única y esencial obra maestra. Porque escribir también es una pelea interna con nuestro ego, con nuestros deseos de trascendencia y nuestras inseguridades más profundas, es mostrar lo mejor, pretender, buscar lo sublime en la nada, empezar, borrar y volver a empezar, otra vez dudar, criticarnos hasta borrarlo o quemarlo todo.

«Mejor no escribir si no tienes, como mínimo, la ambición de hacer temblar el alma de una persona».

— Mohamed Mbougar Sarr.

Escribir es una búsqueda de aprobación, también puede ser un acto revolucionario (o fascista), una confesión o un recuerdo vergonzoso. Después de todo “las palabras no remontan el curso del tiempo para evitar nacer”, las palabras no se avergüenzan de sí mismas, por ejemplo, de los discursos de odio que reproducen. Las palabras sólo existen y se juntan para plasmar ideas, citas, robar, plagiar, darle forma a algo en la cabeza de otro sin saber cómo lo percibe.

Escribir es quitarse la ropa frente a una audiencia y mostrar nuestra imperfecta desnudez.

Trabajar en periodismo por casi dos décadas me ha permitido confirmar la subjetividad de contar historias: el periodista o escritor escoge y resalta fragmentos que pueden ser irrelevantes para otros, desde nuestro muy cargado criterio.

Pero, ¿de dónde salen estos destacados? ¿Por qué los elegimos sobre las demás partes del relato? Sarr también ejemplifica y menciona el canibalismo de la literatura y debate sobre el peor de los pecados del escritor: el plagio. T.C. Elimane, el escritor maldito y ausente, el autor de su libro esencial, es acusado de plagio. Su libro es, en gran parte, un rompecabezas de otros libros.

¿Quién es el dueño de las palabras? ¿Qué tanto valor tiene la selección y edición de las mismas? ¿Al final no es esto también, en parte, escribir? Porque escribir, aunque aparenta empezar como un acto individual, subjetivo, se desprende de la experiencia colectiva de ser sujetos, de vivir en un país, en una cultura, en un mundo, en una época, con los prejuicios que nos acompañan: nuestras palabras son parte de nuestra experiencia humana, de lo que vivimos, vemos, recordamos y, por supuesto, de nuestra biblioteca.

«¿Cuál es esta patria? Tú la conoces: evidentemente, es la patria de los libros: los libros leídos y amados, los libros leídos y despreciados, los libros que soñamos con escribir, los libros insignificantes que hemos olvidado y que ya no sabemos siquiera si llegamos a abrir alguna vez, los libros que fingimos haber leído, los libros que no leeremos nunca pero de los que no nos separaríamos por nada del mundo, los libros que esperan su hora en una noche paciente, antes del crepúsculo deslumbrante de las lecturas del amanecer».

— Mohamed Mbougar Sarr

Como un autor africano, senegalés, que escribe en francés y vive en Francia, Sarr también retrata el colonialismo en las letras, ese complejo de inferioridad aprendido que nos divide internamente: «La colonización siembra entre los colonizados la desolación, la muerte, el caos. Pero también siembra en ellos —y es su triunfo más diabólico— el deseo de convertirse en quien los destruye».

Pero además del colonialismo, La más recóndita memoria de los hombres habla de la migración y el abandono de nuestras comunidades, del olvido y los desaparecidos, de los escritores “traidores”, apolíticos que no “honran” a su patria y su pasado, pero, sobre todo, habla de la literatura y todos los ideales (deseos, ¿traumas?) que ponemos sobre esta.

«La literatura es un féretro sospechoso, negro y brillante, pero es posible que no tenga dentro ningún cadáver».

– Mohamed Mbougar Sarr.

¿La literatura tiene que ser política? ¿Las palabras deben significar algo si no no merecen existir? ¿La literatura es un placer o una obligación? Estos son otros de los debates por los que Sarr nos lleva en este libro. Tras la muerte de Mario Vargas Llosa, uno de los escritores latinoamericanos más reconocidos del mundo, la periodista peruana Laura Arroyo decía en El Tablero TV que su obra no podía ser evaluada sólo por sus libros como La fiesta del Chivo o La ciudad y los perros, si no que también se debía evaluar su obra política, es decir, junto con sus mejores escritos, deberían también resaltarse sus momentos como político representante de una derecha rancia, clasista y con una afinidad ideológica con figuras cuasi fascistas como Jair Bolsonaro, Keiko Fujimori y Javier Milei.

Todo esto nos recuerda que las letras no tienen dueño ni ideología o, en todo caso, tienen todos los dueños y todas las ideologías. Por eso a veces escribir también es librar varias batallas, es pelear contigo mismo, con tus “yos” internos que se disputan la “mejor” voz; con un editor, con el lector, con el tiempo. Escribir es recordar y preservar la memoria imperfecta, pero eterna. Por eso es normal ambicionar tanto con un acto tan pequeño, por eso estamos dispuestos a todo por nada, es un ansia, una desesperación que va más allá de nosotros y se aloja en una memoria que todavía no conocemos.

Escribir para la memoria

Escrito Por

Ángel Plascencia

Fecha

02.may.25

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