Texto

27.nov.2019

Entre las grietas del asfalto

Las reflexiones que presenta el libro “Cómo perder una elección (y ganar mucho más en el intento)”, son una especie de impulso emotivo que van más allá de “romantizar” un ideal democrático encarnado en la voluntad férrea de un grupo de jóvenes cuya mirada aún posee brillo sincero.

POR Federico Compeán / Lectura de 12 min.

Las reflexiones que presenta el libro “Cómo perder una elección (y ganar mucho más en el intento)”, son una especie de impulso emotivo que van más allá de “romantizar” un ideal democrático encarnado en la voluntad férrea de un grupo de jóvenes cuya mirada aún posee brillo sincero.

Lectura de 12 min.

Cómo perder una elección (y ganar mucho más en el intento)” es un texto que evoca el dualismo de la ciudad de donde surge. Se presenta como un binomio de derrota y victoria, una compaginación de altos y bajos que resuenan con un chispazo emocional capaz de encender algo más allá del fuego fatuo de la esperanza idealista. Y no se trata de criticar ese idealismo (respaldado tanto en la crónica, como en los actos que ésta describe), sino de entender que esa condición “ideal”, aunque motivante, requiere de un par de elementos distintos que el mismo libro aborda.

Precisamente ahí radica el valor de esta colección de escritos. En su conjunto, los textos operan de forma sensible esa dualidad de sueños y realidades, de aspiraciones y decepciones, de querer, sentir y actuar. En una entrevista, Juan Carlos Monedero dijo que el optimista es un idiota simpático y el pesimista un idiota antipático, pero al final de lo que se trata es de no ser idiota.

El esfuerzo colectivo de la campaña de Alejandra del Toro opera justo en esa realización. Se aleja tanto del cinismo defensivo ante todo lo político, como del empuje unidimensional y acrítico de la ingenua esperanza que intenta “cambiar la política desde adentro”. Hay, como apuntaba Ximena Peredo al presentar el libro, un optimismo de la voluntad, refiriendo claramente a Gramsci. Y a partir de la esperanza de ir templando esa misma voluntad, la fueron nutriendo de idealismo joven y realidad local mediante el montaje de una campaña desde la nada, en la materialidad de la recolección de firmas, de inclemencias del tiempo, de tocar puertas que no abrían, de platicar con vecinos que no confiaban y de vivir en la incertidumbre de una precariedad autoinducida.

Experimentaron una realidad que, como se nos menciona en los textos, no coincide del todo con el imaginario que nos pintan los medios. El desinterés, la indiferencia y la antipatía a todo lo político es más una narrativa insidiosa que una verdad palpable. Para poder enterarnos de eso hacía falta salir a la calle, meter el cuerpo y poner el alma entre las grietas del asfalto.

Luego de leer y escuchar de viva voz los testimonios de quiénes conformaron el equipo de esta campaña, no me queda más que agradecerles. Una gratitud que proviene tanto de un sentimiento genuino de admiración, como del regalo de esperanza que ofrecen ante la incertidumbre y el pesimismo de lo que está por venir. Lo que agradezco es ese destello de idealismo que alcanza a brillar en el desierto de lo real, y lo que admiro es la valentía de arrojarse al vacío que representa la política electoral. Una estructura enorme, obsoleta y deteriorada que pareciera más un juego de símbolos vacíos que un mecanismo de representación. Al final, una simulación de voluntades inexistentes.

Ese brillo idealista que desplegaron en campaña opera en la juventud, el carisma y la esperanza, un conjunto de cualidades que refleja este proyecto. Se presenta como un rayo de luz que, por virtud única del contraste, hace evidentes las profundas contradicciones del juego político. Ilumina de forma breve y repentina esas mismas grietas de dónde surge el grupo. En ese juego de contrarios, el proyecto de esta campaña operó tanto en el marco del juego electoral como fuera de él. La necesidad de ubicarse fuera de esa estructura y apuntar hacia los quiebres es lo que permite evidenciar esas rupturas, a comenzar a resquebrajar ese concreto alegórico que representa el monolito de lo político.

El libro habla de muchas cosas, pero creo que uno de los elementos más importantes es el de la transformación, una palabra con resonancias un poco más trascendentales que su sinónimo de cambio.

«El verdadero logro es que muchas de nosotras no volveremos a ser las mismas», declara Pau Morán. En un presente que se antoja atrapado en sus propias simulaciones, la realización de experimentar una transición inyecta vida y esperanza.

Lo que se construyó aquí es un proyecto ante todo comunitario. Uno en donde lo más valioso serán las conexiones y redes que se tejen desde el reconocimiento. «No nos vamos a soltar» es una frase que se repite dentro y fuera del texto. Conexión es entonces el segundo gran concepto del ejercicio, conexión tanto entre los miembros de la campaña como con los vecinos y, sobre todo, con la ciudad. Una ciudad que es un personaje clave y se presenta tanto como escenografía y motivación, como villano y aliado en el caminar de este proyecto. Una urbe regiomontana que en la actualidad opera como espacio prácticamente protoapocalíptico y es, tal vez por ello mismo, una comunidad con el potencial de generar tales sobresaltos.

Las reflexiones que presenta el libro son una especie de impulso emotivo que van más allá de romantizar un ideal democrático encarnado en la voluntad férrea de un grupo de jóvenes cuya mirada aún posee brillo sincero. Esa chispa de idealismo no debe quedar entonces como mera alegoría literaria, cómo una ficción escrita. Este ejercicio se ubica evidentemente en resistencia a las grandes estructuras políticas que operan nuestro despojo; la importancia del ejercicio radica en acompañar ese destello, ese chispazo hasta el bosque de lo posible. Y ahí encender una llama, una fogata que en su calidez nos haga recordar que la resistencia no es solo reactiva. Un fuego que sea tan brillante que haga obvias las contradicciones de la política actual y que por virtud de su volatilidad pueda incendiar y quemar estas paredes agrietadas.

En su condición más esencial, la política que de aquí se genera es una de liberación y auto-reconocimiento.

Independientemente si este grupo decide seguir participando por la vía electoral, lo que aquí se rescata es la sublimación de la voluntad comunitaria de las calles. Se presenta un accionar estético sobre el caos de la multitud de existencias que conforman el violento espacio de la ciudad.

En virtud de la transformación, la conexión e idealismo alcanzado, sólo espero que este libro —y el grupo de jóvenes que están detrás— pueda operar un conjunto de dinámicas y ejercicios similares pero, al mismo tiempo, distintos.

«Este libro recopila los cómos y los por qués nos atrevimos a lanzarnos al vacío y en contra de todo pronóstico, para demostrar que en Nuevo León también florece otra forma de hacer política. Fuimos cientos de personas quienes logramos arrebatarle a la partidocracia un lugar en la boleta electoral, y en voz de doce de nosotras tratamos de contarles cómo fue sembrar una semilla y abrir grietas en el pavimento. #ElFuturoFlorece. Conoce a las personas que lo están cultivando: Alejandra del Toro, Andrea Vallejo Herrera, Antonio García, Beatriz Martínez del Toro, Daniel Darío, Diana Mo, Javier Guajardo, Juan Macías, Luis Mendoza Ovando, Pau Morán, Roberto Alviso, Samuel González».

Nota aclaratoria: Pau Morán y Luis Mendoza, colaboradores de Contextual MX, participaron en la campaña de Ale del Toro y en la colección de textos de "Cómo perder una elección (y ganar mucho más en el intento)".

Entre las grietas del asfalto

Escrito Por

Federico Compeán

Fecha

27.nov.19

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