La presunción y la ridiculez tienen ‘rostro y cuerpo’ en San Pedro, pero también historia. El David regresa más neurótico, con el cuerpo operado y ostentando riqueza y poder, sus neurosis ligeramente suavizadas con las transmutaciones y las energías y las lunas.
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San Pedro Garza García es la historia de inventar la historia para después deshacerla y comenzar de nuevo.
Antes de que San Pedro fuera reconocido por personas más allá de San Pedro, y de que el espacio físico del municipio cambiara en la forma desbocada en la que lo ha venido haciendo en los últimos años (destruyendo los pocos edificios o casas que tenían algo de historia para sustituirlos por unos más nuevos, más modernos, más grandes o, según algunos, mejores) permanecía El David, o mejor dicho, una copia del David.
Con este David —una versión chaparra y gorda del original de Miguel Ángel— los orígenes pretensiosos del municipio comenzaban a gestarse: fue plantado desde la década de los setenta sobre una fuente en el eje principal del municipio y de Fuentes del Valle, colonia de inspiración italiana y de aspiración florentina —como el David— y romana, como los nombres de los montes y vías en sus calles.
Con el paso de los años, el David fue materializando el carácter sampetrino, un testimonio de que, en efecto, estaba fuera de lugar: objeto de burlas, morbo, mojigatería; luego cubierto con taparrabos, vestido con calzoncillos y hasta pintado de Tigre.
Con el David también se reiteró la tendencia sampetrina de borrar la historia, pues hace diez años fue subastado, removido y sustituido por el Monumento a las Banderas. Ahora, el David regresa a San Pedro y no lo hace de la misma manera en que se fue, sino “intervenido”, dejando entrever una vez más una ventana hacia el peculiar carácter sampetrino.
¿Qué hacía un David ahí en primer lugar?
La señora Yolanda Salinas, esposa del empresario Jaime Garza, propietarios de la antigua hacienda de la Décima, celebraron un contrato para ceder una parte del terreno contiguo al río Santa Catarina, como derecho de paso y construir un puente para comunicar a San Jerónimo en Monterrey con el nuevo desarrollo inmobiliario. [...]
Se dice que don Jaime Garza creía en la reencarnación y tenía la convicción de que en su otra vida había sido un italiano distinguido, al servicio de los Médicis de Florencia. Cuando decidieron hacer un desarrollo inmobiliario al que llamaron Fuentes del Valle, en lugar de ponerles nombres a las calles con ríos, se les puso vías, como Apia, Savotino, entre otras más. Y para coronar su loable esfuerzo, mandaron hacer una escultura del David, sobre una plaza circular que diera la bienvenida tanto a Garza García como a las colonias nuevas. [Me dicen que el autor de la obra es ni más ni menos que el escultor alemán Matías Goeritz (1915-1990) al que le debemos obras de considerable valor estético como las torres de Ciudad Satélite y la Serpiente que se instaló recientemente en Monterrey]…
La anécdota anterior es del Dr. Antonio Guerrero Aguilar, cronista de Santa Catarina.
Uno pudiera decir que el David era una oda a la fealdad y al mal gusto, que estaba fuera de lugar, que no concordaba con nada, que no tenía razón de ser, ni con el espacio ni con las personas ni con las costumbres, o que era una “porquería”, como la llamó Mauricio Fernández.
Sesión de Cabildo de San Pedro Garza García, 16 de noviembre 2010. Uno pudiera decir que el David era una oda a la fealdad y al mal gusto, que estaba fuera de lugar, que no concordaba con nada, que no tenía razón de ser, ni con el espacio ni con las personas ni con las costumbres, o que era una “porquería”, como la llamó Mauricio Fernández.
En Florencia, el David de Miguel Ángel; en San Pedro Garza García, una imitación gorda y chaparra del David de Miguel Ángel… hasta que en 2010, en su segundo mandato como alcalde, Mauricio Fernández decidió desplazar al David de su lugar y para ello hizo una subasta.
¿A dónde fue a dar esta “porquería”? A un lugar (más bien, un grito de atención urbana) llamado Woodstock, un espacio kitsch para conciertos, cuyo propietario Horacio Sáenz Saldaña ganó la subasta pagando 125 mil pesos por ella (o como se diría en San Pedro, 10 mil 775 dólares de aquel entonces).
Sáenz Saldaña era también propietario del también kitsch Amadeus Antiques y Galería, precursor del cambio visual en la Calzada del Valle que desde su inicio había sido una calle únicamente residencial.
Amadeus se instaló en una casa de dos pisos ya existente y aunque el dueño tuvo a bien remodelarla, la casa acabó como vuelta a hacer de tantas columnas, balcones, balaustradas, estatuas, y hasta templo circular encima, todo esto rematado con pintura de color que ha cambiado con el paso de los años (la más memorable, quizá, plateada con negro, o morada con blanco). Amadeus era, es, una tienda de antigüedades y chácharas también con ínfulas que vende desde estatuas de los Beatles hasta bustos de Jesucristo.
En un acto de arrojo, como le ha sido característico (y seguramente queriendo llevar al municipio a un nivel “menos provinciano”), Mauricio Fernández removió el David de Calzada. Y en un espíritu un tanto autoritario, también característico suyo, impuso en su lugar una obra apabullante en tamaño y estilo, también disfuncional, una especie de escultura-estructura peatonal desde el inicio agrietada, difícil de mantener y casi imposible de usar para el peatón, una continuación del paseo de los Duendes pero en este caso sin nogales y con coletas —¿banderas?— de cemento llamada Monumento a las Banderas: concreto elevado, hirviendo o helado según la temporada, con una especie de pérgola que no detiene el sol ni tampoco la lluvia, y que termina dejando al peatón en la calle al terminar, pues en su extremo norte no llega a conectar con una banqueta como diciendo: Aquí se acaba San Pedro, vaya usted a hacerle como pueda a Monterrey.
A esta estructura se le agregaron después unas esculturas de figuras redondeadas llamadas Gigantes, autoría de Daniel Serna, que reiterarían a San Pedro ahora como lugar “sofisticado y cosmopolita”.
Al ser coleccionista y conocedor de arte, Mauricio Fernández ha fungido como una especie de combinación de patrón de las artes/Alcalde Municipal con la que ha impuesto, quizá más que ningún otro alcalde, una visión estética en el municipio. De hecho, esa dualidad se utilizaba como argumento cuando Fernández proponía o imponía alguna obra: Yo no le sé a eso del arte, Mauricio seguro sabe mejor.
Mauricio Fernández hizo cambios que han marcado a San Pedro en su era reciente, más allá de los edificios y plazas que permitió desarrollar, imponiendo otras obras que supuestamente pondrían al municipio en un lugar más cosmopolita: la fuente de los pescados frente al desmesurado anuncio de HEB, o el controvertido túnel de Dr. Lakra. Digo controvertido porque no hubo aviso ni consulta: cuando un sampetrino cruzó al otro lado, descubrió el mural ya terminado. Entre las quejas no escuchadas se decía que a lo niños les daba miedo pasar por ahí, sin embargo, los comentarios en contra de aquel mural se desdeñaron como ignorantes o mojigatos, similar a los que se hacían con quienes pedían que se quedara el David.
Si antes el David había sido vehículo de ignorancia y también de mojigatería, eso era cosa del pasado: ahora el municipio se volvía más “sofisticado y vanguardista”, y no un mero “rancho copión”.
El boom de desarrollo urbano en San Pedro, visible sobretodo en las gestiones de los últimos años, aunado a la visión de los desarrolladores sampetrinos, ha cambiado la manera en la que los sampetrinos se relacionan entre sí y con la “ciudad”, entrecomillado porque ese patrón de crecimiento ha creado todo menos una ciudad.
La vida para el sampetrino ha quedado reducida a plazas comerciales y desarrollos de uso múltiple que, por ser de uso múltiple, pretenden ser algo que no son: o sustituir a un centro de ciudad, o a conectar la ciudad, o a embellecer la ciudad pero que no logran nada más que ser centros comerciales de uso múltiple.
Una combinación de edificios pretensiosos que se manifiesta en los nombres, en los materiales y en la funcionalidad misma de las obras, que es de carácter elitista y exclusivo (aunque a un metro de distancia estén las evidencias de las complicaciones y carencias del municipio); edificios resguardados por guardias de seguridad trajeados tras casetas de espejo, recepcionistas resguardadas tras escritorios de granito (negro, de preferencia) y con su respectivo branding dorado o plateado plagado de anglicismos o extranjerismos, todos prometiendo un futuro mejor; edificios más verdes, más cómodos, más amenos, pero que fraguan con ellos un futuro que dista de esas promesas, para los demás, al menos.
Este desarrollo se ha llevado a cabo en la mayoría de los casos no sobre terrenos baldíos, sino sobre terrenos recién liberados por alguna demolición. ¿De qué? No importa de qué. Todo se va, o se ha ido.
En la Calzada del Valle, por ejemplo, casonas sesenteras-setenteras, unas de mayor valor arquitectónico que otras, pero todas valiosas por lo que fueron, por lo que representaban, porque al quedar ahí se reconocía un pasado, fueron dando paso a farmacias, más farmacias, Oxxos, agencias de autos, tiendas de lujo, edificios de oficinas y uno que otro de departamentos.
La nula defensa que se ha hecho de los edificios o casas viejas en San Pedro ha resultado también en un sin fin de residencias monotemáticas y sin personalidad, en forma de cubo y amuralladas.
De regreso al David, su nuevo propietario decidió volverlo a colocar en el Amadeus en la Calzada del Valle, más o menos en la zona de la que se había ido, para “dar alegría o un plus para los ciudadanos” y “levantar el ánimo” de la gente desmoralizada por la pandemia.
Cabe decir que esta intervención no es la primera, pues mientras estuvo en Woodstock con el mismo propietario se le aplicó una intervención “anatómica” a su virilidad, por lo visto considerada menor: se le aplicaron “algunos cambios en las proporciones del cuerpo, [...] luce más atlético y con sus partes genitales más grandes”.
La actual colorida intervención, “el regreso del hijo pródigo”, la llevó a cabo el artista Oscar Solís Quezada. Ahora el David muestra una cabeza y una extremidad dorada (San Pedro style), un sol en el pecho, otro par de extremidades de cebra (que seguramente representa la sabana africana que tanto caracteriza a Nuevo León) y otras combinaciones de magenta y azul.
Entre interjecciones del reportero de Sierra Madre News, el artista explica la simbología que “aplicó al David”, empezando por la más evidente y visible —aunque menos sorprendente—, las relacionadas con la riqueza y el poder:
“Por ejemplo está el dorado. El dorado pues significa abundancia, este, poder, eh... Luego relacionado con el dorado está el sol, ¿no?, el sol que es un, otro símbolo de poder, de masculinidad, de fuerza, es un símbolo de vida también, la luz y calor que da. Este...”
Hasta ahí todo ad hoc con San Pedro, pero, ¿el magenta? ¿El azul? Al parecer la riqueza y el poder se combinan en este David con energías y espiritualidad:
“Luego el color magenta que tiene por ahí, pues es un color de transmutación, ¿sí? Es, es un color que transmuta todas las energías negativas. Luego el azul que viene siendo un color de la espiritualidad, eh…”
Y uno se pregunta si el David mismo no contará como energía negativa, o las chácharas del Amadeus o los edificios abusivos e incompletos detrás y también si la espiritualidad será compatible con la riqueza y el poder.
Ya por último, el artista alude a la luna y las estrellas, y a los decretos porque ¿por qué no?
“(…) luego eh las lunas que están ahí, hay unas facetas lunares por ahí y luego la luna pues es esa parte delicada, es un faro de luz también, este, para ver más allá de pos de lo que normalmente vemos, ¿no? Para mí eso es. Y luego ya hay un universo en la parte de abajo, eh, abajo en las estrellas pos que son también, eh, los decretos que cualquier ser humano hace.”
El David de antes no tuvo razón de ser pero después de 40 años por primera vez estaba empezando a tener sentido, como un ancla en el pasado, nos hablaba de cierta historia, testigo y portavoz de la presunción y la ridiculez colectiva.
El David intervenido es una versión nueva de lo que fue el David en su momento. También nos habla de la presunción y la ridiculez, pero ahora más neurótico, tan así que regresó con el cuerpo operado y ostentando riqueza y poder, sus neurosis ligeramente suavizadas con las transmutaciones y las energías y las lunas. Falta ver si sufre alguna otra mudanza en 40 años, suponiendo que no le pase una excavadora antes por encima, para ver si alguien se atreve a reclamar que para qué la movían de su actual hogar en lo que será el Amadeus Art & Design District: otra plaza comercial, aunque ésta, supuestamente, «especializada que tiene como objetivo promover el arte y cultura en nuestra ciudad».
‘Il ritorno’ del David
María Elizondo
24.mar.21