Aunque se trata de un simple acercamiento, la idea de traer al renombrado arquitecto debería llevarnos a cuestionar si Mauricio está pensando más como un empresario desarrollador que como servidor público.
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Mauricio Fernández compartió hace unos días, en su página de Facebook y en su cuenta de Twitter, una foto junto a Frank Gehry, uno de los arquitectos vivos con mayor renombre. Sin contexto oficial de por medio, el actual alcalde de San Pedro Garza García adelantó escuetamente que visitó a Gehry para «invitarlo» a hacer dos proyectos en la ciudad. Aunque se trata de un simple acercamiento, la idea de traer al renombrado arquitecto debería llevarnos a cuestionar si Mauricio está pensando más como un empresario desarrollador que como servidor público.
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«Invitando al arquitecto Frank Gehry para hacer la cruz monumental de Monterrey y un museo para San Pedro. Con el gusto de que próximamente nos visitará». Ese es el texto que acompaña la foto casual entre Mauricio Fernández y Frank Gehry. Por casual no me refiero a la composición de la imagen (la vestimenta de ambos y el lugar en donde fue tomada la foto no proyectan nada formal), sino a la ambigüedad del mensaje: se trata simplemente de una reunión ¿del alcalde? ¿del empresario? con el arquitecto que fue galardonado en 1989 con el Premio Pritzker y que años después multiplicó su fama con el Museo Guggenheim de Bilbao, un primer acercamiento para discutir la posibilidad de realizar proyectos que ni siquiera se han planteado públicamente en la ciudad.
El encuentro entre ambos personajes no generó el interés que seguramente tendría la confirmación de uno o varios proyectos de Frank Gehry en México. A nivel local apenas fue abordado por la prensa. El periódico El Norte publicó al día siguiente, el 28 de julio, una breve nota con declaraciones del alcalde que pasó inadvertida a pesar de revelar algunos detalles omitidos en la foto que compartió en sus redes sociales: la cruz monumental «se ubicaría en la parte alta de la Loma Larga, en el límite de San Pedro y Monterrey, cerca del edificio Los Soles»; el museo «podría localizarse dentro del Parque Rufino Tamayo»; por último, además de una cruz monumental y un museo, el alcalde le propuso a Gehry hacer «un desarrollo inmobiliario».
De nuevo, todo queda en un nivel casual, casi anecdótico, pues al día de hoy no se ha emitido comunicado, anuncio o noticia de la reunión entre el alcalde y el arquitecto en ninguna de las plataformas oficiales de comunicación del municipio. Tampoco hay disponible información previa sobre algún plan, proyecto u obra que considere la construcción de una cruz monumental, un museo o un desarrollo inmobiliario con algún arquitecto internacional de renombre (a invitación expresa del alcalde).
Esta informalidad no exime al alcalde de aclarar las razones y motivaciones para invitar a un arquitecto como Frank Gehry a realizar este tipo de proyectos en la ciudad. Por la información disponible, no me queda duda que se trata de una ocurrencia, un capricho que adquiere sentido y es compatible con el concepto de ciudad que podemos inferir del San Pedro actual: es el epicentro de grandes inversiones inmobiliarias, con desarrollos verticales de lujo para vivienda y oficinas, así como nuevas plazas comerciales que acentúan la imagen de una ciudad con billete.
En base a lo que el propio Mauricio declaró en El Norte, podemos inferir lo siguiente:
¿Por qué Gehry? Porque se puede
Me dijo: ‘Mauricio, por el diseño nos ponemos de acuerdo. No vamos a tener problema en ponernos de acuerdo con los honorarios’ y, bueno, así me dijo, lo cual es una buena señal de que le motivó (realizar los proyectos)», dijo Fernández en entrevista.
Más allá de gustos e inclinaciones estético-arquitectónicas, un tema que entra en el terreno de lo subjetivo, cuando se habla de Frank Gehry como candidato a diseñar un macroproyecto es prácticamente imposible obviar el «efecto Bilbao» (también conocido como «efecto Guggenheim»). Es válido cuestionarse si Mauricio Fernández decidió invitar a Gehry simplemente porque es fan de su arquitectura, o si lo hizo pensando en el caso Bilbao y los efectos (principalmente económicos) que un proyecto icónico de su autoría podría tener, toda proporción guardada¹, en San Pedro.
En cualquiera de los dos escenarios, el objetivo parece el mismo: «vender ciudad», consolidar a San Pedro como una ciudad atractiva para invertir, gastar y consumir.
En el número 45 (enero-julio 2011) de la revista del Colegio de la Frontera Norte aparece un texto imperdible de José Manuel Prieto González, profesor-investigador de la UANL. El autor hace un recorrido crítico por los macroproyectos urbanos en Monterrey, con los que la capital neolonesa «ha tratado de dotarse de una imagen urbana atractiva y sugerente (seductora)». Prieto González enfatiza en proyectos como la Macroplaza y el Paseo Santa Lucía, «y cómo éstos han permitido configurar una "ciudad imaginaria" –“vendible”– que ignora y suplanta a la “ciudad real”». Al contextualizarlos, el autor habla del surgimiento de «la moda» de los íconos arquitectónicos, del concepto de city marketing y de cómo «el arquitecto-estrella se ha convertido en un aliado inestimable de la ciudad posmoderna». Coincidentemente, aparece el tema del Guggenheim de Bilbao, del que rescato la siguiente reflexión:
«...la principal diferencia de Monterrey respecto de referentes urbanos internacionales como Barcelona y Bilbao, tan del gusto de la clase dirigente local: desde el momento en que la capital de Nuevo León tiene todavía sin resolver problemas básicos de urbanización, especialmente en sectores periféricos del área metropolitana, su grado de desarrollo social y humano no es comparable al de esas ciudades. Así lo atestigua también el estado actual de servicios públicos como los de salud y transporte colectivo; en proporción a la mancha urbana, la red del metro resulta insignificante. Ello debería traducirse en otras prioridades de gobierno. Porque además, lejos de mitigar los efectos que lleva aparejados el hecho de ser una de las ciudades de América Latina con mayor grado de contraste y desigualdad, los “macroproyectos” acrecientan esas diferencias».
¿Por qué la cruz? Porque Monterrey
«El Arzobispo Rogelio Cabrera López tiene la idea de hacer como una ruta de peregrinaje desde la Basílica (de Guadalupe), subes a la Loma Larga, luego volteas a la derecha y quiere hacer arriba un centro comunitario, una iglesia y la cruz», adelantó el político.
A lo largo de las faldas del Cerro de la Loma Larga se conjugan muchas de las contradicciones de esta ciudad: por un lado marginación, división, frontera (física e imaginaria), condiciones de inseguridad, asentamientos irregulares; por el otro, la joya de la ingeniería vial regia (el Túnel de la Loma Larga), desarrollo vertical corporativo y residencial, así como el Club de Industriales.
No es la primera vez que la iniciativa privada y los gobiernos fantasean con el proyecto que logre rescatar ese espacio. En los tiempos de Fernando Canales (gobernador de Nuevo León 1997–2003) se pensó en el arquitecto español Santiago Calatrava para hacer el monumento Cruz y Luz, una gigantesca cruz robotizada de 140m de altura.
Hito Escultural Cruz y Luz
Monterrey, Nuevo Leon, Mexico, 2000-
Steel Tower, height 140 m, with two rotating wings.
Client : Patronato Cruz Y Luz
Según una nota del Periódico ABC, en el año 2000 se ejercieron 12 de los 50 millones de pesos presupuestados para el proyecto. «La idea incluía estación de transporte; área comercial; plaza con fuente; rehabilitación del Antiguo Camino a San Agustín, y Centro de Atención Comunitaria». El proyecto evidentemente no se concretó y hasta se dijo que Calatrava no quiso participar porque se sintió ofendido «al darse cuenta de que le "piratearon"" el diseño del Puente Atirantado».
La cruz monumental que propone vagamente Mauricio Fernández parece retomar esta idea, ahora con Frank Gehry en mente, pero con mayor simbolismo religioso al plantear una iglesia e involucrar las ideas del Arzobispo Rogelio Cabrera.
¿Por qué un museo? Porque Mauricio
«Será un museo pequeño, pero de altísima calidad. Tendrá cinco o seis pisos. Cada piso tendría un tema diferente, uno de arte contemporáneo, otro de paleontología, uno de numismática, otro de arte popular, uno de exposiciones itinerantes (...) Me estuvo preguntando que cuál era mi idea y le comenté que sería un museo flexible. Lo que me interesa es la calidad del diseño, del edificio y que tuviera la flexibilidad de montar una cosa u otra, porque con mis colecciones yo lo lleno».
Cualquier propuesta de infraestructura cultural es bienvenida en un contexto en el que los espacios públicos sampetrinos parecen limitarse a plazas comerciales abiertas o climatizadas. Sin embargo, por las declaraciones de Mauricio Fernández podemos inferir que se trata de una idea chiflada, sin ningún sustento o programa cultural que lo justifique. Basta con releer la frase «con mis colecciones yo lo lleno».
La ligereza con la que Mauricio revela no solo las temáticas del museo sino su probable ubicación, es preocupante. De la nada, el alcalde de San Pedro echa más leña al fuego que apenas se está formando en torno al proyecto de regeneración del Parque Rufino Tamayo. Hay quienes han cuestionado las intenciones privatizadoras del proyecto que impulsa el Patronato Rufino y Olga Tamayo, A.C. que preside Marco Garza Mercado, socio fundador de GM Capital (Magma Towers, Distrito Armida, Plaza Fiesta San Agustín, Bosques Residencial) y hermano de Eudelio Garza Mercado, del Grupo Inmobiliario Monterrey (GIM).
En el sitio del Proyecto Rufino Tamayo no se menciona en el "Programa de Áreas" ningún museo.
A la espera de que Frank Gehry realmente esté de visita por la ciudad el próximo mes de septiembre, es pertinente cuestionar si Mauricio Fernández está actuando más como un empresario que como un servidor público; o peor, como un empresario-servidor público que se suma gustosamente al entu$ia$mo desbordado que representa el espectáculo de los desarrollos inmobiliarios en San Pedro Garza García y otras partes dentro del Área Metropolitana de Monterrey. Gehry no tiene la culpa, su arquitectura está ahí en espera de ser contratada por inversionistas o gobiernos que tienen –en teoría– bien definido lo que quieren lograr con invitar a un arquitecto estrella de su talla. Por lo casual de este encuentro, queda claro que Mauricio no tiene un gran plan cultural que justifique y sustente la idea de tener un pequeño museo de Frank Gehry en la ciudad, tampoco se ve en el horizonte un proyecto que justifique la regeneración y rescate en la Loma Larga con carácter religioso y, lo más nublado de todo este asunto, ¿por qué el alcalde invitaría a un arquitecto de renombre internacional a realizar un desarrollo inmobiliario?
«Con el arquitecto Frank Gehry»
zertuche Fundador y editor de «contextual». Anteriormente fue editor de la revista Residente Monterrey, en su última etapa bajo el lema "Acciones para una ciudad mejor".
31.jul.17