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08.ene.2020

¿Cómo evitar una década gris para NL?

Gobierno, iniciativa privada, sociedad y academia deberían agruparse otra vez, como lo hicieron en torno a la inseguridad al inicio de la década anterior, para crear el equivalente ambiental y urbanístico de la Fuerza Civil.

POR zertuche / Lectura de 16 min.

Gobierno, iniciativa privada, sociedad y academia deberían agruparse otra vez, como lo hicieron en torno a la inseguridad al inicio de la década anterior, para crear el equivalente ambiental y urbanístico de la Fuerza Civil.

Lectura de 16 min.

Nuevo León arrancó la nueva década de los 2020s con la prohibición del uso de bolsas de plástico en los supermercados y tiendas de conveniencia. Meses antes ya se había puesto de moda el rechazo a los popotes de plástico. Con pequeños actos de conciencia ambiental muy a la Marie Kondo, por iniciativa u obligación, la sociedad regiomontana parece estar woke en el tema del cuidado al medio ambiente.

Esta tendencia se ve reflejada en la publicación de contenido positivo, hipócrita y superficial en medios de comunicación, prensa y redes sociales. Obviamente las áreas de “responsabilidad social” de las empresas no podían quedarse atrás, y con la misma actitud woke se han sumado a esta tendencia con notas pagadas en la sección de negocios. Parece que la única estrategia que se ha puesto en marcha para combatir la mala calidad del aire en el Área Metropolitana de Monterrey (AMM), es la de la comunicación. En cualquier momento se nos viene el segundo aire de los “muros verdes”, esa bonita mentira que se trepa por las columnas de los segundos pisos de vialidades, y cuyo único beneficio se traduce en la producción de videos con tomas de drone, música chill de licencia libre y una cascada de likes & shares; una medida más estética que estratégica.

El sistema BioUrban 2.0 es el ejemplo perfecto de la maquinaria del marketing ambiental. Basta con googlear el término, leer algunas notas de Forbes, El Financiero o Milenio para salir corriendo a comprar un 24 de Heineken en agradecimiento.

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«Para la empresa es motivo de orgullo inaugurar ese dispositivo porque suma un paso más en el cuidado del planeta, al tiempo que se impulsa un desarrollo tecnológico cien por ciento mexicano diseñado con ese propósito».

— BLANCA BRAMBILA PÉREZ, DIRECTORA DE SUSTENTABILIDAD DE HEINEKEN MÉXICO

No dudo del trabajo ni la buena intención del equipo que desarrolló la tecnología y la ciencia detrás del sistema que «convierte gases contaminantes en oxígeno». Seguramente es un primer gran paso hacia el desarrollo de sistemas que capten CO₂ a gran escala. Por lo pronto, en la etapa en la que se encuentra el proyecto, resulta otro parche (uno de 60 mil dólares cada unidad) para respirar tantito aire limpio mientras las fábricas en García siguen lanzando partículas tóxicas para formar esas horrendas “nubes” de contaminación. Sustituir 368 árboles naturales maduros con la instalación de estructuras distópicas, con todo y su respectiva placa conmemorativa de la empresa que lo patrocina, no soluciona el problema de fondo.

Tampoco la instalación de panorámicos innovadores que «atraen partículas de contaminación para después purificarlas en un proceso llamado fotocatálisis». De igual manera, no dudo del esfuerzo y la creatividad de los estudiantes de la UDEM que desarrollaron el panorámico “Pollu-Mesh”, pero si algo le sobra a la ciudad son espectaculares.

En el cambio de década anterior (2009-2010), no sólo la situación de violencia se salió de control y proporción en Nuevo León, también las ganas de colaborar para encontrarle una solución. Entonces se repensó el modelo de seguridad y se creó la Fuerza Civil, un nuevo cuerpo policiaco impulsado y financiado en buena parte por la iniciativa privada. Todavía hoy se usa como referencia nacional, un esfuerzo sin precedente que contó con la participación de gobierno, empresa y academia.

Por desgracia o idiosincrasia, la historia reciente del estado ha demostrado una y otra vez que los grandes cambios, los retos y oportunidades que enfrenta la sociedad neolonesa, no pueden superarse sin la anuencia ni los fondos del grupúsculo Monterrey, la élite empresarial.

Pues bien, ahora que iniciamos una nueva década sumidos en otra crisis (de la misma o mayor proporción que la anterior), gobierno, iniciativa privada, sociedad y academia deberían agruparse otra vez, como lo hicieron en torno a la inseguridad, para crear el equivalente ambiental y urbanístico de la Fuerza Civil. Me refiero a un esfuerzo equivalente o superior, en donde no se escatimen recursos ni personal ni la creatividad necesaria para encontrar las soluciones al problema de la contaminación del aire, la preservación del medio ambiente y el mejoramiento de la calidad de vida.

Pero la cosa se pone más complicada ahora: hace 10 años los empresarios se juntaron para crear un cuerpo de seguridad con el objetivo de regresarle la tranquilidad a Nuevo León, pero también lo hicieron para salvaguardar el capital, su capital. Hoy nadie puede dudar que el involucramiento del capital ha sido fundamental en la degradación del ambiente y del caos urbanístico de esta ciudad, así que se antoja utópica la participación del Grupo Monterrey.

Pero como aquí nos encanta jugarle a la utopía, imaginémonos cosas chingonas, carajo.

De entrada, vamos a repensar ese concepto hueco e hipócrita del “humanismo empresarial”: si el empresariado regiomontano realmente quiere heredarle a sus hijos y nietos un Monterrey con aire limpio, van a tener que ceder y un montón. Ceder no es comprarse un Tesla, ceder es reducir drásticamente y sin demora el consumo de petróleo, carbón y gas natural. Ceder es dejar de presionar o hacer lobbying para que no los multen por las emisiones contaminantes de sus fábricas. Ceder es dejar de ensanchar el AMM, es dejar de construir en los cerros, es dejar de construir verticalmente para el 1%, es abandonar el proyecto de Valle de Reyes, es dejar en paz al Parque Cumbres, a Chipinque, a la Sierra Madre Oriental.

Ceder es, incluso, tragarse tantito brebaje socialista para entender que la expropiación o socialización de ciertos terrenos podría traer más beneficios que molestias.

«Así se vería el terreno de 10 hectáreas que ocupa el penal del Topo Chico si lo convirtieran en un bosque urbano». Montaje de Baldomero Hernández.

Lo ideal sería contar con un Estado fuerte, con credibilidad y sin compromisos “electoreros”, un gobierno que realmente se comprometa y que convoque a los cambios radicales que necesitamos. Pero sinceramente ese escenario se antoja más utópico aquí que el rebrandeo del “humanismo empresarial”.

Ojalá que todos esos actos simbólicos e individuales de wokeness medio ambientales se manifiesten —y en serio— en las acciones de quienes mueven los hilos económicos del estado. Sólo así podríamos siquiera comenzar a imaginar un esfuerzo de la magnitud que necesitamos para revertir los efectos nocivos de las industrias, de la urbanización irresponsable, de una ciudad diseñada para el auto y del desigual acceso a metros cuadrados de área verde por habitante.

Mientras las y los diputados locales estén más preocupados por no saber qué cosa regalar en su siguiente giveaway o qué derecho quitar en su siguiente intervención, mientras exista un gobernador más preocupado por la incertidumbre de no saber si lo quitan o no de su puesto, mientras los medios de comunicación no investiguen a fondo y sigan esperando los comunicados de prensa de las acciones “socialmente responsables” de las empresas que contaminan, mientras seguimos venerando el “progreso” con edificios y vialidades, mientras sigamos jugando al hippie orgánico vamos a seguir respirando el mismo aire tan pinche todos.

¿Cómo evitar una década gris para NL?

Escrito Por

zertuche Fundador y editor de «contextual». Anteriormente fue editor de la revista Residente Monterrey, en su última etapa bajo el lema "Acciones para una ciudad mejor".

Fecha

08.ene.20

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