Los “memes de tía” suelen ser motivo de burla. Más allá de la estética de Piolín, estas imágenes revelan no sólo un modelo colaborativo de inclusión digital entre adultos mayores, también son una especie de mensajes de botella para mantener una conexión intergeneracional.
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Me atrevo a decir que cualquier persona que tiene un teléfono ha recibido alguna vez una de estas imágenes cargadas de Piolines o animalitos, esas que desean buenos días o buenas noches en una tipografía garigoleada, apenas legible, untadas en cada uno de sus píxeles con un arte que me recuerda a los pasteles que venden en el supermercado por tener más betún que pan.
Estos “memes de tía” constituían una suerte de paisaje virtual en el día a día de nuestros brincos por los grupos de WhatsApp. Sin embargo, la pandemia y el confinamiento han cambiado los significados de todos nuestros rituales, inclusive los que parecen más nimios.
¿Acaso estos mensajes tan sólo son saludos diarios de nuestros seres queridos con mayor carga en la brecha digital? Pienso que no. En estos tiempos en donde la muerte acecha, estas imágenes son como mensajes en botellas enviados a un océano que dicen: “¡Ey! Sigo con vida”.
Es por eso que vale la pena leerlos con mayor atención y preguntarnos de dónde salen. Hipótesis puede haber muchas: un colectivo de tías anónimas —y no tanto— que se dedican a colocar sus expresiones artísticas en el ciberespacio, ejércitos de personas explotadas en algún rincón del mundo dedicadas a llenar las redes sociales de este tipo de imágenes o inclusive —ya en el plano de las conspiraciones— habría que pensar si no será que hay una comunicación que no sabemos leer entre Piolines y glitter.
¿Existe una resistencia boomer que planea, se despliega y repliega frente a nuestras narices?
Muchas veces le cargamos al periodismo sólo la responsabilidad de echar luz sobre los temas que clasificamos como “duros”: la corrupción en la política, la injusticia social, las crisis económicas… sin embargo, al periodismo lo mueve una curiosidad esencial y esa puede servir para entender incluso los temas más nimios.
Así que, por mera curiosidad y experiencia personal, en esta ocasión me adentré al mundo de los “memes de tía”.
Detrás de un meme de Piolín, (no) siempre hay una señora
Para arrancar esta investigación pedí ayuda a las “benditas redes sociales”; quería encontrar a una de estas memeras anónimas para entrevistarla, así que lancé un tuit y un post en Facebook preguntando por estas artistas sin nombre. Para mi sorpresa, la gente me confesó que nunca se había preguntado de dónde salen estas imágenes y quizás esa curiosidad sembrada fue lo que motivó a algunas personas a colaborar.
Por suerte Internet aún conserva rasgos de solidaridad utópica, y gracias a la colaboración de mi feed pude encontrar en Twitter la «Cuenta que te desea los buenos días y las buenas noches con imágenes de tu tía favorita que es probablemente católica».
La biografía de la cuenta delata por un lado la otredad de su administradora. Ella no es la tía, sino que es sólo la intermediaria, pero al mismo tiempo atina a hacer una descripción muy sintética de la funcionalidad de estos memes.
Denisse Quintana está detrás de esta cuenta. De antemano me dice que ella no hace los memes. Ella tiene “su dealer” en un grupo de WhatsApp familiar que es la tía Vicky.
“Qué surreal. Jamás imaginé que abriendo una cuenta de mame terminaría haciendo una entrevista, pero bueno”, me confiesa Denisse y es así como rompemos el hielo para iniciar la entrevista.
Hablamos por Zoom y combatimos la intermitencia de la realidad. Sí me oigo, creo que me fui. Dejé de oírte. Estás muteado. Denisse tiene 20 años y estudia Administración Pública en la Universidad de Guadalajara (UDG). Me cuenta que arrancó la página hace unos siete meses, en plena pandemia, en parte para divertirse y en parte para compartir algunas de las imágenes que llegaban a sus chats y que le parecían divertidas.
Hablamos más de la tía Vicky, quien enviudó hace unos dos años, se mantiene sola y trabaja como auxiliar en el complejo de dependencias que conforman la Ciudad Judicial de Jalisco.
Denisse me dice que ha identificado que son más las mujeres quienes comparten este tipo de imágenes, pero tampoco tiene claro por qué. Para ella la respuesta a la popularidad de estos memes tiene que ver más con la brecha generacional que con el género.
“Creo que para ellas es una forma de seguir en contacto con la modernidad. Al mismo tiempo los utilizan como un ‘saludito’, antes te llamaban por teléfono, ahora envían estos mensajes para decir ‘aquí estoy y buenas noches’”.
Sin embargo, lo que me cuenta Denisse no resuelve mi duda inicial: ¿quién hace los memes de tía?
Llega a mí una respuesta, que no es la que más satisface mis teorías iniciales, pero tiene perfecto sentido. Alex Aldrete es el community manager de una estación de radio muy señorial en Guadalajara: se trata de la Romance 99.5 que pasa baladas románticas o boleros, y tenía, cuando yo vivía en Guadalajara, espacios como “La hora de Luis Miguel”.
Alex hace muchos memes de tía, pero con una suerte de estética institucional. Uno de los posts que repite con más frecuencia es la “nota mental”, que asemeja una página de un diario y en ella se puede leer una frase motivacional. Contenido ideal para desear un buen día a cualquier hora.
Quizás no fueron las marcas quienes empezaron los primeros memes de Piolín, pero sí continuaron su producción con fines comerciales.
Cuando habla, Aldrete salpica su conversación con estos conceptos propios del marketing digital: público objetivo, audiencia, arquetipos, voz de marca, etc. De alguna manera esto no le hace justicia a la magia que rodea los memes que nuestras boomers —en su mayoría— nos comparten.
Sin embargo, es interesante que Alex, de 26 años, tenga que hacer un esfuerzo por visualizarse como una de estas usuarias de Internet para poder hablarles y conectar, desde otras perspectivas. Su trabajo tiene que ver más con escuchar que con decir, aún y cuando todo el día tenga que responder mensajes y publicar posts en Facebook.
“Una ocasión me pasó que una señora, me escribió: ‘Oye, tengo problemas con la vista, ¿puedes cambiar la tipografía, por favor? No lo entiendo’. Al inicio me sorprendió que me estuviera pidiendo cambios como si fuera yo su diseñador y por otro lado me di cuenta de lo dispuesto que está mi público a decirme que sí le gusta”, narra como anécdota y creo que en ella se encuadra mucho de su trabajo.
Aldrete me explica todo su proceso de producción de contenido: piensa frases —o copys, como le dicen en ese mundo—, hace plantillas de diseño y las va cambiando conforme pasa el tiempo. “Es un proceso de prueba y error”.
También me cuenta que ha llegado a ver que ex-profesoras o tías comparten imágenes que él hizo como historias de WhatsApp. Alex sostiene que esto ocurre porque piensan la imagen como una suerte de tesoro digital y, mientras les parezca “bonito”, vale la pena compartirlo, independientemente de que haya gente queriendo reclamar autoría con marcas de agua enormes atravesadas en las imágenes.
“Yo creo que nosotros los jóvenes, podría encasillarse así, sabemos que un meme no es para todos. Ves un meme y te recuerda a una persona específica y lo capturas y se lo envías. Sabes que esa persona va a reaccionar y, en el peor de los casos, solo te pondrá ‘jaja’. Sin embargo, para ellas (nuestras boomers memeras) es más un tesoro preciado que quieren regalar a todos. Ellas piensan en el meme como objeto y nosotros más como asociación”, concluye Aldrete.
→ Inocencia, diversión y distracción punto com
Comienzo entonces a buscar de forma exhaustiva a través de las marcas de agua que algunos GIFs y memes tienen. Algunos de ellos me obligan a hacer arqueología en Internet y termino en sitios de Blogspot donde otras señoras suben imágenes para descargar.
Acerca de mí.
- Género: FEMALE.
- Ocupación: Ama de Casa.
- Ubicación: Lebrija, Sevilla (Andalucía), España.
- Introducción: Soy una señora mayor y lo Único que busco es distracción en mi vida.
- Intereses: Distracción.
- Películas: Películas románticas y de fantasía. No me gusta la violencia.
La ficha de contacto es de Josefina Ortíz Rodríguez, la autora de GIFS FINA, un blog repleto de GIFs de ángeles y criaturas dulces deseando los buenos días y los buenas noches. Le escribo con la esperanza de poder realizar la entrevista, pero sólo obtengo silencio. La fotografía de su perfil delata que se encuentra en la tercera edad y yo temo lo peor en estos tiempos pandémicos. Prefiero enfocarme en los datos que comparte con una comunidad de internautas anónimos. «Lo único que busco es distracción en mi vida», estas palabras resuenan como un eco que me lleva a las primeras interacciones que tuve cuando niño en el Internet, cuando era menos un lugar para construirse una vida y más un espacio —como la televisión, los libros o la calle— para matar el tiempo y más bien fantasear con otros mundos.
Tiziana Garza Galán es artista en Monterrey y ha dedicado ya algunos años a pensar más a fondo sobre el arte digital. En 2019 se graduó de Artes en la Universidad de Monterrey (UDEM) con una tesis titulada Welcome to my Homepage,donde buscaba compaginar su proceso artístico con sus primeros recuerdos de interacciones con el Internet.
«Mis primeras experiencias con la computadora fueron a través del juego; para mi, la computadora era una máquina que sólo servía para entretener», declara en la introducción a su tesis (la relación con la búsqueda de “distracción” que anuncia la señora Josefina Ortíz Rodríguez en su Blogspot, es obvia). Busco a Tiziana para entender más al respecto y en poco tiempo acordamos una videollamada.
Para Tiziana hay un nexo entre las imágenes de tía —aunque me insiste que también los señores entran en estos procesos de edición sobre todo para ligar en grupos de Facebook— y nuestra generación, que se afianza en la nostalgia que sentimos al ver a la gente mayor entrar en contacto con esos primeros acercamientos a la vida digital.
“La base es la ingenuidad. Nosotros empezamos sin saber nada, como jugando con la computadora. El Internet antes de las redes sociales como las conocemos era un juego y esto se ve en la manera en que hacen las imágenes. No creo que usen Photoshop, por ejemplo, lo más seguro es que recurren a templates y en mi experiencia es muy parecido a cuando empecé a usar el Internet, a inicios de los dosmiles, donde tenías una imagen de MySpace o de Facebook que no era como ahora, que todo es muy minimal, sino que te permitía agregar lo que sea y modificarlo todo. Era una estética como ‘mal hecha’ y no es que estuviera mal hecha, sino que la vemos así porque la estética ha cambiado mucho”, explica Tiziana.
También cuenta que algo que hizo previo a su tesis fue entrar a “Señoras de cuarenta, cincuenta y sesenta”, un grupo en Facebook donde señoras se pedían ayuda, compartían imágenes o vendían cosas. De esa experiencia destaca el sentimiento de “sentirse muy tecnológicos”, tono que notaba en las publicaciones cuando las personas compartían sus propias creaciones de edición, como el colocar su cara con transparencia con un atardecer de fondo.
En ese tipo de interacciones es donde Tiziana ha encontrado la oportunidad para hacer sátira, pero no entendida como burlarse de las señoras, sino de nuestra generación que ha terminado por perder de vista el Internet como un espacio divertido, de creación y de curiosidad genuina. Esta idea dialoga con la intención de Denisse Quintana y su cuenta de Buenos días... con la que buscó, en primera instancia, matar el tiempo durante la pandemia. Quizás sea esa la razón por la cual el o la administradora de una Fan Page simplemente me respondió: “Lo siento, esta es una simple página de entretenimiento, no se dan entrevistas ni se responden preguntas de ese tipo”, cuando pregunté si podíamos hablar sobre este fenómeno cultural.
Así como existe el grupo del que habla Tiziana, hay otros grupos en Facebook donde mujeres (principalmente, pero también hombres) crean una comunidad dedicada a la edición de este tipo de imágenes como son ❤ IMÁGENES POSITIVAS 😄🌞 o BELLAS IMÁGENEScada uno con más de 300 mil miembros que diariamente comparten imágenes.
Sin embargo, lo más interesante de estos grupos no es sólo que se comparten imágenes, sino que hay personas que ofrecen sus servicios de edición de forma gratuita y en un tono de colaboración, ya sea para compartir imágenes completas o bien para ofrecer el colocar una foto en una imagen específica.
Para Garza, detrás de este acto de personalizar las interfaces que se utilizan en Internet hay una creación honesta y son arte, aunque no tengan intención artística; es decir, las personas que reconfiguran estas imágenes no están pensando en hacer obras de arte y, sin embargo, crean piezas valiosas.
Por otro lado, Juan Martín Prada, en su libro El ver y las imágenes en el tiempo de Internet, habla sobre el rol de los filtros y la edición de imágenes como un proceso de creación que hace de las imágenes digitales un proceso artístico que ocurre en la decodificación de la imagen mientras es visualizada «como una partitura musical», explica el autor.
Si bien Prada tira hacia otro lado en su obra, sí me deja una duda que quiero compartir: ¿Qué tan distinta es la edición que hacemos de nuestras selfies de la edición que hacen nuestras tías a los mensajes de buenos días que después nos envían? ¿Qué tan distintos son los procesos en los que nos colocamos un filtro con pecas o cabello de colores de el que siguen las memeras anónimas para colocar su fotografía montada en una taza de café o en un calendario?
→ Cuidemos a nuestros boomers
Las palabras de Tiziana Garza sobre la inocencia del primer contacto con el Internet comienzan a quedarse a vivir en mi cabeza sin pagar renta. Recuerdo que vi un tuit hace poco que decía algo de cuidar a nuestros boomers y pienso que, como en el mundo “real”, la inocencia es aprovechada por la gente con malas intenciones.
Y es que el volumen de internautas inocentes —y no tanto— de 60 años o más ha aumentado bastante en los últimos años. La Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), mide y registra información relacionada con el Internet como el número de usuarios que existen en México, su edad, el tipo de dispositivo desde el que se conectan, entre otros datos.
En México, la mayoría de los usuarios tienen entre 25 y 34 años de edad; de hecho uno de cada cinco internautas pertenecen a este rango etario. Sin embargo, desde 2015 este rango de edad ha representado el 20 por ciento de usuarios del Internet, es decir, aunque hay más usuarios con estas características su aumento se explica simplemente porque hay más población con esa edad y no porque haya una mayor penetración del Internet en ese grupo demográfico.
En cambio, las personas más viejitas de nuestra sociedad se han propagado de forma viral en el mundo digital. En 2015, el número de personas de 55 años o más que usaban el Internet representaba apenas el 5% de los usuarios totales; cuatro años después, en 2019, el porcentaje prácticamente se duplicó. En términos absolutos, el número de adultos de 55 y más en Internet pasó de 3.2 a 7.8 millones en cuatro años y lo hizo a un ritmo 60% mayor que el grupo de edad de 45 a 54 años, el segundo que más ha crecido en los últimos años.
Sin embargo, aún y cuando aumentan su presencia en redes sociales no necesariamente están logrando adquirir las herramientas para discernir información valiosa de la falsa.
Cada año el Reuters Institute elabora un reporte para entender el estado de los medios de comunicación en el mundo y nuestras dinámicas informativas en cada país. Los resultados de 2020 muestran que, a nivel global, del grupo de 55 y más únicamente el 21% de los usuarios confiaban en las noticias que recibían por redes sociales y el 31% en las que encontraban a través de un buscador como Google.
Sin embargo, el grado de confianza es significativamente mayor en México. La mitad de los usuarios en este rango de edad confía en las noticias que puede encontrar usando Google y el 45 por ciento tiene confianza en las noticias que encuentra a través de redes sociales. La situación se torna preocupante cuando 6 de cada 10 usuarios de esta edad usa Facebook y/o WhatsApp para leer noticias, y encima estamos en medio de una pandemia (hacer caso a las fake news puede derivar en una intoxicación por hidróxido de cloro).
Y es que lejos de interpretar esta ingenuidad con la que nuestros padres, abuelos o tíos mayores navegan el Internet como una falta de pericia, debemos ser conscientes de la vulnerabilidad que están enfrentando: imaginen tener noticias diarias de amigos, conocidos o familiares que contraen COVID o mueren por este virus, ¿qué sentirían de ver que, semana a semana, aquellos testigos mutuos de su vida ya no están?
El Boletín Estadístico del Gobierno Federal (disponible en PDF) es un informe sobre el exceso de muertes en el país. En su creación participan distintas dependencias federales —desde la Secretaría de Salud y el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), hasta el INEGI— y también organismos internacionales como la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
En él se hace la siguiente anotación: «Al ser un análisis de las defunciones, sin considerar causas específicas, el exceso estimado deber ser interpretado como defunciones tanto directamente asociadas a la COVID-19, como por otras causas que de manera indirecta se pueden asociar a la situación general de la emergencia sanitaria».
En el sitio oficial del Gobierno Federal de información sobre el COVID hay un banner que señala que la información está actualizada hasta el 12 de diciembre, es decir, todavía no incluye este último mes que ha sido trágico y crítico.
Hasta entonces, fecha en que concluye la semana epidemiológica número 50, el exceso de mortalidad en el grupo de 65 años y más era de 135 mil 976. Es decir, más de cien mil personas que vieron truncada su vida y que pararon las de sus familias debido a esta pandemia y sus daños asociados.
Para muchos de nosotros acompañar a nuestros padres, tíos y abuelos ha sido muy difícil. Ha tenido que ser a la distancia con lo que eso implica: la impotencia de verlos tristes por no recibir visitas, el sentimiento desolador de que algo les pudiera pasar y la culpa intratable de imaginar que pudieran contagiarse por nuestra culpa.
En ese presente que estamos viviendo, el mundo virtual puede ser una manera de pensar en otras cosas. Sí, cada mensaje de bendiciones y buenos días es, de su parte, una confirmación de que siguen bien y una petición para nosotros: la de confirmar que seguimos aquí.
Para que ese mensaje telegráfico no sólo se quede en eso, podemos convertir esta interacción en una oportunidad para enseñar a quienes alguna vez nos explicaron cómo comer con una cuchara o usar el baño, cómo ampliar su mundo y encontrar nuevas posibilidades para conocer y crear en Internet.
Más aún, podemos hacerles saber que tienen a su disposición las herramientas para no tener que ver todo el tiempo a esta actualidad donde la muerte acecha, y que estamos más que emocionados de verlos formar parte de las dinámicas digitales porque también nos han ayudado a sentirnos acompañados, o menos solos, en muchos momentos difíciles como los que estamos viviendo.
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Esta es una colaboración entre Este País y Contextual MX.
Bendiciones vemos, ‘memeras’ no sabemos
Luis Mendoza Ovando
28.ene.21