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27.mar.2014

Banda misógina

La retórica misógina que promueve la cultura de la violación y la violencia sexual contra las mujeres, así como la objetivización del cuerpo femenino, son ingredientes que en la nueva era de la música grupera, el narco y la violencia parecen estar sumando.

POR Ángel Plascencia / Lectura de 22 min.

La retórica misógina que promueve la cultura de la violación y la violencia sexual contra las mujeres, así como la objetivización del cuerpo femenino, son ingredientes que en la nueva era de la música grupera, el narco y la violencia parecen estar sumando.

Lectura de 22 min.

Con cuerpo al 100, bien buena, con ropa de marca y bien arreglada: maquillaje, microvestido, ultra tacón; “guardada” desde temprano y celosa, muy celosa y muy interesada. Tan celosa e interesada, que duele, el hombre sufre: desprecio, rechazo, desilusión, engaño.

Es más o menos uno de los retratos de la mujer promedio dueña del pensamiento (y la inspiración) de los compositores de artistas gruperos como El Komander y los Calibre 50, ambos parte de un movimiento de músicos que representan una nueva ola del grupero masivo. El otro ejemplo de mujer es simplemente un objeto: una mesa, un vaso, un adorno que enmarca la imagen del cantante (generalmente feo) pasado de peso; la carne, cuerpo, nalgas, chichis, que sirven de apoyo visual y se menean como botargas. El gordo sólo luce por su dinero y ser un cabrón.

La anterior forma parte de una de las letras del grupo musical Calibre 50 liderado por Edén Muñoz, una banda del conocido Movimiento Alterado que en los últimos años ha ganado seguidores en México y el mercado hispano en Estados Unidos. En el Festival Acapulco 2013, Calibre 50 encabezó el evento más concurrido con 10 mil asistentes a su presentación en vivo. Todos sus seguidores corearon uno de sus éxitos más conocidos del 2011: “Te estoy engañando con otra”.

No hace falta resaltar la violencia de las letras que caracterizan al Movimiento Alterado. Pero la retórica misógina que promueve la cultura de la violación y la violencia sexual contra las mujeres (como las citadas líneas de “El tierno se fue”, con más de 20 millones de vistas en su canal de Youtube: CalibreCincuentaVEVO), así como la objetivización del cuerpo femenino, son ingredientes que en la nueva era de la música grupera, el narco y la violencia parecen estar sumando.

“Lo que está haciendo ese tipo de música es construir un discurso que es muy popular donde a través de la minimización y la objetivización o cosificación del cuerpo de las mujeres, pues genera una imagen de la mujer como siempre dispuesta a cumplir los deseos del hombre en cuestión. Además, me parece que lo hace un poco como (casi) el hombre victimizándose, ¿no? Como víctima de una pasión y un deseo incontrolables, entonces no tiene forma de controlarlo y pues por lo mismo las mujeres deberían estar dispuestas, a su servicio”, según explicó en entrevista telefónica el académico Ignacio Lozano Verduzco. 

Actualmente Lozano Verduzco es candidato a doctor en Psicología por la UNAM y es profesor investigador de tiempo completo en la Universidad Pedagógica Nacional. Sus investigaciones se enfocan en temas de masculinidades y violencia.

“Aquí lo interesante de la música que tú estas analizando pues es que se usan mecanismos culturales como la masculinidad hegemónica, el machismo, la idea de la pasividad de las mujeres, para enaltecerse”.

Entrevista con Ignacio Lozano Verduzco:

Ignacio Lozano Verduzco es actualmente candidato a doctor en Psicología por la UNAM y profesor investigador de tiempo completo en la Universidad Pedagógica Nacional. Sus investigaciones se enfocan en temas de masculinidades y violencia.

Letras Violentas

El Movimiento Alterado es un colectivo de músicos que se caracteriza por generar letras violentas sobre narcotráfico, ejecuciones, muerte, dinero, mujeres, sexo, drogas, una retórica comparable a la del gangsta rap estadounidense. Pero el cariz misógino (ofensivo, que denigra) de algunas letras de nuestros gruperos mexicanos, se enmarca en el contexto histórico del machismo nacional.

En México casi la mitad de las mujeres (46 de cada 100) mayores de 15 años dicen haber sufrido violencia psicológica, física, patrimonial, económica y sexual, según datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2011, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

Aunque estudios recientes muestran una disminución en la violencia contra las mujeres, estos indicadores son muy imprecisos en el país, según señala Lozano Verduzco.

“Me parece que medir o cuantificar la violencia contra las mujeres es sumamente complicando, aunque por supuesto que en los últimos años ha habido esfuerzos inmensos por hacerlo, muestra de ello es la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) que hacen INEGI y el INMUJERES, y el INMUJERES que constantemente está haciendo ahí como una cuantificación. Sin embargo, lo que yo he visto también es que la concepción que se tiene de violencia es muy diferente para hombres o para mujeres, entonces como además el INEGI e INMUJERES no comparten la metodología que usan de sus encuestas, yo siempre pongo como en duda las cifras que nos dan porque no sabemos como se está preguntando eso a las mujeres.

“En teoría estas encuestas han demostrado un decremento en la violencia contra las mujeres que pues para mi son buenas noticias, sin embargo en los medios estamos viendo también un incremento en los feminicidios en diferentes estados que parece que no son atendidos o no hay voluntad política para atenderlos. El día de hoy (28 de enero de 2014) sale en las noticias otra mujer indígena en Oaxaca que no le fue permitido parir en un hospital público, entonces tuvo que parir en la banqueta, que también esa es una muestra de violencia”.

Cuerpo al 100

Como mexicano nacido en Sinaloa, puedo decir que el culto al cuerpo “perfecto” de mujer existe desde que el narcotráfico es cultura popular, o sea, desde siempre en una entidad como ésta o Michoacán.

Recuerdo las anécdotas de fin de año en las fiestas de navidad sobre las tandas o rifas que hacían varias culichis para operarse los senos. Esto en un estado con alrededor de 20 cirujanos plásticos (certificados), según estimaciones de medios locales, y poco más de 2.7 millones de habitantes.

México, el quinto país con más cirugías estéticas en el mundo, representa esta realidad que se regionaliza, pero que es un problema nacional pues los estereotipos del cuerpo perfecto femenino se resaltan de forma grotesca en las letras y videos de algunos artistas del género grupero. La mujer vale por su cuerpo, en tanto que esté “buena”, como objeto del deseo que puede sustituirse con otro nuevo, bonito, “al 100”, irresistible.

En los videos musicales del género, el uso del cuerpo femenino como objeto es una de las novedades que se hace más presente. Para Lozano Verduzco, “siempre me ha parecido que las rancheras, los corridos y ese tipo de cosas tienen como un grado de misoginia, de machismo, aunque sea poco explícito, me parece que la diferencia entre estos nuevos grupos o estas nuevas formas musicales radica en que esa misma misoginia o ese mismo machismo es un poco más explícito a través de no solo las letras y las expresiones verbales que hacen, sino a través, por ejemplo, de las imágenes que usan en los videos”.

De 2010 a 2011 México pasó del sexto al quinto lugar en cirugías estéticas en el mundo. Pero en cuanto a operación de aumento de senos, México ocupa el tercer lugar según las cifras del 2011, todas sacadas de los informes de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS, por sus siglas en inglés). Los traseros en tanga forman parte de la indumentaria, de los cuernos de chivo, de las pistolas: el “buen” cuerpo de una mujer es un lujo, como una botella de Buchannan’s 18, un Maserati, un Mustang o ropa de diseñador.

Grupero de clóset

Como buen sinaloense escucho banda y música grupera desde niño. Crecí oyendo canciones de la Banda El Recodo, Los Cadetes de Linares, Ramón Ayala, la Banda el Limón y demás grupos que a la fecha han cambiado de miembros originales y algunos apenas son reconocibles. 

No me considero un amante del género, pero en diversas ocasiones he encabezado la lista de peticiones ante la presencia de unos chirrines o un norteño en la fiesta familiar o con los amigos, incluso en las de desconocidos que se preguntaban, ¿por qué habré contratado esto? Salía yo con mi lista.

De alguna forma me apasionó el ardor de las letras norteñas, la universalidad de los Tigres del Norte y su inacabable nostalgia nacional que conectaba el dolor personal con el de muchos: su forma de llegar a todos. Lo viví cuando los vi con un grupo de amigos (entre ellos un noruego que, con sombrero puesto, parecía menonita) en Guadalupe, Nuevo León; resistimos hasta las siete de la mañana del 19 de octubre para escucharlos mientras rompían su propio récord al tocar seis horas y diez minutos en la Expo Guadalupe. 

Las servilletas iban de mano en mano. El repertorio lo ponía la gente, o así simulaban que era. De cualquier modo, luego de más de seis horas tocando en vivo, casi nadie salía insatisfecho por alguna petición personal. Historias como la de “El Niño y la Boda” marcaron mi infancia, como la de miles de mexicanos que sufrieron los dramas de las trágicas letras de los Tigres. Debo decir que como amante del norteño clásico y la buena música regional mexicana, escribo un poco desde la nostalgia: desde hace tiempo que en México no existe un gran compositor que sea inmortalizado por la perfección de sus letras, que englobe en un himno el sentir y la idiosincrasia del mexicano de todos estratos y colores. Hace décadas que en México (y el mundo) no se escucha a un José Alfredo Jiménez o a un (recién salido del horno) Joan Sebastian, que deje canciones que canten abuelos con nietos en las fiestas de navidad.

La época de oro del norteño y la música de banda –a mi parecer– fue. No por eso en los mercados, los centros comerciales, botaneros, los camiones, restaurantes, taquerías, oficinas, fiestas, ferias, se dejan de llenar los ambientes con el acordeón, la trompeta y los nuevos ritmos de banda y ranchero que ahora mezclan desde reggaeton hasta tribal. Ritmos bailables, sin duda, pegajosos, pero que no trascienden.

No es una queja, bueno, sí es una queja: extraño la buena música grupera en la radio.

En las cantinas se tocan los mismos repertorios: José Alfredo, Chente y compañía, no hay más. Muchas de las nuevas bandas hacen covers de las grandes canciones de estos compositores. El refrito de Juan Gabriel nunca falla. Algunos le apuestan a la balada pop que bien puede ser una versión de Cristian Castro o una de las letras de Espinoza Paz, compositor mexicano que también aporta temas a repertorios de artistas pop mexicanas como Thalía.

Me da la impresión de que mucha de esta nueva música grupera es menos profunda, más superficial: un síntoma de la transformación que ha tenido el país con el incremento de la violencia y la presencia del narcotráfico en cada una de las esferas sociales (culturales). El deseo se antepone, el presente sin futuro: quiero ahora lo mejor sin importar lo que cueste. En esa lista se incluyen lujos, y en una retórica donde las mujeres son cuerpos intercambiables, ese objeto femenino del deseo causa frustración cuando no se obtiene o se requiere esfuerzo (ya, ahora), lo que motiva ofensas, descréditos, denostaciones, insultos, incluso violencia.

Video → Calibre 50 - Ni Que Estuvieras Tan Buena

El 'pop' mexicano

51 por ciento de los mexicanos que dicen haber asistido a un concierto en los últimos doce meses, señalan que lo hicieron a un espectáculo de banda, música grupera o ranchera, es decir, alrededor de la mitad de los encuestados dicen tener ese tipo de preferencia, según se refiere en la Encuesta Nacional de Hábitos y Productos Culturales en México que realizó Conaculta en 2010.

Los demás géneros se debaten el resto de los porcentajes, pero es un hecho que en nuestro país la música más escuchada es la regional.

Es inevitable desestimar la fuerte relación que existe entre los cantantes gruperos, de banda y el narcotráfico. La “Princesa de la Banda”, Melissa Plancarte, así como su hermano Kike, hijos del líder del cártel de los Caballeros Templarios, Enrique Plancarte, son evidencia viviente del lazo directo entre compositores, artistas y narcotraficantes, que conviven en conciertos y amenizan reuniones familiares de los capos. También, por supuesto, les componen canciones que termina consumiendo la mayoría de la población, por tratarse de la música más escuchada por los mexicanos.

El elemento explosivo del narcotráfico y la violencia, contamina dinámicas domésticas de relación de pareja. Cada vez es más común que la amenaza del macho golpeador sea que pertenece al Cártel de los Zetas o que tiene algún amigo pesado.

La cosa se pone grave en estados con problemáticas de violencia por la fuerte presencia del crimen organizado, según organizaciones como Alternativas Pacíficas, fundada por la defensora de derechos de las mujeres, Alicia Leal, y la periodista Lydia Cacho, y que opera con albergues para brindar apoyo a víctimas de violencia familiar en la ciudad de Monterrey, México.

Aunque es un hecho en nuestro país el retraso en materia de formación de políticas públicas (que lleguen a las aulas) que ayuden a desincentivar la propagación de retóricas violentas y misóginas, el trabajo por décadas de la sociedad civil ha permitido que en el actual contexto mexicano se observe con atención el fenómeno de la violencia contra las mujeres, desde el punto de vista de las víctimas. Pero falta avanzar en el tema de los victimarios.

“Yo reconozco y agradezco inmensamente el trabajo de las feministas mexicanas que a lo largo de formalmente 50 años han puesto sobre la mesa la cuestión de la violencia contra las mujeres y con justa razón enfocándose a las víctimas, a las mujeres.

“Y no es hasta hace 15, 20 años que feministas y otros grupos de hombres han también optado por voltear a ver a los hombres que ejercen la violencia como también responsables de ello, pero que también somos víctimas de un sistema social binario que nos lleva a ello, y que también nos oprime; con esto no quiero excusar las acciones que tienen los hombres como personas de violencia y las cosas que producen y las madrizas que le ponen a las mujeres o los asesinatos que cometen, no estoy diciendo eso, lo que estoy diciendo es que sí, en efecto, vivimos en una cultura que en muchas formas nos regula, nos oprime, en términos como más foucoltianos y en ese sentido pues sí somos víctimas de esas condiciones, eso no significa que no podamos intentar modificarlas, y no podamos modificar nuestras acciones y conductas hacia una cuestión de intimidad y bienestar, alejados de la violencia”, Ignacio Lozano Verduzco, investigador.


Ilustración: Higinio / Diseño: Adrián Nandayapa

Banda misógina

Escrito Por

Ángel Plascencia

Fecha

27.mar.14

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