En Monterrey se ha creado una tendencia por el consumo despreocupado de productos ecológicos y reciclables, sin embargo, este tipo de “ambientalismos” pueden generar más daños que beneficios.
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Me levanté una mañana y me dirigí a la cocina dispuesta a preparar el desayuno. Busqué en el refrigerador y vi dos manojos de plátanos: uno verde y otro totalmente café que probablemente ya estaba echado a perder. Saqué el plátano café y lo coloqué en un bote reservado para compostar. Ahí estaban también mis botes de basura debidamente etiquetados para separar residuos, el de la etiqueta para plásticos era el más grande y el que estaba más lleno. Saqué la basura y, por último, como no debe faltar en cualquier hogar “sustentable”, encontré mis bolsas de basura etiquetadas con un logo grande, verde y en forma de hoja que decía: “Bolsas biodegradables”.
En ese momento me di cuenta que había caído en la cultura del consumismo “sustentable” y libre de culpas.
Y es que, ¿cómo no caer en esta cultura? Los algoritmos ya nos conocen y, si les interesan estos temas como a mí, es probable que sus redes sociales estén llenas de anuncios promocionando talleres de “Crea tu propia composta” y campañas de “Recicla tus botes de plástico”. En Monterrey se ha creado esta tendencia por el consumo despreocupado de productos ecológicos y reciclables, sin embargo, es importante analizar que este tipo de ambientalismos pueden generar más daño que beneficio y que las buenas intenciones, aunque sean de corazón, no son suficientes.
¿A qué me refiero con un consumo “sustentable” despreocupado? Pues bien, en la psicología existe algo llamado el efecto de licencia moral, concepto que describe la manera en que sumamos actos buenos para poder justificar nuestros actos malos. En otras palabras, se trata de cuando las personas se permiten realizar actos poco éticos, inmorales o simplemente malas prácticas, justo después de hacer algo positivo. Un ejemplo clásico es cuando nos decimos “ya fui al gym, así que ahora puedo cenar una hamburguesa con papas y refresco”. Lo mismo sucede en el ámbito ambiental con el consumo “sustentable”. Creemos que por reciclar nuestras botellas o separar nuestros residuos, tenemos derecho a seguir produciendo enormes cantidades de éstos. Sin embargo, hay un gran problema con esta mentalidad, ya que si actuamos únicamente buscando mejorar nuestra imagen o para sentirnos menos culpables, perdemos de vista nuestro objetivo principal: cuidar el medio ambiente.
Comencemos por definir la importancia de crear una comunidad con conciencia responsable de los residuos en una ciudad como Monterrey. Para ponernos a todos en contexto, aquí van algunas cifras: según datos de la SEMARNAT, en México se generan más de 44 millones de toneladas anuales de residuos y se espera que este número alcance los 65 millones para el año 2030. De estas toneladas, la mitad se concentra en seis estados, entre ellos Nuevo León. Si queremos ser más específicos, el informe de Cómo vamos Nuevo León nos indica que en el 2018 Monterrey fue el municipio con más kilogramos de residuos recolectados y el cuarto en residuos per cápita.
Para muchos de nosotros el problema de los residuos termina en cuanto los sacamos de la casa, y hasta nos sentimos bien al saber que tiramos nuestros residuos en un bote para basura y no en la calle, pero el verdadero problema ocurre después. Todos estos residuos implican operaciones de traslado hasta el lugar de confinamiento, es decir, el sitio donde la basura quedará colocada en tiraderos a cielo abierto o rellenos sanitarios mal operados. Nuestros residuos no desaparecen al salir de casa en camiones de basura, ni siquiera en camiones recicladores de basura.
Recordemos las 3Rs que nos enseñan en la escuela: Reciclar, Reutilizar y Reducir. Los tres verbos aportan un gran valor al cuidado ambiental, sin embargo, no nos enseñaron que lo más importante de ellas es que hay que saber priorizarlas. Hoy en día, hay residuos que no basta con reciclarlos o reutilizarlos, debemos reducirlos si en verdad queremos generar un impacto positivo en el medio ambiente.
En el caso de Monterrey cada vez es más fácil encontrar centros de acopio para el plástico en escuelas, instituciones y hasta en supermercados. Algunos de ellos son gubernamentales o de empresas privadas, como Grupo AlEn, empresa que en 2019 ya contaba en Monterrey con dos plantas recicladoras, 13 máquinas de acopio y sumaba más de 50 mil toneladas de plástico recicladas al año. El problema es que las cifras, cuando no van acompañadas de un contexto, nos transmiten ideas erróneas o incompletas sobre nuestros esfuerzos por cuidar el medio ambiente. México y Monterrey necesitan más legislación, infraestructura y, sobre todo, mayor accesibilidad para el reciclaje de residuos.
Y es que no es fácil darse cuenta que, más allá de las acciones, necesitamos un cambio de mentalidad de fondo. Les pongo un ejemplo, recientemente colocaron una máquina recicladora de plástico en Pueblo Serena y admito que me entusiasmé, ya que es la plaza más cercana a mi colonia y a la que suelo ir a pasear los domingos. Me puse en mi plan de ambientalista, comencé a separar todos mis residuos y obligué a mi familia a hacerlo. Cabe mencionar que vivo en una colonia privada, y como toda buena colonia de Valle Alto tenemos un grupo de WhatsApp para mantener un ambiente “participativo”. No dudé en utilizarlo, comenté que actualmente estaba llevando mis plásticos los fines de semana a la máquina de acopio del centro comercial y me ofrecí a llevar los plásticos de las vecinas de mi calle (ocho casas). Las ocho casas participaron, llevaban sus plásticos a la mía cada viernes y los sábados yo hacía la entrega. Pasaron cuatro semanas y noté que cada semana la cantidad de plástico iba en aumento.
El número de casas y de personas que estábamos participando en este reciclaje de plásticos se mantuvo igual; sin embargo, nuestros residuos no disminuían. ¿Qué estaba pasando? Lo ejemplificaré con el comportamiento de mi hermano. Él llevaba dos años utilizando un termo de agua para ir al gym, pero al comenzar a reciclar residuos, optó de nuevo por consumir agua embotellada ya que al fin y al cabo, la estábamos reciclando.
Otro de los grandes residuos que se acumulan en México son los orgánicos (según la SEMARNAT, representan el 50% del total de residuos). Los estudios que se generan en los hogares son muy complejos, ya que no todas las familias llevan registro de sus consumos y desperdicios. Aun así, un estudio realizado por Tetra Tech da luz sobre estos hábitos (aunque, cabe señalar, no esté ubicado en México). Para su realización se reclutaron mil 150 familias en San Francisco, quienes accedieron a someterse a inspecciones de residuos. La investigación dio como resultado que los residuos de los hogares eran en su mayoría restos de alimentos, incluyendo: plátanos, pollo, manzanas, papa y leche, entre otros. Resalta la ausencia de residuos “chatarra”, como las papas fritas, pan procesado u otros desperdicios de comida rápida. Entre las conclusiones destaca que la generación de residuos llega a ser un tema cultural y que, en ocasiones, las dietas más saludables son las que más residuos generan. Otro estudio realizado por la misma empresa, pero ahora en Denver y Nueva York (ciudades que tienen programas de composta), descubrieron que los ciudadanos que compostaban sus residuos generaban más que los que no lo hacían. Además, el estudio encontró que esta diferencia se daba porque quienes compostaban se sentían menos mal por desperdiciar sus productos orgánicos.
La composta es un tema complejo. Por un lado, está la parte cultural de no sentirnos culpables de desperdiciar alimentos y, por el otro, es válido preguntarse: ¿Qué tan necesaria es? ¿En verdad la re-utilizaremos?
Cuando realicé composta ciertamente noté que en ocasiones me encontraba tirando más frutas que las que anteriormente disponía. Y, siendo sincera, mi jardín no es tan grande como para necesitar las cantidades de composta que estaba generando. Así que optaba por regalar mi composta, aunque nunca estuve segura si se re-utilizó o no.
Entonces, ¿qué hacemos, reciclar está mal? Tengamos certeza de que todo suma. Reciclar y realizar composta no es malo, sin embargo, hay que saber cuándo hacerlo y estar conscientes de que no debemos priorizar el reciclaje sobre la reducción de residuos. Sabemos que, en una ciudad como Monterrey, reducir nuestros residuos a cero es casi imposible y para esos casos en los que no podemos reducirlos, el reciclaje puede ser una opción, aunque no la mejor.
Algo está claro, la cultura regia ha dado un gran paso. Todas las campañas educativas acerca del cuidado ambiental que vemos en escuelas, televisión y redes sociales, han hecho efecto. Los regios ya tenemos las ganas y la intención de disminuir nuestra huella ecológica, ahora falta hacerlo de la manera correcta e informada. Dejemos de consumir sin culpa y mejor consumamos sólo lo que necesitamos.
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→ Este texto es resultado del tercer “Taller de escritura de ensayo: Acomodar las ideas”, un esfuerzo de Vertebrales y Contextual MX.
Ambientalismo libre de culpa
Diana Vázquez
23.feb.21