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09.abr.2024

Primer Debate: Lecciones de cómo administrar la mediocridad

Un primer episodio tan inmemorable como intrascendente. Ceteris paribus, calma chicha.

POR zertuche / Lectura de 6 min.

Un primer episodio tan inmemorable como intrascendente. Ceteris paribus, calma chicha.

Lectura de 6 min.

El primer debate presidencial nos ofreció un contenido “meh” para un horario estelar de domingo por la noche. Sin exabruptos ni mayores tropiezos, la cosa se mantiene ceteris paribus, en calma chicha. El episodio fue gris, demasiado largo, con fallas técnicas y actuaciones limitadas. Eso sí, se desplegaron destellos de histrionismo, teatralidad, comedia involuntaria e insultos-miradas dramáticas de telenovela, con un guión reciclado que ya hemos escuchado en otras temporadas.

A este “debate”, como a muchos otros que hemos tenido, hay que tratarlo como es: una pieza más de contenido televisivo —ahora también de streaming— y de marketing electoral [tanto así, que el Consejo General del INE se transformó, por primera vez e innecesariamente, en un set de TV con un costo de 10mdp]. No es, como quieren pintarlo, un ejercicio democrático fundamental para la toma de decisión del voto. ¿Quién sí encontró en estos dimes y diretes una propuesta de política pública ya no extraordinaria, sino distinta, como para cambiar su preferencia? Al contrario, me atrevo a pronosticar que si en algo sirvió este ejercicio, como viene sucediendo desde hace años en la “vía pública” de las redes sociales, fue para reafirmar negativos: quienes aborrecen a Claudia vía Morena, la aborrecen más; quienes aborrecen a Xóchitl vía PRI-PAN-PRD, la aborrecen más; a quienes les daba igual el combo MC-Fosfo vía Máynez, seguro les sigue dando igual.

Esta es una puesta en escena calculada, con una que otra situación que se sale del script, que sirve más para poner a trabajar a las agencias de comunicación política, asesores de imagen y a los mentados war-rooms de campañas: desde la recolección de escándalos y la impresión de cartulinas, hasta ejercitar la expresión facial de su candidata/o [notablemente, esta actividad tuvo mayor efecto en Máynez], su temple frente a la cámara y poner a prueba sus frases creativas tipo soundbites [“mujer fría”, “mujer sin corazón”, “Dama de hielo”, “la vieja política”, “la candidata del PRIAN”, “mentirosa y corrupta”, etc.]. No es, no fue y seguramente no serán ejercicios de contraste que se presten a la discusión y el intercambio directo de ideas, posturas y cuestionamientos. No da el formato, no dan las candidatas y candidato.

De paso, también echa a andar al entorno mediático que vive de opinar y sobre-analizar, a las encuestadoras, a memeros [amateurs y profesionales] y a las granjas de bots [las pagadas y las “orgánicas”]: lo que se queda son las pifias y los cringes, no las propuestas.

Un innecesario set que más bien parecía stand para promocionar luces LED en alguna feria de comercio.

El post-debate es quizá más relevante —y revelador— que el mismo debate, porque ahí salen a relucir no sólo inclinaciones y favoritismos, también pseudoanálisis de imagen, lenguaje corporal y hasta teorías sobre los estilos de cabello [¿?], tan o más ridículos que los momentos más desafortunados de este primer encuentro entre las candidatas y el candidato. Cada quien vio un debate distinto: que si Claudia fue más contundente, que si Xóchitl criticó con precisión, que si Máynez balanceó la cosa, e incluso que si Maerker ganó el debate [¿por?]. Centrar la conversación en el buen desempeño de la moderadora, quien por cierto tuvo más interacción con Xóchitl por alguna extraña razón [más incisiva, más preguntas follow-up], creo que habla más de un activo fandom por Denisse Maerker que otra cosa.

Lo que yo vi fue un despliegue de cómo administrar la mediocridad. Cómo ser medianamente propositiva, jugando con el cronómetro para alcanzar a tirar shade, sacar la pancarta que a nadie le importa, soltar una frase prefabricada y terminar ya sea con una sonrisa a la cámara o una mueca. Cómo ser medianamente “real”, seria, simpática, empática, chistosa, cercana, disruptiva [¿blockchain?] y hasta inclusivo. Cómo salir medianamente airosa y mantener el primer lugar. Cómo mostrarse medianamente opositora y salir fortalecida. Cómo mostrarse medianamente bisagra y ¿ser trending topic? En resumen, cómo mostrarse medianamente presidenciable.

Está bien exigir más y mejores debates, fantasear con la idea de tener candidatas y candidatos “a la altura”, con porte de estadista, gran carisma y, en una de esas, capaces de articular propuestas [o responder preguntas directas] sin caer en ataques personales. Pero estos deseos están más alineados a la romantización del debate como evento político definitorio, que a lo que realmente terminan siendo: una pieza más de contenido electoral que ayuda a re-confirmar opiniones, positivas y negativas, respecto a las candidatas.

Habrá que esperar el segundo debate, cuando se hable de seguridad, para ver si salen “chispas”. Dudo que suceda. Por lo pronto, la rebaba del primer debate va a seguir dando de qué hablar, escribir y diseñar, el content de paja que nos ayuda a amortiguar el tiempo que resta de aquí al día de la elección.

Primer Debate: Lecciones de cómo administrar la mediocridad

Escrito Por

zertuche Fundador y editor de «contextual». Anteriormente fue editor de la revista Residente Monterrey, en su última etapa bajo el lema "Acciones para una ciudad mejor".

Fecha

09.abr.24

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