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26.may.2020

Acero Monterrey y otras ciencias ficciones

¿Qué ciencias ficciones podemos construir desde Monterrey? ¿Qué visiones del futuro y qué pasados alternativos podemos narrar a partir de los elementos y actores que constituyen la ciudad en la era postindustrial?

POR Pablo Landa Ruiloba / Lectura de 15 min.

¿Qué ciencias ficciones podemos construir desde Monterrey? ¿Qué visiones del futuro y qué pasados alternativos podemos narrar a partir de los elementos y actores que constituyen la ciudad en la era postindustrial?

Lectura de 15 min.

Fundidora transformó el territorio de México. A lo largo del siglo 20, la materia prima para producir el acero llegaba a Monterrey desde minas en Coahuila, Durango y otros estados a través de vías y puentes hechos con piezas producidas en la propia planta. Los productos terminados —desde vigas hasta tornillos— se distribuían por estas mismas vías a todo el país.

El Acero Monterrey se usó para erigir edificios que proclamaban la modernización de México. En los archivos fotográficos de la empresa —hoy en Fototeca Nuevo León y conocidos como el Fondo Fundidora— se preservan imágenes de la construcción de edificios como La Nacional (1932), primer rascacielos de la Ciudad de México, ubicado frente al Palacio de Bellas Artes, y el Hotel Monterrey (1934), en la plaza Zaragoza de esta ciudad. Las fotos recuerdan que la erección de estas estructuras, prodigios de acero que alcanzaban el cielo, fue un espectáculo en el despertar de la era moderna.

Fundidora también fue protagonista de transformaciones en el espacio doméstico. A inicios de los años sesenta la empresa implementó un ambicioso programa de expansión que se manifestó en la construcción de Aceros Planos, una segunda planta de producción. Así, Fundidora agregó a su portafolio lámina para la fabricación de, entre otras cosas, aparatos electrodomésticos. Las fotografías de las bodegas de productos terminados de Aceros Planos muestran, como si se tratara de una visión de un futuro superabundante en una película de ciencia ficción, cientos de piezas de lavadoras y refrigeradores suspendidas en el aire.

En 1965, con motivo de su 65 aniversario, Fundidora organizó la Feria de la Muestra del Acero. En templetes metálicos en la esquina este de Constitución y Félix U. Gómez, se presentaron productos de hierro y acero manufacturados por compañías de todo el país: tractores, cubetas, tanques de gas, bicicletas, palas, tornillos, y un largo etcétera. Su acumulación buscaba demostrar la omnipresencia del acero en la vida diaria de los visitantes. Los montajes, con colores y letreros brillantes, anunciaban que esta omnipresencia era una encomiable manifestación del progreso. Quienes recorrieron la muestra salieron seguramente convencidos de que los había alcanzado el futuro.

Durante el año de la Feria, Fundidora estuvo presente en periódicos locales y de circulación nacional con anuncios con el encabezado «Monterrey, Ciudad del Acero» y leyendas como «No hay un solo hogar en México que no use diariamente algún objeto hecho con hierro o con acero». Las ilustraciones mostraban a personas usando productos de estos materiales, como un motociclista o una ama de casa abriendo un horno en su cocina. Los anuncios evocan un asombro similar al que hoy con frecuencia muchos sentimos al advertir lo esencial que son el internet y los teléfonos móviles para la realización de nuestras actividades diarias.

Algunas de las fotografías del Fondo Fundidora permiten reconocer los dispositivos digitales y metálicos como parte de una misma historia de avance tecnológico. El acervo incluye imágenes de las antenas de la radiodifusora XEB de Monterrey, instaladas en los años treinta. Incluye también registro de la construcción de un enorme plato satelital en los ochenta. Si bien la catalogación no registra para qué serviría este artefacto, es quizás el que permitió a México comunicarse con el Satélite Morelos, lanzado al espacio en 1985. El acero fue la base material que posibilitó el envío y detección de mensajes emitidos desde más allá de la Tierra.

Se cuenta que en los años ochenta Monterrey era la ciudad con mayor número de antenas parabólicas en el mundo. Estos aparatos, con estructuras de acero, permitieron a miles atisbar el mundo a través de sus programas y anuncios de televisión. Las salas de las familias regiomontanas se convirtieron en un ágora donde convergían distintos idiomas y formas de representación. Para los viajeros, las colonias de clase media y alta de la ciudad deben haber ofrecido un paisaje alucinante: grandes extensiones de casas, en una época en la que el cielo era amarillento por el humo de Fundidora y en la que casi no había árboles, con platos gigantes en sus azoteas. Los interiores eran espacios climatizados —los aparatos, ruidosos, chorreaban agua hacia las calles— y los exteriores un ambiente hostil.

Poco a poco cambió este paisaje. Después del cierre de Fundidora en 1986 y de modificaciones a los procesos de producción de otras industrias que consumían grandes cantidades de agua, comenzó a recargarse el manto freático de la ciudad. La conversión de la Fundidora en parque y el embellecimiento de muchas plazas y camellones reverdeció a la zona metropolitana de Monterrey. Las parabólicas siguieron multiplicándose, pero ahora como pequeños aparatos que se pierden entre otros elementos del paisaje. Lo mismo sucedió con las estructuras de acero y los electrodomésticos: dejaron de ser premoniciones del futuro y se convirtieron en un telón de fondo de nuestras vidas. En esta nueva era, Monterrey se volvió más compleja. Entre las casas surgieron decenas de edificios que anuncian el surgimiento de poderes más allá de la industria; migrantes de distintas partes del país y del mundo formaron nuevas colonias e introdujeron otras formas de habitar la ciudad.

Al transformarse su paisaje urbano, los regiomontanos marcaron distancia de la Ciudad del Acero. La conversión de fábricas en parques reveló la llegada de una era postindustrial. Si bien muchos cambios han sido positivos, sin la industria como brújula y sin la confianza en las bondades del progreso tecnológico no hay una narrativa que explique la historia, identidad y el destino de Monterrey de manera cabal. Al buscar formas de narrarse a sí misma, la ciudad se enfrenta a un vacío.

¿Qué distingue hoy a Monterrey? ¿Qué aporta la ciudad al resto del país? Para avivar la imaginación como lo hizo alguna vez la publicidad de Fundidora, quizás conviene más bien preguntar: ¿Qué ciencias ficciones podemos construir desde aquí? ¿Qué visiones del futuro y qué pasados alternativos podemos narrar a partir de los elementos y actores que constituyen la ciudad?

Este texto está basado en los contenidos de la exposición al aire libre “La ciudad que construyó Fundidora” que se presentó entre marzo y julio de 2018 en el Parque Fundidora. La muestra fue organizada por Fototeca Nuevo León y curada por Pablo Landa Ruiloba.

Acero Monterrey y otras ciencias ficciones

Escrito Por

Pablo Landa Ruiloba

Fecha

26.may.20

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